EFE
Las autoridades de Colombia, Bolivia y Brasil tratan todavía hoy de encajar las últimas piezas de la tragedia área que acabó con la vida de 71 personas entre futbolistas, preparadores, directivos y periodistas, a fin de encontrar a unos posibles responsables difíciles de señalar, porque no todos están identificados.
La Justicia boliviana concedió a la Fiscalía seis meses más para apurar el caso en el que por el momento han sido detenidos el director de la aerolínea boliviana LaMia, Gustavo Vargas Gamboa; su hijo Gustavo Vargas Villegas, y el ex supervisor de tránsito aéreo Joons Miguel Teodovich.
Brasil abrió una nueva línea con Loredana Albacete y su padre, el ex senador venezolano Ricardo Albacete, quien sería uno de los socios de la compañía junto con un “alto cargo” del Gobierno boliviano, según revelaron asociaciones de víctimas con base en informaciones de la Fiscalía.
La sospecha es que LaMia solo operaba la aeronave por lo que los reales propietarios son otros y no los bolivianos Rocha y Miguel Quiroga, el piloto del avión que murió en el accidente.
“La mayoría somos conscientes de que llevará algunos años para que tengamos realmente una conclusión”, dice Fabienne Belle, quien perdió a su esposo la fatídica noche del 28 de noviembre de 2016 y ahora es presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Vuelo del Chapecoense (Afav-C).
Más que cuestionable parece la estrategia de la aseguradora BISA Seguros y Reaseguros, pues hasta el momento la inmensa mayoría de las víctimas no vieron ni reales, ni bolivianos, ni tampoco pesos colombianos. No recibieron nada de la póliza.
Los reaseguradores determinaron la improcedencia para los pasajeros de la cobertura para el accidente, pero a cambio contrataron un poderoso bufete de abogados, Clyde & Co, para gestionar un fondo de “asistencia humanitaria” con USD 200.000 para cada familia afectada.
Sin embargo, detrás de la jugosa cantidad, hay letra pequeña ya que la familia que acepte el pago de los 200.000 dólares perderá el derecho de poder procesar a los eventuales responsables.
“El objetivo de la aseguradora es que desistamos de nuestros derechos de procesar, en el futuro, después de la conclusión de las investigaciones, a los implicados en la tragedia”, denuncia Fabienne.
“Dicen que es un fondo humanitario, pero la causa es tan humanitaria que tenemos que desistir de nuestros derechos”, añade.
La aseguradora comentó en un informe que las conversaciones continúan su curso y que Clyde & Co “está trabajando arduamente para concluir acuerdos con las familias”.
No obstante, la mayoría no ha aceptado la propuesta y eso que muchas están “en una situación financiera muy difícil” después de perder al cabeza de familia, según comenta Gabriel Andrade, presidente de la Asociación Brasileña de las Víctimas del Accidente con el Chapecoense (Abravic).
“Contacté con varias familias que ya están pasando por situaciones de dificultades financieras”, coincide Fabienne.
Marla Ivana, viuda del locutor Fernando Doesse y madre de dos hijas de 29 y 22 años, es una de las víctimas que rechazó el fondo, a pesar de la “caída significativa” de su renta, aunque destaca la ayuda prestada por parte del club y también de las asociaciones, según cuenta.
El Chapecoense dona actualmente 28.800 reales (unos USD 9.000) al mes a repartir entre las familias.
Pero más allá de los números, la mayor preocupación de esta profesora de Chapecó, la ciudad de donde es el equipo, ahora se centra en sus dos hijas, sus dos nietos y su suegro, quien necesitó tratamiento antidepresivo y desarrolló párkinson a partir de la pérdida de su hijo.
“Este mes de noviembre está siendo un poco más complicado porque todos los días es un recuerdo. Pero lo vamos llevando”, expresa.
“Existen casos de personas que no lo superaron, que están en una situación emocional y psicológica muy delicada. Es una tragedia que pasa por la prensa y la familia ve a sus seres queridos en todo momento en los medios”, explica Andrade.
Fabienne reconoce que en la última semana ha estado más “angustiada” de lo normal, “muy triste” porque le han venido a la memoria todos los recuerdos con su marido, Luiz Cesar Martins, miembro de la comisión técnica del Chapecoense y al que todos llamaban Cesinha.
“Es un dolor que vivimos constante, que hemos pasado durante los últimos 365 días”, confiesa con un nudo en la garganta.