En la pantalla de Ana van apareciendo imágenes junto a un nombre, la edad y algunos datos de la biografía. Un movimiento a la derecha o pulsar el corazón verde que aparece bajo esa foto es un sí; a la izquierda o sobre el botón rojo, un no. La foto de Fabián le gusta. Le hizo swipe a la imagen. Cambia de aplicación.
Ahora abre Instagram, está mirando las novedades de sus contactos en el feed, y de pronto salta un fueguito indicando que hizo match en Tinder con Fabián. Hablaron de los intereses que aparecen en los perfiles de cada uno, de los gustos, de sus estudios. Mensajes van y vienen sin parar por una semana y finalmente concretan un encuentro que se convirtió en dos meses de relación exclusiva.
En la posmodernidad (o modernidad reflexiva, como la llama el sociólogo inglés Anthony Giddens) el amor romántico se transformó. Las nociones de conquista, coqueteo y romance se abandonaron para dar paso a una interacción mediada por las plataformas digitales. Las redes sociales están contribuyendo a reflexibilizar y replantear el mapa de las relaciones amorosas y sexuales al abrir nuevas posibilidades, modelos y estereotipos. Con el auge de internet, las citas online se convirtieron en un sector muy activo dentro del mundo virtual. Desde una de las primeras como Match.com (activo desde 1995) o Meetic, fundada en el 2001, las dating apps aprovechan al máximo los avances tecnológicos para concretar citas y encuentros.
Tinder es una aplicación geosocial que permite a los usuarios ponerse en contacto con otras personas según criterios como distancia física, género, preferencia sexual, edad y otros datos de color. Se lanzó en el 2012 y hoy es considerada una de las aplicaciones de citas más importantes del mundo. Para 2014 ya tenía 50 millones de usuarios y actualmente sigue encabezando la industria. Uno de los argumentos de su liderazgo es que el número de citas que se arman a través de la aplicación en todo el mundo es de 1,5 millones por semana.
Muchos/as usuarios/as de la comunidad LGBT en Paraguay, sin embargo, se quejan de que, muchas veces, por más que en Tinder las personas especifiquen su orientación sexual, los algoritmos les siguen arrojando heterosexuales. Por eso, varios y varias migraron a Grindr, que se define como “la aplicación de redes sociales más grande del mundo para personas homosexuales, bi, trans y queer”.
A través de su infraestructura, circula así un enorme caudal de información de una comunidad muy específica. En comparación con otras dating apps (aplicaciones de citas), Grindr afirma que, en promedio, un usuario de su aplicación la utiliza por 54 minutos. En promedio, un usuario realiza 18 ingresos diarios y a nivel global circulan unos 228 millones de mensajes y unas 20 millones de fotografías. A diferencia de Tinder, la interfaz de la aplicación ofrece un mosaico de fotos en miniatura y no es necesario revelar la identidad de los usuarios. En realidad, eso rara vez ocurre.
Fernando sabe que el objetivo de Grindr, es encontrar una pareja sexual. Comenzó a hablar con Alberto en el 2011, pero la conversación fue más bien aburrida. Sintió cierto desinterés de su parte, pero cuando llegó el momento de desenmascararse, se enviaron fotos de las caras, y Fer quedó encantado.
“Yo me lo cruzaba en todos lados y me volvía loco porque me parecía superhermoso. Y no me animaba a abrir la aplicación porque le iba a aparecer que estaba cerca siempre, y este fue el inconveniente por un año. Porque nos llegamos a pasar los números de teléfono, hablábamos por la aplicación. Un día yo estaba en un bar y alguien se me acerca y me dice: ‘Te compré un fernet’, y cuando me doy la vuelta era él. Comenzamos a hablar cara a cara, e inmediatamente flechamos en ese momento. Al día siguiente volvimos a salir, quedamos en ir al teatro y para el segundo mes ya estábamos viviendo juntos”, cuenta Fer Dommy, como le dice la gente de cariño.
Estuvieron juntos tres años. Pero ni Tinder es solo para formar parejas formales, ni todo es color de rosas en las aplicaciones de citas.
La promesa del amor romántico
El amor romántico es uno de los ideales de amor que fundamentan el matrimonio monógamo y las relaciones de pareja estables en el seno de culturas modernas occidentales. Este concepto está regido por una idealización que considera al amor como un sentimiento superior, que trasciende las necesidades impulsivas, pulsionales y sexuales, mientras que al mismo tiempo condensa el deseo emocional y sexual.
“Los individuos de una pareja que responde a estos estándares sienten una necesidad emocional de dependencia y una atracción sexual en forma recíproca y exclusiva”, escribe Florencia Pavoni en su tesis Tecnificación y afectividad. El ideal romántico en las publicidades de Tinder y Happn.
