Por Andrés Colmán Gutiérrez / @andrescolman
Su máxima ambición fue siempre llegar al poder. Lo intentó por todos los medios, tanto lícitos como irregulares, hasta el último minuto de su vida. Hoy, un trágico accidente aéreo pone fin a su convulsionada carrera política, paradójicamente en la misma fecha en que la había iniciado hace 24 años, el 3 de febrero de 1989, cuando saltó a la fama al arrestar personalmente al dictador Alfredo Stroessner, el día del golpe militar del que fue uno de los principales propiciadores.
Lino César Oviedo Silva había nacido en la localidad de Juan de Mena, Cordillera, el 23 de setiembre de 1943, hijo de un militar excombatiente de la Guerra del Chaco, el mayor Ernesto Oviedo. Pasó toda su infancia en un ámbito campesino y a los 14 años ingresó al Colegio Militar “Mariscal Francisco Solano López”.
Egresado como subteniente de Caballería el 31 de diciembre de 1962, ascendió a teniente coronel en 1981 y se convirtió en ayudante principal del general Andrés Rodríguez, quien comandaba el Primer Cuerpo de Ejército. Varias fuentes aseguran que inclusive eran socios en negocios privados.
Oviedo permaneció con perfil bajo durante la dictadura de Stroessner, aunque trascendieron denuncias periodísticas por su presunta participación en tráfico ilegal, durante su permanencia al frente de un destacamento en Amambay, cuando ya era coronel. En la época también se lo acusó de intervenir en actos arbitrarios y represivos, para intentar despojar de sus tierras a comunidades campesinas e indígenas.
<strong>Fue el golpe del 2 y 3 de febrero de 1989 el que lo catapultó a la fama. El coronel Oviedo Silva, entonces comandante del RC3 “Coronel Mongelós”, dirigió el grupo comando que capturó al general Stroessner, tras un fuerte enfrentamiento a tiros en el Batallón Escolta Presidencial </strong>.
La historia oficial es que Oviedo le exigió la rendición al dictador, amenazándolo con hacer explotar una granada de mano, y lo llevó preso a la sede de la Caballería, en Campo Grande. Pero familiares de Stroessner niegan que sea real esta versión.
<h2> EN POLÍTICA </h2>. Su participación en el golpe le valió a Lino Oviedo el rápido ascenso a general de Brigada, en mayo de 1989. Enseguida asumió la comandancia de la Primera División de Caballería.
En 1991, Oviedo fue nombrado comandante del Primer Cuerpo de Ejército. En mayo de 1992 fue ascendido a general de División.
Convertido en uno de los jefes más poderosos de las Fuerzas Armadas, Oviedo empezó a intervenir directamente en cuestiones políticas, construyendo su propio liderazgo y potenciando además su poder económico.
El proyecto inicial apuntaba a lograr la reelección del general Andrés Rodríguez para las elecciones de 1993, pero ello fue imposibilitado por la nueva Constitución Nacional redactada en 1992.
Ante esta situación, Oviedo respaldó la candidatura del empresario Juan Carlos Wasmosy, del entorno de Rodríguez, para las internas coloradas de diciembre de 1992, tratando de evitar que resulte electo el influyente caudillo Luis María Argaña, quien se perfilaba como el favorito.
Wasmosy era el candidato y el general Oviedo era su principal operador político. A tal punto ejercía el poder, que cuando los primeros conteos de votos de las elecciones empezaron a dar como ganador a Argaña, Oviedo mandó suspender el conteo, secuestró las urnas, modificó los resultados y finalmente dio como ganador a Wasmosy. Este escandaloso robo electoral, que era “vox populi”, fue confirmado públicamente varios años después por el senador colorado Juan Carlos Galaverna.
<h2> INTENTO DE GOLPE </h2>. A apenas tres días de asumir la presidencia, Wasmosy nombró comandante del Ejército a Lino Oviedo. El general pasó a ocupar abiertamente el rol de ser “el poder detrás del trono”. En ese proceso, la ciudadanía fue espectadora de episodios pintorescos, como la construcción de un “Linódromo” en las inmediaciones de la sede de la Caballería, en Campo Grande, un gran anfiteatro al aire libre donde, en febrero de 1996, organizó una mediática fiesta de carnaval, en la que altos jefes militares desfilaron disfrazados de pistoleros al estilo del legendario jefe mafioso Al Capone, y sus esposas como bailarinas de cabaret de la Chicago de los años 20. El cuadro fue objeto de burla en la prensa nacional e internacional.
Pero las fricciones entre Oviedo y Wasmosy, aparentemente por diferencias más económicas que políticas, se volvían cada vez más evidentes, hasta que estallaron el 22 de abril de 1996, cuando luego de una violenta discusión en Palacio -presuntamente acerca de las empresas que se beneficiarían con la construcción de un segundo puente sobre el río Paraná-, Oviedo se acuarteló en la Caballería y exigió la renuncia de Wasmosy, amenazando con sacar los tanques a la calle.
