Por Gloria Ayala Person, presidente de la ADEC.
El Presupuesto General de la Nación (PGN) que se proyecta para el siguiente año implica la disposición de los tres poderes del Estado para la ejecución del gasto público; en otras palabras, en qué se va a usar el dinero del erario.
El gasto público debe servir para impulsar la reactivación económica, siendo que el año actual está por demás complicado en prácticamente todos los rubros de la economía y con una inflación que no vivíamos desde hace décadas, lo que golpea directamente a la calidad de vida de cada familia paraguaya.
Es a través del manejo del PGN donde la clase política pone al descubierto sus reales intenciones, que evidencian estar lejos de ajustar la burocracia pública a las necesidades de un pueblo que sobrevive en empleos informales y con estándares mínimos de dignidad humana.
Resulta bastante grotesco ver el despilfarro en sueldos de operadores políticos, que bien entrenados sirven a sus amos de turno, aprovechando que muy pocos ciudadanos conocen el PGN como para evaluar la coherencia de la clase política, y descubrir si ante la situación económica y social tan delicada que atraviesa el país han sido capaces de cambiar la lógica que han construido en las últimas décadas.
Necesitamos personas de bien que abracen la carrera política con vocación de servicio para desarrollar políticas de Estado (no solo de Gobierno), que prioricen inversiones en tecnología, digitalización de procesos para disminuir la corrupción y la burocracia pública, fortalecimiento institucional, disminución del gasto corriente y profesionalización del servicio civil.
Todo esto y mucho más se observa al analizar el PGN, ya que del mismo se desprende la ausencia de medidas de contención del gasto, en un presupuesto ideado para sostener infraestructura administrativa, empleados públicos y entidades con gastos presupuestarios carentes de institucionalidad, destinando poco o nada a la satisfacción de las demandas ciudadanas o sociales que se merecen como mínimo eficiencia, moderación, prudencia e incremento sostenido de obras públicas que mejoren la competitividad del país y protejan la calidad de vida de los ciudadanos.
Estamos nuevamente ante las encrucijadas políticas propias del año electoral, donde legitimaremos a los representantes de elección popular; esos mismos que toman decisiones sin ética ni decencia, contribuyendo con su codicia a la pobre calidad de vida que sufrimos por sus desmedidas avaricias.
Para mantener sus privilegios, los malos ciudadanos devenidos en políticos tergiversan realidades para alinear discursos maquiavélicos que manipulan a un pueblo que no goza del derecho a educación de calidad, de donde se desprende toda imposibilidad de formarse un criterio que le permita tomar decisiones asertivas. Y es justamente en el PGN donde se concreta anualmente la perversión del sistema, condenándonos a los ciudadanos a repetir los ciclos de miseria. Dios nos salve de los corruptos e ilumine con bondad de corazón a quienes abracen la profesión de ser políticos.