Interpretando la metáfora (la comparación) que usa Jesús, para poder comprender lo que nos propone, sabemos que su savia es la corriente fecunda de su amor. Es la energía de su amor la que hace germinar en nosotros las uvas del amor.
Y ¿cuáles son las uvas del amor, que podemos producir cuando estamos unidos con y en Jesús, como los sarmientos en la vid?
En primer lugar, desarrolla nuestro potencial y capacidad de amar, nos ilumina para que descubramos la inmensa grandeza, belleza y fecundidad que tiene el amor, raíz y fuente de todos los bienes y valores, que nos asemeja a Dios, que es amor, principio y fin de todo cuanto existe en los cielos y en la tierra.
Celebramos la resurrección de Jesucristo, y con ella y en su terrible pasión, él nos ha demostrado que “el amor es más fuerte que la muerte” (Cantares 8,6). Ni la muerte puede destruir nuestra vid, que es “Camino, Verdad y Vida” (Jn. 14,8).
Además de la vida, son uvas del amor, la inclusión, la compenetración y el proceso de identificación. Cuando amamos, no podemos excluir ni prescindir de la persona amada, la incluimos en nuestro mundo interior y en nuestra vida, y ansiamos la reciprocidad, como hace Jesús con nosotros, sus sarmientos.
La inclusión recíproca conlleva la compenetración y poco a poco, la progresiva identificación entre los que se aman profundamente. San Pablo lo dijo gráficamente: “Vivo yo, no yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20). La identificación supone y es más que la unión y conduce hacia la unidad, uva del amor maduro.
La fenomenología del amor descubre que todas las uvas del amor vienen en racimo, estrechamente vinculadas, por eso de la inclusión brota también la erradicación de la soledad, y de la compenetración, para hacer feliz a la persona amada, surge la eliminación del egoísmo y el gozo de la entrega y la generosidad. “Se es más feliz dando que recibiendo” (Hch. 20,35).
Y por eso, la fidelidad y la confianza recíprocas son uvas connaturales del amor.
El amor empuja a la trascendencia, a salir de sí mismo y proyectarse en el tú, en el nosotros, en el vosotros y hasta en ellos. En este contexto de relaciones sociales abiertas, por ser todos hermanos en la familia universal de hijos de Dios nuestro Padre, crecen las uvas de la paz personal y social, la seguridad y el gozo de la convivencia armónica.
Y los creyentes saltamos con la trascendencia hasta Dios. Más aún si estimulamos la inagotable fecundidad de la espiritualidad, la uva esencialmente trascendente, con la que se superan las coordenadas del tiempo y el espacio.
La fecundidad potencial del amor y la cantidad de sus uvas es inabarcable, porque la uva de la creatividad con Cristo tiene todos los horizontes abiertos, antes y después de la muerte.
El amor con sus uvas es bien absoluto, porque es bueno siempre, en todas partes y para todos. Pero, sobre todo, porque Dios es Amor. Jesús, Dios y hombre verdaderos, te ofrece y se entrega como vid, para alimentar con su amor tu potencial de sarmiento fecundo y para que seas feliz (Jn. 15,11-16), produciendo todas las uvas del amor.