En el marco del amor romántico, la persona amada no es intercambiable por otra: es única, irreemplazable e irrepetible. Según explica la autora, la reciprocidad del deseo merece llevar a cabo todo tipo de sacrificios personales y materiales. La épica del amor romántico y sus representaciones atravesaron y se adaptaron a las revoluciones sexuales de los 60, a la independización de la mujer, al empoderamiento de los sujetos para decidir con quién emparejarse, con quién casarse y cuándo divorciarse, entre algunas de las tantas transformaciones sociales y económicas que modificaron las condiciones de la búsqueda y el encuentro con el otro.
El sociólogo Anthony Giddens menciona el paso histórico del amor romántico al amor confluente, ambos completamente distintos. El primero, más tradicional, relacionado con una visión idílica de las relaciones afectivas; el segundo, libre y prácticamente sin ataduras, en un contexto donde todo se vuelve fugaz, inmediato y superficial.
Hoy habitamos un mundo donde la concepción de la relación tradicional monógama está cambiando. Existen (no tan) nuevas configuraciones como el poliamor, las relaciones abiertas o la anarquía relacional. Amar en tiempos de Tinder se ha anclado en una sociedad líquida —descrita por Zygmunt Bauman— que oscila entre el amor romántico y la satisfacción de placeres individualistas. En este contexto, las mujeres comienzan a ejercer su derecho al placer y la autonomía. Y eso democratiza el deseo, históricamente inclinado hacia lo masculino.
En una entrevista que hizo El País de España a Lola Pérez, graduada en Filosofía, sexóloga y CEO de Mujeres Jóvenes de Murcia, explica que Tinder, como otras aplicaciones, fomenta “nuevas visiones sexuales para las mujeres”, cuyos patrones han estado más encorsetados en la historia: “No comprometerse, estar con varios chicos a la vez, poder decir no cuando es no, alimentar la imaginación sexual permiten cierto empoderamiento”, afirma. En el plano sexual, a las mujeres se las ha despojado secularmente “de su placer, deseos y fantasías y de la autoridad sobre su corporalidad”, asegura.
Las love apps han cambiado la manera en que interactuamos y nos relacionamos con terceros. Además, significan oportunidades para sociedades como la nuestra en la que la homosexualidad y el deseo de las personas de la tercera edad, o las personas de la diversidad funcional, continúan siendo un tabú.
“Muchas de estas plataformas o aplicaciones permiten a personas con discapacidad a aparecer en línea, a encontrar gente, a hablar, a establecer nexos. Pero también da lugar a estas dinámicas dañinas, críticas, que pueden lastimar mucho tu autoestima. Permite la visibilización de identidades, pero a la par se dan estas cuestiones de vulnerar tu identidad, de exponerte a perfiles falsos que te pueden estafar si tienen contenido íntimo tuyo y lo comparten de manera no consentida”, detalla Belén Giménez, psicóloga y asistente de Proyectos y Comunidad en TEDIC.
Ghosting, icing y simmering
En menos de dos meses, Fabián comienza a insistir a Ana con conocer a sus padres y amigos y amigas. Pero para la psicóloga de 29 años, van muy rápido y su comportamiento le hizo levantar sospechas. Un día, los dos estaban viendo una película en la casa de Fabián y llega un grupo de amigos a visitarlo. “¿Cómo está la nena?”, le pregunta su amiga Camila. “Bien, por suerte”, responde Fabián incómodo. “¿De qué color son sus ojos?”, insiste Cami. “No sé, todavía no abrió los ojos”. Era la primera vez que Ana escuchaba que Fabián tenía un bebé de tres meses. A partir de ese momento, Ana terminó la relación.
Los entrevistados y entrevistadas, cuyos nombres fueron cambiados para proteger su identidad, fueron consultados sobre la responsabilidad afectiva. ¿La red social romántica te da la licencia de retirarte cuando quieras o existe algún nivel de ética del relacionamiento que se rige por los cuidados que tomamos por fuera del ámbito virtual?
Las veces que Laura se sintió incómoda por mensaje, fantasmeó. Para ella, es importante siempre aclarar. Hay personas que ya lo explicitan en sus perfiles: “No busco nada serio, solo amistad o solo relaciones”.
“No le veo mucha relevancia a cancelar un match. Si nunca hablamos por otra aplicación y ya comenzaron a fluir sentimientos por otros lados, yo creo que hay que pensar mejor la forma en que vamos a cortar el mambo. Ahí me parece que tiene que haber una responsabilidad. Siempre tiene que haber una claridad”, opina la comunicadora social de 26 años.
El ghosting o fantasmeo (cortar la comunicación abruptamente sin explicación), el icing o enfriamiento (inventar una excusa para terminar con la relación) y el simmering (es el acto de mantener un posible interés romántico con una correa: lo suficientemente cerca como para mantenerlos interesados, pero lo suficientemente lejos como para evitar cualquier etiqueta de relación definitiva) son manifestaciones de la disminución de la empatía en nuestra sociedad, expresa la psicoterapeuta y escritora belga Esther Perel en su libro The State of Affairs: Rethinking Infidelity.
