“Desde el día que Tragedia nos tiró la idea, supe que una propuesta como aquella no podía sino terminar mal”. Con estas palabras inicia uno de los relatos del libro de cuentos La lámpara del lenguaje, de Blas Brítez, titulado Atraco fútbol. El trepidante relato, rico en detalles sobre cada personaje, ilustra un extracto de la vida de un puñado de jóvenes entusiasmados por un posible millonario robo.
Sin embargo, en el ánimo de opinar, los personajes de Blas resultan en simples traviesos comedidos en comparación a los criminales de carne y hueso que pululan en el país. Es que el Estado, esa organización devenida en entelequia en Paraguay, donde el 87% de las instituciones públicas tiene un precario sistema de control interno, según informe de la propia Contraloría General de la República, está aplazado en tres de sus tareas fundamentales: Seguridad, salud y educación, y el orden de estos factores no altera el producto, están concatenados en importancia capital.
Pero volviendo al cuento de Brítez, insisto, quien lo lea se percatará que el robo hasta parece una travesura en comparación a la realidad, que supera una vez más a la ficción. Salpicada de humor, más que un robo, el propio Brítez escribe aludiendo a una eventualidad cuando se refiere a uno de los integrantes de la banda: “Cada tanto buscaba el abrigo de unos amigos cuya vida aventurera conjurara el maleficio de su vida de por sí errabunda...”.
Y un tema literario aquí es el fútbol, esa pasión de multitudes, esa tragedia que vivimos con la tercera eliminación consecutiva de la selección paraguaya de fútbol de una cita mundialista. Pareciera que el fútbol reflejara al Estado paraguayo: Fracaso.
Pero atracos en el fútbol sí los hay, los hubo y los habrá. No hay que olvidar el escándalo de FIFA, donde se mezclaron acusaciones de soborno, fraude y lavado de dinero. Sin embargo, en Paraguay, a pesar de pedidos de extradición y un ex presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol tras las rejas en un país extranjero, nada pasó. Y así nos va en los eventos deportivos internacionales, precisamente a 20 años de una gloria continental. Como simple observador de fútbol, me pregunto por qué existe una desigualdad enorme entre los clubes, unos multimillonarios y otros sin cancha para jugar en Primera división.
A propósito, a diferencia de los personajes de Brítez, entre los criminales reales no hay moral de ninguna laya. El autor lo escribe mejor, así que lo transcribo. “Teníamos una cierta ética delincuencial. Jamás robábamos nada de los clientes, de los trabajadores, de los simples transeúntes”. Ojalá fuera así con los políticos y dirigentes deportivos, pero también destaco a aquellos que representan la excepción, que espero no sean devorados por el sistema.
Por último, y para culminar el mejunje escrito, el 23 de febrero se reúne el Consejo de Administración de la Itaipú Binacional para analizar la tarifa de energía. Los brasileños quieren bajarla a toda costa y la postura paraguaya es mantenerla para generar recursos adicionales que se destinen a inversión pública. Recordemos que Brasil aprovecha el 85% de la producción. Aquí la esperanza me remite a las palabras de junio de 1966, cuando Paraguay y Brasil “concordaron en establecer, desde ya, que la energía eventualmente producida por los desniveles del río Paraná (...), será dividida en partes iguales entre los dos países, siendo reconocido a cada uno de ellos el derecho de preferencia para la adquisición de esta misma energía a justo precio, que será oportunamente fijado por especialistas de los dos países, de cualquier cantidad que no sea utilizada para la satisfacción de las necesidades del consumo del otro país”. El extracto citado es del Acta de Foz de Yguazú. Que no se olvide el “justo precio”.
Por ahora, le invito a acercarse a los cuentos de Blas Brítez, a la literatura en general. No se quedará decepcionado amantísimo lector, para sosegar los ánimos con esta pequeña obra de arte. Feliz domingo.