Mi profesor de sicología y filosofía en el último año, un gran intelectual y político muy destacado. Simpático y gritón. Tenía tremendos prejuicios hacia la mujer.
A las mujeres nos “daba” la nota 3 (5 era la máxima) siempre para que pasemos, porque “total vas a terminar en la cocina nomás luego y no hace falta que sepas filosofía para eso”. La clase explotaba de risa con sus chistes sexistas, incluyéndonos a las chicas, que tardamos en darnos cuenta de que, más que chistes, eran expresiones de discriminación y desprecio hacia la mujer.
Miles de mujeres de todo el país avanzaron desde ese mundo machista hasta nuestros días eligiendo roles no tradicionales en cada oportunidad que tuvieron, el estudio, la empresa, el arte, la ganadería, la política, la academia, el deporte, las vieron avanzar de igual a igual con los hombres, apoyándose solo en sus capacidades. Pero siempre en mucho menor cantidad que los hombres.
Y aunque vemos que hoy hombres y mujeres van juntos a la cocina, así como mantienen el hogar en un plano de igualdad, en la mayoría de los ambientes todavía rigen reglas machistas aceptadas sin más por hombres y mujeres.
Les doy un ejemplo que me toca de cerca, en el mundo del trabajo se escucha: “Preferimos un hombre porque la mujer no va a poder viajar, el compromiso de la mujer cambia cuando tiene hijos, se necesita una dedicación 100% y la mujer pues tiene la familia que atender”.
Entre el 24 de febrero y el 8 de marzo fechas de recordación de la mujer en nuestro país y el mundo, reflexionemos sobre los efectos que tienen en las mujeres estos prejuicios aún vigentes.
La brecha salarial de género en nuestro país y en el mundo es de alrededor del 20%, comparando puestos y capacidades iguales, y al ritmo en que avanza ni en 60 años lograríamos alcanzar la igualdad salarial.
Las mujeres se siguen haciendo cargo 2,6 veces más que los hombres de las tareas de cuidado relacionadas con el hogar.
Eso explica por qué la tasa de participación de la mujer en la población económicamente activa es solo del 60%, mientras que la de los hombres es del 94%. Entre prejuicios y falta de apoyo para el cuidado, se les hace cuesta arriba ser competitivas a las mujeres.
Encima de todo el 60% de los hogares paraguayos tienen a la mujer como único sostén económico, emocional, familiar, así que de continuar con estas creencias y prácticas que privan a más de la mitad de los hogares en el Paraguay de los ingresos que les corresponderían, se les seguirá negando a ellas y a sus hijos el acceso a las mejores oportunidades para su desarrollo.
¿Te pusiste a pensar?
¿Vas a seguir esperando que los gobiernos creen y activen las políticas públicas para la igualdad de oportunidades que nunca hacen?
¿O haces tu parte en cada ocasión que se te presente?