“Esto se trata de la promoción del egoísmo, sin tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos en los demás. Hay una persona al otro lado de nuestros mensajes de texto y la capacidad de comunicarnos virtualmente no nos da el derecho de tratar mal a los demás”, escribe.
Catfishing y robo de identidades
Belén Giménez, de TEDIC, advierte que pueden existir riesgos de catfish y robos de identidad. Según la especialista, en Paraguay todavía no ocurrió pero en países donde la homofobia también es bastante fuerte, se crean estos perfiles falsos para asegurar estos encuentros con las personas y cuando se concreta la cita, aparece un grupo de hombres que se junta para atacar a la persona.
“Se reportaron muchos casos en Egipto, por ejemplo. Son casos muy peligrosos, y a partir de ahí se van instalando estos espacios de debate y de seguridad. Si acordás con alguien y no tenés la certeza de quién es esa persona, que sea en un lugar público, que no sea a las tres de la madrugada. Se están tomando estos lineamientos y ya se está dando a entender que estas plataformas también presentan estos riesgos”, refiere Giménez.
Las catfish son mentiras en la red, que ocurren cuando una persona se hace pasar por otra y utiliza imágenes robadas. El anonimato de Grindr, por ejemplo, permite que muchos usuarios agredan sin consecuencias o envíen mensajes de odio. Cuando estos mensajes son producto de un rechazo, como “ni siquiera me gustabas, fea” (en tonos menos amables), se llama backlash.
Hay mucha discriminación en algunos perfiles, que dicen, por ejemplo, “no gordos”, “no princesas” o “no pasivos”. Lo determinan ya de una manera muy exclusiva desde los perfiles. “Vos podés estar hablando con una persona y estás pegando re onda, teniendo conversaciones de texto súper hot y después cuando ves la foto, la persona te bloquea. O, como me pasó a mí, al verme, que soy un chico grandote de pelo largo y aros, me insultan. Hay gente que me amenaza de muerte y me dice que parezco un sucio, drogadicto. ‘Tu pelo largo no me gusta. Si tenías barba, todo bien’”, cuenta Fer Dommy.
Si bien el anonimato es un derecho de todos y todas, tenemos que analizar cómo establecer mecanismos de cuidado. Pero además de los discursos de odio, existen casos de exposición de mensajes y fotografías sin el consentimiento de las partes. Algunos expertos lo llaman “porno venganza”, pero este término está en discusión porque la palabra “venganza” pareciera implicar que alguna de las partes hizo “mal” en enviar un contenido sexual suyo y ser dueño o dueña de su deseo.
El mercado del deseo
Las love apps facilitan el acceso y la operación en el mercado del deseo y representan un ejemplo concreto del proceso de tecnificación que se ha desatado sobre las relaciones afectivas más íntimas. Florencia Pavoni analizó el discurso publicitario de Tinder y Happn y llegó a la conclusión que la construcción de sus interfaces producen las transformaciones en el ideal romántico de nuestra época. En este sentido, la técnica está determinando los modos en los que buscamos, encontramos y mantenemos nuestras relaciones más íntimas.
Pero hay un aspecto que es importante tener en cuenta, estas aplicaciones son la punta del iceberg de una industria multimillonaria constituida por una infinidad de empresas y firmas: la industria emocional. Si bien está claro que todo lo que ocurre en la virtualidad está también sucediendo en la dimensión de lo real o empírico, es importante exponer que la idea de representar a las dating apps como facilitadoras de acercamiento de almas gemelas no es arte de magia, son algoritmos que operan bajo una lógica de mercado.
Tan solo en 2015, Match Group —uno de los colosos que administra Tinder, OkCupid y Match.com— declaró ganancias de 285 millones de dólares. Su mayor fuente de ingresos estuvo en las membresías pagas de usuarios por versiones premium de aplicaciones como Tinder: de un año a otro, la cantidad de usuarios que pagan membresías aumentó un 36%, alcanzando los 5.1 millones. De esta inmensa cantidad, un millón le corresponde al lanzamiento de Tinder Plus.
Si bien el encuentro físico o el enamoramiento no están garantizados, las dating apps despliegan la oferta como un catálogo relacional casi infinito. La gratificación inmediata de las apps refuerza la idea de que los “candidatos” y “candidatas” están prêt à porter (listos para llevar). La poética publicitaria de estas aplicaciones nos da a entender que el enamoramiento, la búsqueda y el encuentro con otro no son imposibles de conseguir ni requieren demasiado esfuerzo. Atrás parece quedar la relación mítica que construyó el amor romántico con la épica del sacrificio, la aventura, la voluntad, el coraje y la osadía.