Así lo definen en nuestro bilingüismo singular al referirse a la Constitución que cumple 30 años de haber sido sancionada. Es la única escrita en libertad y en democracia. La que referencia lo que quisimos sepultar definitivamente y el país que ambicionábamos en democracia erigir. Ella no es un fetiche como algunos creen y cuando se encuentran con quienes no son dignos de la democracia, buscan de inmediato cambiarla como si eso hiciera nacer de forma mágica una nueva sociedad. Antes hemos tenido varias autoritarias. Desde aquella de los tiempos de los López pasando por la fue escrita en el cementerio de la Guerra del 70 hasta la que se redactó para consolidar el modelo fascista de 1940 que sirvió muy bien a Stroessner hasta que este la volvió a redactar a su corte y medida en 1967. La misma que fue reformada para que permitiera su reelección y lo fueran a cañonazos y al exilio con la modificación de 1973. La escrita por 198 convencionales en 1992 fue la única redactada en tiempos de libertad en una República que la tiene como flor exótica y rara.
Muchos de los que no participaron de su redacción la atacaron de manera frontal y desembozada aduciendo que se llenaron de instituciones de dudosa prosapia. El congreso bicameral con representación genuina en diputados de gente de todos los departamentos pretendió hacer que la agenda local fuera traída al debate nacional pero ya saben cómo concluyó. El Consejo de la Magistratura intentó inútilmente que todos los interesados en una buena justicia escogieran a los mejores y no que se repartieran cupos de corrupción entre ellos. El jurado de enjuiciamiento pretendió hacer temer a los corruptos fiscales y jueces que sus acciones tendrían consecuencias y acabó siendo una espada de Damocles en manos de sinvergüenzas extorsionadores. Todos celebramos acabar con la Fiscalía de Clotido Giménez Benítez una de las manos injusta del dictador de Stroessner y cambiamos su relación con el pomposo título de Ministerio Público para defender a la sociedad y no a los empotrados en el poder y sus acciones ilegales y corruptas. Pusimos doble llave para evitar la reelección pero desde que cumplió 10 años y podía ser modificada por enmienda o reforma todos atropellaron la misma buscando en el camino que connotados ex convencionales y abogados de buen bolsillo interpretaron a su antojo aquello de “no podrán ser reelectos en ningún caso”. Siendo miembro de la comisión de redacción y estilo le dije al Dr. Paciello del error en repetir lo mismo en el artículo que prohibía la reelección me respondió: “Aunque pongamos doble llave, igual cargaran contra la puerta”. La Constitución que tenemos no es mala ni buena, es directamente proporcional a la calidad de los ciudadanos que la conocen, aman, respetan y ensanchan no aquellos que la reducen y la menosprecian.
Aquel 1992 fueron seis meses en su redacción con una “bancadita campesina” más interesada en el reparto del poder que en la calidad de la democracia en su conjunto. Sabían muy bien aquello que no funcionaría como las gobernaciones pero buscaron participar de la repartija de cargos más que en la administración eficaz del poder.
Ahora en sus 30 años nuestra Carta Magna es objeto de estudios y libros sobre los artículos que consagran la libertad de expresión y de prensa aunque todavía tengamos muchos que crean que vivimos reglamentados por leyes autoritarias o sujetas de violación.
Nos faltan instituciones con personas autónomas, patriotas y decentes. Aquellos que digan que cumplirán lo que manda la Constitución aunque vaya en contra de sus intereses. Los peores referentes de nuestra Carta Magna han sido aquellos que estaban mandados más que ninguno a cumplirlas. Abdo y su deseo de repetir el error de Duarte Frutos en la carrera de la ANR es un ejemplo de que el problema no es con la CN sino con las personas que deben cumplirlas. Con todo, felices 30 años.