Julia Arévalo
(EFE).- General ya retirado, Lino Oviedo falleció a los 69 años en un accidente de helicóptero, la misma noche que, 24 años atrás, participaba en la caída de Stroessner a las órdenes del consuegro de éste, el general Andrés Rodríguez.
Dentro de dos meses y medio iba a volver a intentar su sueño de alcanzar la Presidencia, al frente de la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE), una escisión del Partido Colorado con la que obtuvo el 21,89 por ciento de los votos en las presidenciales de abril de 2008, que ganó Fernando Lugo.
Nacido en Juan de Mena (provincia de Cordillera, en el centro de Paraguay) en septiembre de 1943, Lino César Oviedo Silva se formó como militar en Alemania y era coronel cuando forzó la rendición de Stroessner, al que amenazó con una granada y una pistola.
Ascendido en 1993 a la comandancia del Ejército, en abril de 1996 se declaró en rebeldía contra el entonces presidente, Juan Carlos Wasmosy, antiguo socio suyo que ordenó su destitución, lo encarceló y promovió contra él un proceso por sedición del que sólo se libraría definitivamente once años después.
Ahí comienza una década de procesos judiciales, exilio, desapariciones y periodos de cárcel durante la que promovió su figura política al frente de la UNACE, originalmente una corriente dentro del Partido Colorado.
El 9 de marzo de 1998 fue condenado a diez años de prisión militar por “comisión de delitos contra el orden y la seguridad de las Fuerzas Armadas y por insubordinación” en el Gobierno de Wasmosy, que supuso su inmediata inhabilitación política, su “baja absoluta” en el Ejército y la pérdida de todos los honores.
Raúl Cubas, el candidato que lo sustituyó en la UNACE, ganó las elecciones de 1998 y a los tres días de asumir la Presidencia decretó su libertad, le conmutó la pena de diez años por tres meses y le restituyó sus derechos cívicos y políticos.
Pero en diciembre, la Corte Suprema anuló el decreto, ordenó su regreso a prisión y Lino Oviedo se entregó, aunque siguió dando batalla.
El 23 de marzo de 1999, la democracia paraguaya atravesó sus peores horas desde la caída de Stroessner: el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña devino en un “juicio político” para la destitución de Cubas y en protestas callejeras en las que murieron siete jóvenes manifestantes.
Oviedo fue implicado en estos sucesos, conocidos como el “marzo paraguayo”, como autor intelectual y logró huir antes de que Cubas presentara su dimisión con destino a Argentina (patria de su esposa, Raquel Marín), que le ofreció asilo político.
De nuevo el héroe se convirtió en villano: expulsado del partido, fue acusado de instigar el magnicidio y el Gobierno pidió su extradición a Argentina, que lo mantuvo confinado en Tierra de Fuego pero no lo entregó.
Cuando Carlos Menem acabó su mandato, Oviedo pasó a la clandestinidad y pronto se le acusó de instigar una nueva intentona golpista protagonizada el 18 de mayo de 2000 por seguidores “oviedistas” en Asunción, y rápidamente sofocada.
Detenido el 11 de junio de 2000 en Foz do Iguazú (Brasil), fue trasladado a una prisión de Brasilia y Paraguay solicitó su extradición por los hechos del “marzo paraguayo”, sin éxito, pues el Supremo brasileño vio en el caso “motivaciones políticas”.
Oviedo quedó en libertad después de 18 meses encarcelado y poco después anunció la conversión de su movimiento UNACE en partido político y su intención de presentarse a las presidenciales de 2003.
La Corte Suprema ratificó la anulación de sus derechos cívicos pero Oviedo no se arredró: el 29 de junio de 2004, regresó a Paraguay sabiendo que iba “derecho a la cárcel”.
“Me liberaré y gobernaré el Paraguay”, prometió poco antes de ingresar en una cárcel militar de Asunción para cumplir la condena de diez años por la intentona golpista en 1996 contra Wasmosy.
En los años siguientes, una serie de fallos judiciales confirmaron y anularon las distintas condenas por los procesos abiertos en su contra, hasta que finalmente la Corte Suprema le otorgó la libertad el 31 de julio de 2007, cuando se cumplía la mitad de su sentencia por la asonada de 1996, y tres meses después la anulaba por completo, tras aceptar el testimonio de altos mandos militares que negaron los hechos.
Libre y rehabilitado, Oviedo no descartó una alianza con Fernando Lugo para intentar acabar con el Gobierno de los colorados -que llevaban seis décadas en el poder- pero finalmente presentó su propia candidatura con UNACE y obtuvo el tercer puesto en las presidenciales.
Poseedor de una gran fortuna amasada a la sombra del general Andrés Rodríguez -que se hizo con la Presidencia tras la caída de Stroessner- una comisión del Congreso brasileño vinculó su enriquecimiento con el narcotráfico, que él siempre negó.