Como sea, la mansión de Wilfrido será la sede de las oficinas administrativas del Instituto Paraguayo del Indígena (INDI). La mudanza comenzó sigilosamente, pero fue advertida por los vecinos del barrio. En la Municipalidad nadie sabía nada. Recurrieron a los concejales, quienes pronto averiguaron que la edificación se había construido sin planos, sin habilitación y no era apta para oficinas, pues hasta una piscina tenía.
Los concejales se opusieron a que el INDI desplace oficinas a Ñemby y cuestionaron al intendente por no haberlo discutido antes. Mientras, las protestas vecinales crecen día a día. Lo que fogonea el conflicto es que casi toda la Junta Municipal está en contra del intendente Tomás Olmedo, imputado por lesión de confianza, estafa y denuncias por abuso de menores. Su permanencia en el cargo pende de un hilo. Por segunda ocasión, la Junta Municipal pidió la intervención de su administración y, esta vez, el Poder Ejecutivo remitió a Diputados dicho pedido.
Todos sospechan que Olmedo acce-dió a una solicitud que no le caería bien a ningún intendente, instalar al INDI en su ciudad, como una manera de congraciarse con el cartismo y ser salvado con sus votos. Esta es la pequeña historia, la que explica por qué el INDI desistirá de su idea secreta y no se mudará a Ñemby. Veamos la historia mayor.
Los ñembyenses conocen los suplicios vividos por los vecinos de las sedes del INDI. Antes estuvo cerca del Hospital Militar y del Colegio Monseñor Lasagna y la presencia permanente de indígenas acampados volvía imposible una vida barrial normal. Luego, hubo intentos de “descentralización” de oficinas que fracasaron y provocaron la desaparición de casi todos los documentos y títulos de propiedad de comunidades indígenas. La ubicación actual, en la avenida Artigas es fuente constante de inseguridad y atascos de tránsito que ningún administrador logró resolver.
Estuvieron al frente de esa entidad todo tipo de profesionales, muchos de ellos expertos reconocidos y otros absolutamente profanos. El actual, por ejemplo, es un coronel retirado de apellido Benegas, admirador de Cartes y Stroessner, quien jamás se vinculó a la cuestión indígena. La ignorancia no ayuda, pero, de todos modos, el problema tampoco se resuelve cambiando al presidente del INDI.
Las comunidades indígenas se ven obligadas a venir a Asunción porque, si no lo hacen, jamás son escuchadas. Sus reclamos son repetidos, sus venidas y regresos son dinámicos, como corresponde a su vasta pluralidad étnica y cultural, y no terminarán mientras el Estado carezca de una política pública seria. El problema no es el INDI, tampoco los indígenas. El problema es un Estado que discrimina, no respeta sus derechos y se desentiende de las sentencias internacionales.
Tratar de esconder a los indígenas, llevarlos a donde no se les vea ni se le escuche, es una salida idiota. Nunca dará resultado. Ellos han entendido que solo son escuchados cuando molestan. Los vecinos de Ñemby también lo saben. Por eso no aceptarán al INDI allí. Y, algún día, el Estado paraguayo entenderá que debe transformar esa larga tradición de abandono y emprender cambios de fondo en su relación con los pueblos originarios.