El Paraguay vivió tres días de zozobra. Miles de ciudadanos -especialmente jóvenes- se congregaron en las Plazas del Congreso y se pintaron las caras con colores de la bandera, exigiendo cárcel para Oviedo.
Wasmosy se refugió una noche en la embajada norteamericana y llegó a redactar su renuncia, pero al sentirse respaldado por la movilización ciudadana y la presión internacional, tras un primer intento de nombrar a Oviedo ministro de Defensa, finalmente se animó a pasarlo a retiro y a sacarlo del Gobierno, pero no se atrevió a procesarlo.
<h2>EN CAMPAÑA</h2>. En la misma tarde del 25 de abril de 1996, en que fue pasado a retiro, Oviedo reunió a sus seguidores en el Linódromo, pronunció discursos con breves expresiones en alemán y en lengua indígena maká, y anunció que iniciaba como civil su carrera a la presidencia de la República.
Fundó un movimiento interno dentro del Partido Colorado, al que llamó Unión Nacional de Colorados Éticos (Unace), al que dos años después transformaría en partido propio, cambiando la palaba “colorados” por “ciudadanos”. Nacía el oviedismo como fenómeno político.
“El oviedismo atacó desde su nacimiento como grupo político todos los principios republicanos: los partidos políticos, las leyes, la independencia de la Justicia, el poder parlamentario, el mismo orden constitucional”, relata la historiadora Milda Rivarola, en su ensayo “La herencia de largas dictaduras”.
Oviedo prometía seguridad contra la delincuencia y repartía algunos víveres y medicamentos entre la población más pobre, asegurando que el arreglaría todos los problemas del país cuando tuviera el poder absoluto.
Entre sus promesas más pintorescas, se recuerda que prometió que los campesinos entrarían descalzos al Palacio, y que cada paraguayo tendría como siete mujeres. Entre las más siniestras, aseguró que los periodistas y empresarios de prensa serian “alineados como velas” y que haría correr “ríos de sangre”.
“El oviedismo fue formando grupos armados ‘paramilitares’ con oficiales retirados de las Fuerzas Armadas y la Policía, encargados de organizar y encuadrar el movimiento político, de acciones de amedrentamiento contra los opositores a Oviedo, y finalmente de recaudación de fondos por medios delictivos”, sostiene Milda Rivarola.
<h2>CASI PRESIDENTE</h2>. Con este panorama, Lino Oviedo y su compañero de fórmula, el ingeniero Raúl Cubas, se enfrentaron al caudillo Luis Maria Argaña y su segundo Nicanor Duarte Frutos, en las elecciones internas del Partido Colorado, en setiembre de 1997. Oviedo y Cubas resultaron los grandes ganadores.
El polémico exgeneral se convirtió en el gran favorito a ganar la presidencia de la República, en las elecciones generales de mayo de 1998. Estaba a un paso de cumplir su sueño de toda la vida.
Buscando sacar a Oviedo del juego político, Wasmosy hizo finalmente lo que no se había animado dos años antes: procesarlo ante la Justicia Militar, por el intento de golpe de abril de 1996.
El comandante en jefe firmó una orden de arresto contra Oviedo, quien al principio la desobedeció pero finalmente acató y fue confinado en una guarnición militar, en plena campaña electoral, mientras duraba el proceso.
El 9 de mayo de 1998, un Tribunal Militar Extraordinario condenó a Oviedo a diez años de cárcel por el intento golpista de abril del 96. Sus abogados apelaron ante la Justicia, pero la Corte Suprema de Justicia confirmó la sentencia, inhabilitándolo como candidato presidencial.
Ante esta situación, su candidato a vicepresidente, Raúl Cubas, debió asumir su lugar como presidenciable, secundado por su adversario en las internas, Luis María Argaña.
Se usó un llamativo lema en campaña: “Tu voto vale doble: Votá por Cubas, para que Oviedo salga en libertad”.
El 10 de mayo de 1988, Cubas y Argaña ganaron con el 54% de los votos, frente a la dupla de la alianza opositora conformada por Domingo Laíno y Carlos Filizzola.
<h2> EL MARZO PARAGUAYO</h2>. En agosto de 1998, una de las primeras acciones de Raúl Cubas fue liberar a Lino Oviedo de la prisión, a través de un decreto.
En diciembre, la Corte Suprema calificó como “inconstitucional” la medida del presidente, pero Cubas ignoró la calificación y Oviedo siguió libre, convirtiéndose nuevamente en “el poder real detrás del trono”. Para muchos analistas, desde ese momento se produjo una ruptura del orden constitucional.
El clima político empezó a volverse más violento. “Las amenazas de muerte a senadores, diputados y ministros de la Corte, expresadas por Oviedo y sus seguidores, dieron paso a las acciones terroristas de comandos paramilitares. Hubo múltiples atentados con armas de fuego o granadas contra las residencias de expresidentes de la República, parlamentarios y dirigentes políticos”, recuerda Milda Rivarola.
El 23 de marzo de 1999 una noticia estremece al país. En una esquina de Asunción, desconocidos disparan contra el vicepresidente Luis María Argaña, quien finalmente fallece en un sanatorio.
