El director de orquesta Luis Szarán, y su hijo Ian; el violinista, compositor y arreglador Luis Álvarez y su hija, Patricia, y el baterista Toti Morel y sus hijos Sebastián Totito y Julieta, no sólo están unidos por un vínculo de sangre sino también por la pasión por la música.
Para el joven Ian, su padre, el director de orquesta Luis Szarán, fue toda una inspiración para iniciar su carrera. “Mi papá siempre me decía que yo debía elegir lo que a mí me hacía más feliz. Convivir con él de cerca en sus conciertos, viajes y demás actividades fueron sembrando en mí una gran influencia de su parte, como una inspiración”, expresa Ian.
Por su parte, Luis comenta que sus hijos Raúl, Lucas, Ian, Enzo y María de la Paz se mueven por diferentes ámbitos. “Siempre tratamos de que cada uno descubra su propio universo aunque buscábamos acercarles a la música como complemento de formación personal. Siempre me quejaba de que soy padre musical de más de 22.000 niños en todo el país, a través de la música, y no tenía ni un solo hijo que continuará la profesión. El único que eligió ese camino”, relata Luis.
El maestro manifiesta que desde hace unos 5 años Ian estudia con él y otros maestros. “Siempre le recomiendo que el secreto para tener éxito es estudiar todo el tiempo. Es una de las profesiones en las que no se termina nunca de aprender. Después hablamos mucho sobre los secretos de la profesión y sobre el equilibrio emocional, la madurez que se requiere para administrar situaciones como la envidia, cuando uno es un triunfador, o la fortaleza, cuando te ponen piedras en el camino, así como la honestidad profesional y personal”, señala.
Según Ian, quien se formó en piano, armonía, contrapunto, composición y dirección de orquesta, explicar la aparición de su pasión musical no tiene una respuesta concreta. “Mi mamá toca el violoncello en la OSCA y cuando estaba embarazada de mí seguía asistiendo a los ensayos. Creo que de alguna forma allí empezó la aventura. Si bien de chico ninguno de los dos me presionó a ser músico, siempre acompañé a ambos a los ensayos y conciertos”, recuerda.
Rodeados de sonidos. Víctor Sebastián y Julieta también siguen los pasos de su progenitor Víctor Toti Morel, uno de los mayores referentes de la batería nacional.
Para el padre ser músico influenció en la vocación de sus hijos y en el amor de ambos hacia la batería. “Sí influyó entre otras artes lo que el entorno les presentaba, pues no pudieron estar ajenos a las actividades inherentes a la música. Y por eso no puedo menos que sentirme orgulloso de que se puedan expresar mediante su arte y lograr ser ellos mismos”, refiere Toti.
Para Víctor (h), conocido como Totito, su niñez transcurrió rodeado de sonidos. “Desde muy temprana edad tuve el privilegio de rodearme con música. A los 5 años tuve de regalo mi primer instrumento a escala amateur: una batería. En la casa, la música estaba presente en todo momento, ya sea con los ensayos de diferentes proyectos de mi papá. Y a la par escuchábamos y curioseábamos su colección de vinilos y cassettes, junto a los cedés que Marcela, mi hermana mayor, empezaba a escuchar. Oíamos una gran mezcla de sonidos, desde el rock, al jazz, del pop al rock alternativo, entre otros géneros”, refiere Totito.
Por su parte, Julieta empezó a estudiar batería no con propósitos profesionales sino como afición. “Con el pasar del tiempo empecé a notar que me surgían sensaciones que nunca antes había sentido, que tocando la batería me permitía exteriorizar lo que ni siquiera sabía que existía dentro mío, y solo me permití eso porque mi papá era mi maestro y es una de las pocas personas con las que siempre me sentí cómoda”, refiere
Para la joven es inevitable sentir la pasión que tiene por el instrumento. “No fue difícil contagiarse de eso. Si hubiese sido otro instrumento y otro maestro, no creo que me hubiese ‘enganchado’ así”, dice.
Orgullo. El maestro y violinista Luis Álvarez y su hija la flautista Patricia Álvarez compartieron escenarios en varias ocasiones. “Tengo cuatro hijos maravillosos. Todos estudiaron música y la valoran tanto como yo, solo que tres de ellos optaron por otras carreras profesionales. Pero me llena de orgullo que Patricia haya decidido seguir mis pasos y el de su abuelo. Desde chiquita la música fue su vida y desde muy temprana edad voló alto y lejos para perfeccionarse y trabajar por la cultura musical de nuestro país. Hoy, me siento orgulloso de haberla criado con estos y otros valores, y ver que ella los aplica también en su familia”, refiere el músico.
Patricia confiesa que su papá es como un espejo para ella, en el cual se fija constantemente para intentar imitar sus pasos, crecer con todos sus conocimientos, aprender de él y con él, siempre con humildad y valorando, por sobretodo, la música y el arte paraguayo. “Es un compromiso demasiado grande para mí, ya que antes de papá lo antecedió el maestro Lorenzo Álvarez (+), mi abuelo, quien es el mentor de esta gran dinastía y que se refleja también en mi hija Valeria Alejandra, la cuarta generación de los Álvarez. Tengo el privilegio y la bendición de poder caminar junto a él, celebrando la vida y la música en cada escenario que compartimos juntos”, enfatiza Patricia.