Fue lo que ocurrió el pasado lunes, cuando los jóvenes de un grupo de WhatsApp en el que se habían convocado peleas en la provincia de Zeeland, en el sur de Holanda, recibieron un mensaje firmado por la Policía local.
“Hemos tomado nota del contenido de este grupo. Con la provocación y la incitación a la violencia (citándose para pelear) ustedes están cruzando un límite. Esto es punible y como Policía no lo toleraremos. Todos los datos y conversaciones de este grupo se han guardado”, avisaba el texto.
Los agentes dieron 24 horas a los miembros del grupo para abandonarlo y les advirtieron de que si no lo hacían, podían “esperar una visita de la Policía”.
Asimismo, les conminaron a no crear un nuevo chat para incitar a más peleas o hacerlo a través de otras aplicaciones, pues en ese caso se arriesgarían a “ser procesados” por la Justicia, concluía el mensaje.
La mayoría de los jóvenes siguió las instrucciones, pero dos de ellos continuaron enviando textos incendiarios.
Por esa razón, los agentes tomaron sus datos y mandaron un informe a las oficinas de Halt, una rama del Ministerio de Justicia que se encarga de delitos menores cometidos por adolescentes y que estudiará si debe tomar medidas contra ellos.
Las autoridades tuvieron conocimiento del grupo de WhatsApp gracias a un “jeugdagent” (agente de la juventud) especializado en adolescentes.
Gracias al contacto físico y virtual que mantuvo con ellos, “escuchó que en cierto grupo de mensajería instantánea” se estaban convocando las peleas, explicó a Efe un portavoz de la Policía local.
El agente consiguió ponerse en contacto con los administradores del grupo y les pidió acceso para poder escribir la nota preventiva.
Desde la Policía de Zeeland explican que “no es excepcional” que intervengan cuando detectan “señales” de un problema, sino que es más bien su “trabajo diario”, aunque reconocen que entrar en un grupo de WhatsApp para pedir a sus miembros que lo abandonen “es menos usual”.
En cualquier caso, aseguran que dicha acción “fue lo mejor que se podía hacer” para evitar que las reyertas continuasen.
Los agentes de la juventud son policías comunes que han recibido formación específica para tratar cuestiones relacionadas con jóvenes de entre 12 y 23 años.
Entre sus áreas de especialización están el acoso virtual entre adolescentes, las agresiones físicas, problemas de drogadicción o la falsificación de documentos de identidad para comprar alcohol o drogas blandas en “coffee shops”.
Para ellos, “lo más importante es conocer y ser conocidos, ser de fácil acceso. Por ejemplo, hacen visitas a las escuelas o van a lugares donde los jóvenes pasan el rato”, indicó el portavoz de la Policía.
Muchos han abierto en los últimos años cuentas en redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter, donde interactúan con los jóvenes, aunque desde la Policía aclaran que “es decisión del agente” tomar ese paso.
De esta manera pueden, por ejemplo, interpelarles directamente si ven fotografías donde los menores están consumiendo alcohol o entrar en grupos vecinales de WhatsApp en los que se comentan los problemas del barrio.
Otra medida de las autoridades fue abrir la página web “Vraaghetdepolitie.nl” (Pregúntaselo a la Policía), donde se aclaran cuestiones legales sobre consumo de drogas o respuestas prácticas sobre qué hacer en caso de sufrir acoso en la escuela o virtual.
La web abre dos días a la semana un chat en el que los jóvenes conversan de forma anónima con los agentes para plantearles sus dudas o pedirles consejos.