Argaña venía sosteniendo una fuerte campaña política interna, cuestionando las acciones de Cubas y Argaña. Casi al instante, numerosos referentes políticos acusan a Oviedo de estar detrás del asesinato y se inicia una fuerte movilización ciudadana, generando una crisis política sin precedentes, que mantiene en vilo al país -y a gran parte de la opinión internacional- en los sucesos conocidos históricamente como El Marzo Paraguayo.
Durante varios días, miles de ciudadanos se concentran en las Plazas del Congreso, exigiendo la renuncia de Cubas y cárcel para Oviedo. El Congreso inicia un juicio político al presidente, y en la plaza se producen constantes enfrentamientos entre manifestantes oviedistas y anti-oviedistas, hasta que en la noche del 26 de marzo se produce el ataque de francotiradores, que culmina en la muerte de 7 jóvenes manifestantes contra el Gobierno.
Como consecuencia, Cubas renuncia el domingo 28 y parte al exilio, al Brasil, mientras Oviedo huye en una avioneta y se refugia en Argentina, acogido por el entonces presidente, Carlos Menem.
PRÓFUGO Y CAPTURADO. Tras asumir la presidencia el entonces presidente del Congreso, Luis Angel González Macchi, se encomendó la búsqueda y captura internacional de Lino Oviedo.
El 12 de junio de 2000, Oviedo fue capturado en Foz de Yguazú, Brasil, donde presuntamente se movía con un disfraz. Apelando a la Justicia brasileña, obtiene la condición de asilado. En todo ese tiempo, sigue manteniendo vínculos con sus seguidores, dirigiendo acciones políticas y dando entrevistas “desde la clandestinidad”, presuntamente oculto por momentos en territorio paraguayo.
El 28 de junio de 2004, Oviedo retorna al Paraguay y decide someterse por propia voluntad a la Justicia, para enfrentar los cargos acumulados en contra suya, tanto los del intento de golpe del 96 como por las muertes del Marzo Paraguayo. Es detenido y trasladado a la Prisión Militar en Viñas Cué, en las afueras de Asunción.
El 23 de julio de 2007, Oviedo logra que un recurso de Habeas Corpus sea admitido ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia paraguaya, y obtiene su libertad provisional en el proceso por el asesinato de Argaña.
Otro Habeas Corpus es admitido en julio de 2007, logrando su libertad provisional en el proceso por la masacre de jóvenes del Marzo Paraguayo.
El 30 de octubre de 2007, la Corte también absuelve a Oviedo y deja sin efecto la condena de 10 años por el intento de golpe de 1996.
Uno por uno, utilizando sus fuertes influencias en la Justicia Paraguaya y el poderoso aparato de abogados que siempre supo manejar, Oviedo logró desvincularse de todas las acusaciones y procesos en su contra y recuperar su plena libertad.
La mayoría de las últimas resoluciones a favor se obtuvieron durante la presidencia de Nicanor Duarte Frutos, por lo cual se habló de una alianza entre el último presidente colorado y el exmilitar.
Los familiares de las víctimas del Marzo Paraguayo sostienen que la Justicia cedió a los lazos de corrupción que protegen a Oviedo y sus seguidores, favoreciendo la impunidad.
<h2>EL ÚLTIMO CAUDILLO</h2>. Desde su rehabilitación tras los sucesos del Marzo Paraguayo, Oviedo no dejó de seguir intentando llegar al poder, presentándose como candidato a presidente, pero los últimos resultados electorales demostraron que ha perdido mucho de su caudal electoral , alcanzado como punto máximo en el 98, cuando estuvo a un paso de ser presidente.
La analista Milda Rivarola caracterizó al fenómeno del oviedismo como “un fascismo tardío”. Probablemente Oviedo sea uno de los últimos caudillos, de una estirpe de militares latinoamericanos obnubilados por el poder y la ambición desmedida.
“El general Lino Oviedo llenó la primera característica de los movimientos totalitarios: la del jefe populista y mesiánico. Este caudillo militar se presentó como el mesías o salvador de la Nación, y en pocos años reunió a grandes masas de adherentes -hombres y mujeres- fanatizados por sus discursos y promesas”, define Rivarola.
En sus últimos años, Oviedo prefirió situar en cargos de poder y candidatura a su entorno más familiar, incluyendo a sus hijos y a su esposa, provocando la ruptura con varios de sus más fieles seguidores tradicionales.
Presentándose una vez más como candidato a la presidencia, intentaba disputar con partidos de la izquierda y el centro el lugar de tercera fuerza política.
Pero llegó el destino de una manera brutal y puso fin a sus sueños con una muerte que es mediáticamente simbólica, y que solo añadirá leyenda a una vida controvertida y novelesca.
<em> Fuentes </em>: “La herencia de largas dictaduras”, por Milda Rivarola, publicado por la Biblioteca Última Hora en 2001; “Operación Gedeón: Los secretos de un golpe frustrado”, por José María Costa y Oscar Ayala Bogarín, Editorial Don Bosco; Archivos del diario Última Hora.