18 may. 2025

Las burbujas explotan

Laura Ruiz Díaz – laura.ruizdiaz.txt@gmail.com

Un cartel luminoso anuncia: “EN VENTA, contactos al xxx”. A pocas cuadras, una familia duerme en la calle. Bienvenidos a la Asunción con edificaciones cada vez más altas y menos habitadas, porque –¡sorpresa!– no están hechas para nosotros.

Cada semana, Asunción estrena edificios con nombres en inglés y fachadas de vidrio. No son para quienes levantan esas paredes: el albañil que las construye jamás podrá pagarlas. Son assets (activos) para inversores, no hogares. De noche, sus ventanas oscuras delatan el engaño: esta ciudad se vende al mejor postor, pero no se habita.

En Paraguay, la construcción ha experimentado un notable crecimiento del 47% en los últimos cinco años, según el Banco Central del Paraguay (BCP), mientras que el salario mínimo solo ha aumentado un 12% en el mismo periodo.

Mientras tanto, la crisis habitacional está en auge. Quien trabaja en Asunción muy probablemente vive en otra ciudad y diariamente se traslada a la capital. La realidad es que no hay de otra: los costos de vida son altísimos, un alquiler es impagable y comprar una casa en este contexto es algo que muchos evitamos soñar.

Según el último censo realizado en 2022, en la capital, Asunción, se registran 129.806 viviendas, de las cuales 19.653 están vacías o abandonadas. Las ciudades con mayor cantidad de viviendas desocupadas después de Asunción son Luque, con 7.704; Capiatá, con 6.980, y San Lorenzo, con 6.190.

De las viviendas ocupadas en Paraguay, el 26% se clasifican como “familias extendidas”. Esto significa que estas viviendas albergan a parientes cuya relación va más allá de la típica relación entre padres e hijos, incluyendo abuelos, tíos, primos y otros familiares. Todos en una misma propiedad, muchas veces compartiendo habitaciones y baños por falta de mayor espacio.

Eso no es todo. El traslado de una ciudad a otra genera dos grandes problemas; por un lado, la densificación del tráfico en las vías de acceso, que sumada a la falta de transporte público eficiente y de calidad nos lleva inevitablemente al caos. Y por otro, pero no menos importante, este viaje diario nos quita tiempo y calidad de vida a los trabajadores. Si en 2010 un obrero vivía en Ñemby, hoy debe venir desde Ypané. El tiempo perdido en el tráfico es el costo invisible de la burbuja.

Lo malo es que, en la vorágine de la plata fácil, parece que muchos olvidan que lo malo de las burbujas es que, tarde o temprano, están destinadas a explotar. No es pesimismo: es física económica. Las burbujas suben por la especulación, no por la demanda real. Paraguay ya vivió colapsos financieros (TBT al 95 o al 2002). La pregunta no es si explotará, sino quién pagará los platos rotos cuando lo haga.

¿Qué hacemos, entonces, además de quejarnos? Necesitamos una respuesta concreta: políticas públicas de viviendas sociales reales que garanticen el acceso universal a una vivienda digna y accesible, con precios reales, donde podamos vivir tranquilos y crear comunidad. En Francia y España, por ejemplo, imponen impuestos a viviendas vacías, mientras que otros países cuentan con leyes de alquileres accesibles con topes para zonas céntricas y créditos hipotecarios con tasas subsidiadas para familias. El espacio está, debemos poder habitarlo.

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