23 jun. 2025

“Lavarse las manos es siempre un acto de corrupción y cobardía”

En la homilía de la misa del Domingo de Ramos, monseñor Adalberto Martínez apeló a la alegoría bíblica para condenar a los que sentencian injusticias, negocian con la salud y dignidad de la gente.

Con la presencia de decenas de feligreses en la Catedral Metropolitana y otras iglesias del país y el mundo, oficialmente se dio la entrada a la Semana Santa.

La ceremonia en la Catedral Metropolitana fue presidida por monseñor Adalberto Martínez. Durante la homilía central, el religioso se refirió a la alegoría del lavado de manos. Mencionó que dicho acto enmascara los propios pecados y errores.

“Manos manchadas de sangre, no purifican ni lavan las manos, manos que sentencian injusticias, gatillan muertes, las manos que destruyen como en actos terroristas, en la guerra librada y condena a muerte a miles de inocentes en nombre de la ocupación de reconquistar territorios perdidos como en Ucrania-Rusia dejando secuelas de muertes”.

Enfatizó que dicho acto realizado por Pilatos se traduce en no reconocer el propio error o tal vez pensar que al decir que uno no fue o no tuvo culpa, se pueden evadir o reparar los errores cometidos.

“O podemos lavarnos las manos con el mismo barro que nos ensucia, porque ese acto agrega y agrava más culpa, la culpa cometida. Las pilateadas, lavarse las manos es siempre un acto de corrupción y cobardía”.

Monseñor Martínez también mencionando a Judas, dijo que este según los evangelios había traicionado a Jesús por 30 monedas de oro.

El religioso se preguntó si está justificado usar dinero de las injusticias y deshonestidad. “¿Se puede seguir traficando con el dinero sucio para comprar pan sucio a los hijos, pan sucio de corrupción e injusticias, dinero que compra y vende a personas, amigos, dinero que trafica con seres humanos, con negociados destructores de la salud y dignidad de las personas”, dijo.

Aconsejó a los asistentes a la misa que los pindo karai (palmas), que llevaron y fueron bendecidos durante la celebración, no sean solo como reliquias en los hogares.

“Sino como ramos verdes que nos abren el corazón a la esperanza de que el Señor es el único Señor, y que habría de resucitar como lo ha anunciado. Ramos verdes de esperanza que la vida ha vencido y vencerá siempre a la muerte”, expresó.