Alexander Steffanell (*)
Catedrático y crítico literario
La escritura de Blas Brítez se enmarca en la literatura urbana, cuya semblanza radica en la vitalidad de la ciudad, la descripción de esta y su situación propia, incluyendo la delincuencia y los conflictos sociales: “Hasta ese momento no habíamos robado más que cosas insignificantes de despensas, talleres mecánicos, ferreterías, panaderías, estaciones de gasolina, alguna vez de un supermercado” (“Atraco fútbol”).
La ciudad como entorno clásico es un estallido de experiencias y el autor analiza los bajos fondos, pero también entornos familiares, al estilo citadino con sus variables y categorías de angustias, desasosiegos y rencores, como bien lo establece en el cuento “Un rencor vivo”: “Hacía mucho tiempo que no lo veía en Asunción, pero seguía odiándolo secreta y calladamente, imaginándolo sufrir en su cuchitril guaireño, inventándolo aborrecible, con el rencor vivificante de los personajes de la tragedia clásica que no pueden vivir sin sus antagonistas, urdiendo una y otra vez los pormenores de la infamia que los arroja al desprecio. Sin embargo, no lo odiaba como para arrojarme sobre él y rebelarme ante su cuerpo. Mi rebelión era el locuaz lenguaje de la indolencia. Un lenguaje concentrado y ácido que me mantenía vivo”.
Siguiendo las citas anteriores, es de tal manera que la literatura de Blas Brítez se inserta en el corazón de los problemas del individuo, todos miembros de una sociedad establecida en la cual un hijo rencoroso, una esposa infiel, delincuentes locales, manuscritos perdidos, entre otros asuntos, desfilan en la línea temporal de los acontecimientos citadinos. Es una sociedad ataviada de obstáculos para la realización personal del personaje en cuestión. Igualmente —y aunque la literatura urbana también es considerada como literatura callejera— por la magnitud de violencia gráfica que sostiene y presenta en la narrativa, los cuentos de este autor muestran una ciudad casi industrializada, siguiendo los cambios a medida que la escritura avanza, registra igualmente la relación entre las ciudades... Asunción, Luque, entre otras.
LA CIUDAD CONVERTIDA EN TEXTO
Una nota relevante en sus cuentos es el proceso en que las comunidades se relacionan; los grupos comunitarios se entrelazan entre otros produciendo discurso y diálogos con nuevas visiones del mundo. Es una literatura que expresa una cotidianidad aun cuando hable de ciudades pequeñas como Luque. El narrador analiza lo cosmopolita de la ciudad, muestra imágenes fehacientes en las que la ciudad es un tejido social discursivo, en el cual no solamente los edificios y el espacio geográfico hablan, sino también los individuos interactúan con esos mismos espacios.
También es una literatura que expresa una continuidad como la continuidad de los seres humanos que comparten un espacio en el que se desarrollan como tales. En la literatura urbana no es el escritor el que escribe, sino la ciudad es la encargada de presentar los argumentos y los personajes, de tal manera que el escritor se presenta oculto y la ciudad se convierte en texto narrado. En los cuentos de Blas Brítez, casi todos citadinos, se producen sistemas de hibridez, de creación cultural y urbana; también hay una estructura de pensamiento en cuanto a la relación con la población y los individuos, cómo entretejen sus vidas, las propias y las ajenas.
Por lo tanto, la ciudad en el texto del presente escritor expele conflictos con significado, y produce imaginación literaria. Pero ¿cómo se convierte una ciudad en texto por medio de la literatura? Con la narración de una cultura consumista, la literatura urbana analiza el tipo de pensamiento que vive y pervive en la ciudad, y en las regiones donde reside. Urbanizarse es cambiar de pensamiento, es transformar el estilo de vida. Muchas veces nos imaginamos la ciudad como una comunidad de pensamiento, imaginada con convergencias y ambivalencias; sin embargo, las ciudades que presenta Blas Brítez son ciudades móviles, que fluyen con conflictos, donde se transpolan lo artístico, lo estético y lo literario. Las personas que la habitan viven en ella, pero muchas veces no pertenecen al espacio geográfico o en algunos casos se sienten desplazadas por los mismos individuos o el contexto situacional.
NUEVA FORMA DE VER LA LITERATURA
La lámpara del lenguaje (2021), publicada por editorial Rosalba, aporta una nueva forma de ver la literatura urbana, reinventa imaginarios que propician maneras de aprendizaje para los personajes. La ciudad es una nueva construcción social e imaginada. Los personajes se reafirman en su entorno y cada uno de ellos tiene una formación inherente a su realidad. Observan la ciudad como simple y soberana, aunque con fronteras precisas para demostrar desigualdad social y conflictos narrados.
Los cuentos en discusión establecen una ciudad narrada, en proceso de formación que configura lazos de resistencia y aceptación ante lo que es supuestamente normal. La ciudad tiene presupuestos, proyectos y recolección de la memoria. Es un objeto del deseo, bien expresado en el tumultuoso desenfreno. Pasiones que son leídas por la ciudad y se reescriben en ella misma. Pareciera ser que lo citadino es un termómetro de la experiencia humana y una reflexión de la psique de los personajes. Muchas veces, la ciudad se toma como símbolo de redención, cuyo destino radica en la procedencia del carácter y la personalidad de los personajes.
Al igual que el Cratilo o del lenguaje, de Platón, La lámpara del lenguaje, de Blas Brítez, posee una riqueza lingüística y dialógica que llama la atención por su naturalidad e interpretación de signos y símbolos, todos desarrollados en las acciones y en la ciudad. La forma dialogada de los textos escritos en este libro designa una completa intervención de los personajes despertando el interés del lector a medida que se avanza en la selección de cuentos. La funcionalidad discursiva de la presente narrativa radica principalmente en las relaciones enigmáticas de cada cuento en sus diferentes temáticas. La palabra dialogada discierne un pacto entre el discurso y la ciudad, el odio y el amor, provocando una narración apasionada y coherente en la que la palabra es la principal invitada. Por lo tanto, se concibe el lenguaje de la obra como un valor agregado a la ya desmesurada narración del autor en cuestión.
Por último, Blas Brítez, después de publicar por varios años como editor y columnista de El Correo Semanal, inaugura su carrera como escritor profesional propiamente dicho con un fenómeno de extravío citadino, alienación, pues es en la misma ciudad donde se concentran las pasiones y emociones del desarrollo de la psicología del individuo. Blas Brítez nos ofrece una pieza sustancial y rica en leitmotiv en la literatura contemporánea paraguaya y, con seguridad, dará mucho que decir ante la crítica latinoamericana.
(*) El Dr. Alexander Steffanell es profesor asociado de Castellano y Literatura Latinoamericana y director de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Lee (Cleveland, Tennessee, Estados Unidos).