Cualquier sociólogo puede preguntarse, ¿por qué se produce anualmente este movimiento de concentración, con tanto esfuerzo, gasto y sacrificio? ¿No pueden rezarle a María en sus casas o en sus parroquias?
Para conocer y comprender profundamente el “fenómeno” Caacupé no basta el sentido común ni la sociología general hace falta la sociología religiosa y mejor aún acompañada con la fenomenología de Martin Heidegger.
Este filósofo alemán (lo digo simplificando al máximo su pensamiento) distingue dos dimensiones en cada realidad: Lo que es, el ser (le llama noúmeno) y sus manifestaciones (les llama fenómeno). Y sostiene que al ser se lo conoce por sus manifestaciones, conocemos el noúmeno por su fenómeno.
Así sucede en Caacupé: Podemos conocer sus raíces, el por qué, lo que le mueve íntimamente (motivos) los pensamientos e ideas que hay en la mente del pueblo paraguayo masivamente peregrino, por el complejo hecho evidente de su coincidente concentración en el santuario de María, la Madre de Jesús de Nazaret.
Tanto esfuerzo, gasto, cansancio y sacrificio personal y familiar (en la mayoría de los peregrinos) solo se explican por la energía poderosa del fiel amor a María, Santísima.
No es un amor ocasional y pasajero es un amor consciente y presente en la vida cotidiana de los peregrinos, públicamente explícito en Caacupé.
El pueblo paraguayo ama a María, porque la conoce y la admira, iluminado y movido por su fe cristiana. En lo que nos han revelado los evangelistas, el pueblo paraguayo ha descubierto la mística y la inefable calidad humana y su personalidad trascendente, al haber sido elegida por Dios, para que “por obra y gracia del Espíritu Santo”, siendo Virgen, encarnara al Hijo Unigénito de Dios, a Jesús nuestro Salvador.
El pueblo peregrino sabe que la Madre de Jesús es nuestra Madre, porque Jesús dijo “Yo soy la vid y vosotros mis sarmientos” (Jn 15,1ss) y la madre de la vid obviamente es también la madre de todos sus sarmientos. Como Madre de todos los cristianos, los cristianos católicos la honramos, la veneramos, la agasajamos el día de su gran fiesta.
Los peregrinos van a la Casa de su Madre, movidos también por la esperanza. Esperan que su Madre les ayude, que interceda por ellos ante Jesús, como hizo con los nuevos esposos en las bodas de Caná de Galilea.
Coincide que la fe, la esperanza y el amor (caridad) son las tres virtudes cardinales o fundamentales del cristiano.
Pero el “fenómeno” de la convocatoria y concentración coincidiendo simultáneamente en Caacupé tiene una cuarta raíz, un cuarto factor, que lo sustenta: La sociabilidad sobresaliente de los paraguayos. Los paraguayos poseen un caudal afectivo, una capacidad de empatía, amabilidad y solidaridad significativas, que le dotan de energía y gozo en el encuentro y relaciones humanas (la “minga” es una institución popular ejemplar).
La guerra y la posguerra de la Triple Alianza consolidaron la sociabilidad y solidaridad de los paraguayos y con esos valores, es un placer social coincidir y constatar entre miles de hermanos paraguayos que en el fondo del corazón y la mente nos alientan y nos unen la misma fe, con el mismo amor y semejantes esperanzas.
Por otra parte, es normal que todos los hijos coincidamos juntos en el hogar de la Madre, en el día de su fiesta.