27 nov. 2024

Las burbujas del narcotráfico

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Lujoso yate incautado en el operativo A Ultranza PY.

Foto: @senad_paraguay

El oscuro mundo del narcotráfico está presente entre nosotros desde hace tiempo. Peligrosamente convivimos con este hace décadas y con el tiempo hasta nos acomodamos. Se pensó que cada uno iría por caminos distintos y no pasaría nada. Pero este negocio no funciona así. Más bien crece silenciosamente hasta volverse tan peligroso como incontrolable.

Ante la debilidad y complicidad de los organismos de control y seguridad del Estado, floreció el narcotráfico en nuestro país y con éste las burbujas que genera a través del lavado de activos; imágenes irreales que solo muestran una parte de la realidad de este negocio criminal, aquella de la fortuna y el derroche.

Así, el flagelo logra seducir e infiltrarse en varios ámbitos. Hoy, además de narcopolítica, también se habla de narcoarquitectura, narcoeconomía, narcopastor, narcoperiodistas, narcodeportes, narcocooperativas, etc. A simple vista, todos los ámbitos están “contaminados” con este fenómeno.

Las “burbujas” muestran una cortina de humo que impiden conocer el hecho a profundidad, con todos sus matices y sus consecuencias, colaborando además con la normalización del fenómeno en la sociedad.

Es el caso del llamado narcoshow o espectáculo del narcotráfico, donde la actividad criminal se trivializa y expone en forma acrítica una fachada superficial de éxito y bienestar, en este caso desviando la atención respecto al macabro origen de los recursos en cuestión.

“¿Y si nos hacemos narcos?”, decían varios internautas en redes comentando con tono de humor las fotografías de los lujosos vehículos y yates incautados durante un operativo antidrogas.

Ante el esplendor del derroche y la suntuosidad es fácil dejar de lado que hablamos de dinero sucio, recursos manchados de sangre y muerte. Y esto no es una frase.

En efecto, detrás de cada centavo generado por el tráfico ilegal de drogas hay seres humanos concretos, con nombre y apellido, destruidos en su presente y futuro; familias enteras enlutadas y niños y jóvenes convertidos en zombies, deambulando en nuestros barrios y ciudades. Es el rostro oculto detrás del glamour y la ostentación que las burbujas impiden mirar.

Un negocio del que incluso el retiro a menudo se debe pagar con la propia vida.

“Es el precio del narcotráfico” era el comentario en los medios al ver las fotografías del capo narco Pablo Escobar, en un tejado de los bajos fondos de Medellín, baleado en diciembre de 1993 al tratar de escapar de las fuerzas especiales.

La vida miserable que llevó los últimos años huyendo, a pesar de su fortuna y poder, expuso a todas luces la realidad de estos criminales. Quizás algo parecido al “estrés” del que hablaba recientemente el parlamentario renunciante, tras conocerse varios audios que supuestamente lo vinculan con narcotraficantes y el lavado de dinero.

Una economía que se sustenta en el tráfico ilegal de estupefacientes y el lavado no tiene futuro. Es la burbuja del desarrollo económico, que no solo es momentáneo sino también falso y con un costo más que elevado para la sociedad. Porque más tarde o más temprano, el narcotráfico pasa la factura, y ésta golpeará la economía. Son numerosos los casos en otros países que enfrentan contracciones en su economía y finanzas, el empleo, la producción, el turismo, entre otros, derivados del incremento de la violencia relacionada con las luchas de territorios o la imposición de liderazgos criminales.

Superar las burbujas del narcotráfico y de otras propuestas similares no es tarea fácil pero sí muy útil para todos; se trata de no caer en engaños. Una sociedad no puede vivir de burbujas.

Ir más allá de las apariencias será siempre fruto de una educación sobre el uso adecuado de la razón y las aspiraciones de cada uno, por ello el compromiso es personal; desde el respeto hacia la propia dignidad e integridad, pasando por el valor del sacrificio y trabajo, hasta el compromiso del voto responsable e inteligente.

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A continuación, una columna de opinión del hoy director de Última Hora, Arnaldo Alegre, publicada el lunes 2 de agosto de 2004, el día siguiente al incendio del Ycuá Bolaños en el que fallecieron 400 personas en el barrio Trinidad de Asunción.