12 abr. 2025

La webdad

Arnaldo Alegre

Las sociedades realmente sanas son las que logran una cohabitación pacífica e inteligente entre el poder de las mayorías y las necesidades de las minorías. Ya los griegos establecieron las perversiones que devienen de la imposición de uno u otro sector.

En sociedades como la nuestra (que camina por una sempiterna transición, muchas veces, a tientas) las mayorías suelen alegarse como la más pura expresión de la verdad. Mientras que a las minorías se les condena al ostracismo y al escarnio, aunque hay algunas minorías aviesas que abusan de la consabida estupidez de las mayorías.

Con la explosión de las redes sociales se suelen crear mayorías que harían palidecer con su instinto asesino al propio Torquemada.

La inquisición web es una de las más terribles que se han inventado. A nivel nacional se vivieron algunos casos paradigmáticos. En tanto que a nivel internacional hay incluso linchamientos fogoneados por mentiras propaladas por los medios digitales de comunicación.

Internet es el territorio de la peor expresión de lo políticamente correcto, de la moralidad farisea y de las condenas absurdamente lapidarias. Allí lo malo es malo sin matices y lo bueno es bueno por una difusa orden divina.

Remitámosnos a los ejemplos nacionales de conocimiento público. Dos perifoneros no tuvieron mejor idea que hacer el más básico y estúpido de los chistes en Rusia. Con razón, los condenaron a la hoguera. Pero quizás la reacción hubiese sido más comedida si no fuese porque otro par de idiotas hicieron algo similar con anterioridad y fueron echados del Mundial.

El segundo ejemplo es más bonito, aunque mirado más detenidamente es una barbaridad.

Una chica transmite por internet el momento en que después de años de sacrificio entrega, en propias manos, su título académico a su emocionado padre albañil.

Hermoso. Pero es suficiente para que el Ministerio Público le otorgue un empleo. Dónde está el concurso de méritos para el acceso a la función pública. Miles de paraguayos hacen un igual homenaje a sus padres, pero no lo emiten por las redes y no consiguen por ello empleo. No está mal lo que hizo la chica; el error está en los que la premiaron con un puesto público.

Hay un tercer ejemplo. Menchi Barriocanal expresó su opinión sobre la legalización del aborto. Por poco no fue quemada en la plaza pública y hasta dijeron que por su culpa Teletón fracasaría.

Internet es una herramienta maravillosa, pero habitada por unos palurdos.