Por Brigitte Colmán
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Ranas, moscas, peste y langostas que se comieron toda la cosecha, son algunas de las plagas de las que se habla en la tradición cristiana.
El siglo XXI tiene sus propias plagas. No son un castigo divino por el mal comportamiento de una comunidad en particular.
Estas modernas plagas son la consecuencia de lo mal que han tratado a la naturaleza, los seres humanos.
Hace unos días, expertos en medio ambiente reunidos en congreso dieron a conocer una lista de doce enfermedades que aumentarán su incidencia debido al cambio climático.
La lista de la “docena mortal”, la componen la gripe aviar, babesiosis, cólera, ébola, parásitos intestinales, enfermedad de Lyme, peste bubónica, marea roja, fiebre de Rift Valley, enfermedad del sueño, tuberculosis y fiebre amarilla.
Cuatro de ellas, la gripe aviar, el ébola, el cólera y la tuberculosis se propagarán aun más en el mundo debido a los cambios en las temperaturas y los niveles de precipitación pluvial.
La propagación de estas enfermedades tendrá un enorme impacto no solo en la salud humana sino también en la economía de los países.
Según los científicos, la mejor defensa es “una buena estrategia ofensiva de monitoreo para detectar hacia dónde se propagan los patógenos”, y prepararse para mitigar su impacto.
EN CASA. A nivel local, la realidad confirma la alarma de los científicos.
La fiebre amarilla hizo su aparición después de 30 años en el Paraguay. Ese es un indicador de que no somos una isla en el mundo, y que las consecuencias del cambio climático se pueden observar en el país.
“Luego de 30 años de ausencia, la fiebre amarilla es inaceptable”, dice la doctora Antonieta Rojas de Arias, bióloga, consultora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La bióloga señala que se requieren medidas urgentes, “hacen falta políticas públicas para el uso sostenible y amigable de la biodiversidad, a fin de establecer las distancias ecológicas entre la biodiversidad animal y las poblaciones humanas”.
CONSECUENCIAS. El 45% de la zona oriental del Paraguay era bosque, y actualmente de eso queda solo un 8%.
El impacto sobre el ambiente y la biodiversidad va a traer problemas sobre la vida, sobre los ciclos biológicos y los sistemas naturales que ocurren dentro de esos bosques.
En el caso de las enfermedades transmisibles de los animales al hombre, hay ejemplos actuales de estas enfermedades del Bosque Atlántico del Alto Paraná como la leishmaniasis, malaria, paludismo y la fiebre amarilla.
Después de todo, tanta agresión a la naturaleza, tiene sus consecuencias. Las nuevas doce plagas lo confirman.