28 abr. 2025

Las cuatro R

Carlos G. Fernández Valdovinos

Carlos G. Fernández Valdovinos

La economía paraguaya cierra un año difícil, complejo y para el olvido. Para algunos, una serie de choques negativos, externos y domésticos, han formado “la tormenta perfecta” que explica el pobre desempeño del 2019. Otros opinan que estos factores constituyeron simplemente “la excusa perfecta” para que el Gobierno justifique una recesión en su primer año, ignorando el mismo que la contracción registrada podría haber sido menos profunda si las autoridades hubiesen reconocido más rápidamente la existencia de problemas e implementado las necesarias políticas contracíclicas. Al respecto, una caracterización de lo ocurrido en el campo económico y de sus perspectivas puede realizarse utilizando cuatro palabras que comienzan con una misma letra, la R.

La primera representa la dinámica productiva en la primera mitad del año, Recesión. Efectivamente, los números oficiales muestran que la economía entró en recesión técnica al final del primer semestre luego de observarse dos trimestres consecutivos de contracción. El PIB durante ese primer semestre del año cerró con una fuerte retracción: -2,5% con respecto al mismo periodo del 2018. ¿Un resultado totalmente sorpresivo? No, considerando que el indicador mensual de actividad económica (Imaep) mostraba que el crecimiento económico venía desacelerándose fuertemente desde julio del año anterior. Aunque desde el Gobierno, aún hasta marzo, insistían en “un crecimiento económico normal y saludable para el 2019”.

Esta recesión tuvo dos características notables: El dinamismo empeoró muy rápidamente y el deterioro ha sido generalizado en casi todos los sectores. Así, las cifras muestran que nuestra economía “perdió su brillo” velozmente: De tener el mayor crecimiento en la región en el primer semestre del 2018, pasó a ser la de peor desempeño este año. Igualmente, excepto por el sector de servicios (en el lado de la oferta) o del consumo del Gobierno (en el lado de la demanda), los demás componentes del PIB mostraron una contracción interanual al final de la primera mitad del año.

La segunda viene por lo que indican recientemente los indicadores de corto plazo, Recuperación. Tanto el Imaep como el indicador mensual de consumo del BCP (ECN) muestran una recuperación sostenida en los últimos meses. En el caso del consumo, el mismo exhibe un aumento más que significativo entre julio-octubre: 5,4% de crecimiento interanual promedio. Esta aceleración en el margen es claramente insuficiente para revertir los magros resultados del primer semestre. Pero la misma será fundamental para mejorar las perspectivas del 2020: Datos históricos muestran que el crecimiento en el segundo semestre de un determinado año está positivamente correlacionado con el crecimiento en el primer semestre del año posterior.

En cuanto a las condiciones externas, algunos nuevos desarrollos han mejorado las perspectivas para nuestra economía. Ellas incluyen el cierre de la primera fase del acuerdo entre China y Estados Unidos para poner fin a su guerra comercial, mejores condiciones financieras globales y crecimiento mayor a lo esperado de Brasil en el tercer trimestre. Más al sur, Argentina sigue siendo Argentina. El nuevo Gobierno ha lanzado sus primeras medidas económicas, que incluyen viejas (y probadamente fracasadas) políticas: Aumentos de retenciones por exportaciones, desdoblamiento del tipo de cambio, incrementos de los costos por despidos, etc. Si ello va a ser bueno (reducción en competitividad de exportaciones que compiten con las nuestras, redireccionamiento de flujos de inversión) o malo (disminución de la demanda argentina por nuestros productos) para la economía paraguaya queda por verse.

La tercera hace referencia a un rol que deberían desempeñar las políticas públicas, Respaldar los esfuerzos para atenuar los ciclos recesivos en una economía. Si existe espacio, la política monetaria y la fiscal deben ser la primera línea de defensa ante una desaceleración. Afortunadamente nuestra economía ha creado amplios márgenes de maniobra, manteniendo por años una inflación baja y estable, además de un reducido déficit fiscal. Pero por el lado fiscal, numerosos estudios muestran que la composición del gasto de una política contra cíclica es fundamental. Concretamente, el impacto de la inversión pública sobre la actividad económica es mayor que el efecto del gasto corriente. Incluso, estimaciones sugieren que el “multiplicador” del gasto corriente en el PIB es virtualmente cero a mediano plazo.

En este campo los resultados han sido, cuanto menos, mixtos en el 2019. El impulso fiscal (reflejado en un aumento del déficit) ha tenido parte de su origen en un incremento de gastos improductivos. Efectivamente, cuando analizados como porcentaje del PIB, los ingresos totales se mantuvieron constantes respecto al año anterior (en 14,1%). Pero en el lado de los gastos se registraron aumentos significativos no solo en los gastos “buenos” o de capital (en 0,8% del PIB) sino igualmente en los gastos “malos” o corrientes (en 0,6% del PIB). Y si bien parte del aumento de los gastos corrientes refleja compromisos asumidos anteriormente (i.e. aumento salarial a los docentes), contienen asimismo una dosis de gastos discrecionales que deberían haber sido evitados (i.e. recientes gratificaciones pagadas bajo el concepto de subsidio familiar o de alimentación).

La cuarta y última indica un segundo objetivo que deben tener las políticas públicas, el de implementar las Reformas necesarias para elevar y sostener el crecimiento de largo plazo. La lista de las reformas pendientes es extensa, desde aquellas que mejoren el clima de negocios hasta otras que fortalezcan el imperio de la ley. También están las que buscan perfeccionar el funcionamiento nuestras instituciones macroeconómicas, cuyas fortalezas son reconocidas, pero siempre hay espacio para mejorarlas. Este último tipo de reformas podría tener un impacto positivo en la coyuntura.

En el lado monetario, el BCP debería dar un paso más en la exitosa implementación del esquema de metas de inflación. Con una inflación anual promedio por debajo del objetivo de 4% en los últimos 12, 24 o 36 meses, dicha inflación meta debería reducirse nuevamente (al 3,5%). En el lado fiscal existe amplio espacio para mejorar el financiamiento y calidad de los gastos. Para ello es necesario modificar la Ley de Responsabilidad Fiscal, manteniendo la simplicidad de la ley actual. En particular, los cambios deben incorporar reglas macrofiscales que establezcan un mínimo de ahorro fiscal (o superávit operativo) para financiar el gasto de capital sin mayor endeudamiento.

En resumen, este año nuestra economía sufrió un fuerte traspié que debe dejar importantes lecciones. Resalta la importancia de tener un diagnóstico adecuado y oportuno de la coyuntura y de su futuro inmediato, la cual debe ser complementada con políticas de calidad que atenúen los ciclos (¡sean estos recesivos o de auge!). Pero tropezón no es caída. Los fundamentos están intactos para que a futuro la economía paraguaya muestre nuevamente el mayor dinamismo en la región. Esto, y una mejora sustancial en la calidad del gasto público, serán cruciales para que el país no se contagie de los estallidos sociales registrados recientemente en la región.