En contraste, los nuevos casos confirmados en el país asiático emprenden una tendencia a la baja: si bien la Comisión Nacional de Salud china anunció el viernes 5.090 nuevos casos y el sábado 2.641, en el último recuento de este domingo esta cifra baja a 2.009 personas.
Los casos confirmados hasta la fecha suman 68.500 personas.
No obstante, en las últimas 24 horas se registraron 1.918 nuevos casos calificados como “sospechosos”, y en total son 8.228 casos con esta consideración, según el organismo sanitario.
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Otra buena noticia es que 9.419 pacientes fueron dados de alta desde que comenzó la epidemia, cifra que sigue en aumento diario, mientras que se realizó seguimiento médico a más de 529.418 personas que estuvieron en contacto cercano con los infectados, de los cuales 158.764 siguen bajo observación.
Pese a todo, la situación sigue siendo grave en la provincia de Hubei, el epicentro del brote, donde los fallecidos llegan a las 1.596 personas.
Allí se detectaron en las últimas 24 horas 1.843 nuevos casos -cifra también menor a la del día anterior, cuando sumaron 2.420-, lo que eleva a 56.249 el número de casos detectados hasta ahora en dicha provincia.
Un país paralizado
En una nueva ronda de comunicaciones oficiales, el ministro de Finanzas, Liu Kun, indicó hoy que “es de esperar que los ingresos fiscales del país disminuyan” y que “los gastos aumenten”, según recoge la agencia estatal Xinhua, aunque cada vez más analistas independientes pronostican que el virus va a provocar una “brusca desaceleración” en el crecimiento económico del país.
“La actividad económica seguirá avanzando a un ritmo más bajo durante algún tiempo, lo cual pesará sobre el empleo y reducirá las esperanzas de una rápida recuperación”, señala el economista Mark Williams, de la consultora británica Capital Economics, que asimismo predice “repercusiones globales negativas” por esta crisis.
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El académico Bingnan Ye, citado por el rotativo hongkonés South China Morning Post, apunta que el virus no se controlará hasta abril y que, en el peor de los casos, “el crecimiento podría caer del 2% al 3% en el primer trimestre y hasta el 5% en 2020".
Entretanto, el país busca la manera de superar la parálisis y volver a la normalidad tras las prorrogadas vacaciones por el Año Nuevo lunar, aunque en ciudades como Pekín la mayoría de los ciudadanos se mantienen aún encerrados en sus viviendas, las calles siguen desiertas y la mayoría de los locales comerciales cerrados.
Además, todas aquellas personas que regresen a la capital china deben pasar ahora una cuarentena obligatoria de 14 días en casa para ayudar a prevenir contagios.
Preocupa también la abrupta caída en el volumen de viajes que se esperaban en el periodo de 40 días conocido como Chunyun (transporte de primavera, en chino), que este año es del 10 de enero al 18 febrero.
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Según Liu Xiaoming, viceministro chino de Transporte, hasta ahora han regresado a las grandes ciudades unos 80 millones de trabajadores migrantes, y se espera que a finales de mes vuelvan otros 120 millones, mientras que 130 lo harán a lo largo del mes de marzo, recoge la prensa local.
También regresarán 100 millones de universitarios “una vez que los centros superiores decidan la fecha de reanudación del nuevo semestre”, según el funcionario, que anunció también medidas adicionales para prevenir el brote en el transporte.
“Hemos implementado estrictamente medidas de prevención y control de la epidemia, desinfectando, ventilando y limpiando las terminales de pasajeros y vehículos, y fortaleciendo la protección del personal de primera línea. También organizamos a las empresas para que recopilen información de los pasajeros y garanticen la seguridad de la información para que se pueda rastrear”, anotó Liu.
Políticos bajo presión
El nuevo coronavirus está suponiendo todo un desafío para las élites del Partido Comunista Chino (PCCh), que pese a luchar con todas sus recursos por detener el virus, han sido blanco de numerosas críticas por la gestión de esta epidemia.
El rotativo South China Morning Post informa hoy que el presidente chino, Xi Jinping, se reunió con la plana mayor del PCCh para discutir sobre cómo atajar la epidemia dos semanas antes de que las autoridades reconocieran que el virus podía contagiarse entre personas, según un discurso interno difundido este fin de semana.
El documento no aclara si los mandatarios estaban al tanto de la celeridad con la que se producían entonces los contagios, pero una investigación publicada por científicos chinos ya había avisado en diciembre que el virus se transmitía con facilidad.
Xi ordenó de puertas para dentro un plan de contingencia para responder a una crisis que, según el mandatario, no solo podría perjudicar la salud de los ciudadanos, sino también poner en peligro la estabilidad económica y social del país.
Entretanto, el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, pidió este sábado desde Múnich que se refuerce la coordinación global ante el brote, y aseguró que las “rigurosas y exhaustivas medidas” que ha tomado el país ya están dando sus frutos.
Sus declaraciones llegan en la víspera de que un panel de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) llegue a Pekín para evaluar y colaborar en los trabajos de prevención en áreas urbanas y rurales, informó Mi Feng, portavoz de la Comisión Nacional de Salud.
Hasta la fecha, todos los decesos menos cuatro -en Japón, Francia, Filipinas y Hong Kong- se han producido en la China continental y, aunque una treintena de países cuentan con casos diagnosticados, China acapara en torno al 99% de los infectados.
Los síntomas del nuevo coronavirus son en muchos casos parecidos a los de un resfriado, pero pueden estar acompañados de fiebre y fatiga, tos seca y disnea (dificultad para respirar).