Por Andres Colmán Gutiérrez y Sofia Masi | CIUDAD DEL ESTE
Nilo Mármol, sacerdote uruguayo de la Congregación Pobres Siervos de la Divina Providencia, trabaja en la Diócesis de Ciudad del Este desde 2001 y se ha convertido en el principal referente de la acción social regional en favor de los niños y adolescentes en situación de calle.
Ejerce su labor pastoral en la parroquia Virgen de Fátima y dirigió el Hogar Santa Teresa, desde donde apoyó activamente la lucha contra la trata y tráfico de menores con fines de explotación sexual en la Triple Frontera.
Tras la asunción del presidente Fernando Lugo, la ministra Liz Torres lo designó titular de la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia en el Alto Paraná, nombramiento que desagradó al actual obispo de la Diócesis, monseñor Rogelio Livieres Plano, con quien el padre Mármol ha tenido varios roces y conflictos.
En medio de la crisis desatada en la Iglesia local y nacional, al agudizarse el enfrentamiento entre líneas pastorales diferentes con la elección del ex obispo de San Pedro en la presidencia, el sacerdote Nilo Mármol acepta dar su versión sobre lo que sucede en el Obispado de Ciudad del Este, donde, según sus palabras, hubo “un grave retroceso en la acción social de la Iglesia”.
-¿Cuál era la situación de la Diócesis en Alto Paraná, cuando usted llegó?
-Monseñor Ignacio Gogorza (actual obispo de Encarnación) fue nombrado obispo cuando llegué en el 2001. Había un trabajo social muy bueno, especialmente con la problemática de trata de personas y explotación sexual de menores. Gogorza era un obispo con mucha capacidad de escucha al sacerdote, cercano a la necesidad de la gente.
Supo lidiar y mediar con los distintos sectores, cuando en el 2001 se generó una grave crisis en Ciudad del Este. Fue una figura aglutinadora y evitó un derramamiento de sangre. Con él me sentí muy respaldado en el trabajo con los niños en situación de calle.
-¿Eso cambió al asumir monseñor Rogelio Livieres Plano la Diócesis, en el 2003?
-Sí, se produce un retroceso grande cuando asume Livieres. Empieza a cortar toda la acción pastoral en el campo social. Hoy a la Pastoral Social ya no se la siente, en ninguno de los ámbitos. Y hablo con autoridad, porque yo sigo muy metido en el tema del trabajo con la niñez, a pesar de que no le gusta al actual obispo.
- Livieres dice que la Pastoral Social sigue trabajando activamente ...
-La Pastoral Social actual tiene un planteamiento que olvida a la persona humana. Olvida que el hombre, para vivir, necesita tener todas las condiciones de salud, educación, trabajo. La mayor gloria de Dios es que la persona pueda vivir dignamente. ¿Cómo le voy a decir a un niño que Dios lo ama, si está muriendo de hambre? A nuestra Iglesia diocesana le faltan acciones concretas. Se está quedando en revitalizar ciertas prácticas que ya están pasadas a nivel litúrgico, olvidando lo fundamental y verdadero, que es la persona humana.
-¿El obispo le quitó respaldo para trabajar con los niños?
-Cuando uno escucha que el obispo dice que “la actividad social no es función de la Iglesia”, se siente muy sólo en este trabajo. La Diócesis dejó de trabajar en la lucha contra la trata y explotación sexual infantil, dejando a toda la gente que estuvo involucrada muy sola y abandonada.
El obispo no considera la actividad social como algo propio de la Iglesia, cuando en realidad desde las primeras comunidades cristianas el compromiso social siempre existió.
-¿Usted tuvo conflictos con monseñor Livieres?
-Sí. En el 2005, cuando el presidente Nicanor Duarte Frutos ordenó que en los niños pobres sean retirados de las calles, vino una arreada terrible en Ciudad del Este. La directora del Codeni (Consejo Municipal por los Derechos de la Niñez y la Adolescencia), con el Juzgado de la Niñez, empezaron a capturar a niños y niñas por la fuerza.
Nos enfrentamos a la medida represiva, con nuestros educadores y un grupo de madres. Se preparó una marcha pública para pedir la destitución de la directora del Codeni. Se le comunicó a Monseñor Livieres, quien dijo que era un derecho ciudadano y estaba de acuerdo, pero 24 horas antes me llama y me pide que no se haga la marcha, porque se lo había pedido la ministra de la Niñez. Le digo que era una marcha ciudadana y yo no podía evitar que se haga. Entonces me ordena que yo no asista. Le obedecí y no participé.
-¿Fue la única desavenencia con el obispo?
- En mayo de 2005 hubo una represión más violenta. Los de la Municipalidad, entonces dirigida por el intendente Javier Zacarías Irún, capturaban a los niños y los encerraban en el hogar municipal Abrigos del Este, sin orden judicial. Varios niños huyeron y se refugiaron en las favelas de Foz de Yguazú. Yo hablé con el obispo y realicé una serie de denuncias públicas.
Zacarías Irún y su gente empezaron a atacarme fuertemente a mí y al Hogar Santa Teresa por los medios. Me acusaron de que yo incitaba a los niños a quemar el hogar Abrigos del Este, lo cual era totalmente falso. Pero el obispo, en lugar de hablar conmigo y preguntarme, declaró públicamente que él no estaba de acuerdo con mi postura. Directamente, me desautorizó.
-¿Usted no intentó aclarar la situación?
-Si, yo pedí audiencia y hablé con el obispo. Le expliqué mi forma de ver las cosas, pero entonces Livieres me pidió que no continúe con la denuncia sobre la situación de los niños, porque le estaba perjudicando económicamente a él, en su relación con el poder de turno. Entonces, sentí que ya no había mucho por hablar.
-¿A quién se refería con “el poder de turno?
-Se refería al entonces intendente, Javier Zacarías Irún (líder regional de Vanguardia Colorada). Aparentemente él estuvo siempre muy cercano a Zacarías Irún, y uno de sus problemas, ahora, es que aquellos que lo beneficiaban ya no están en el poder.
-¿Usted se considera seguidor de la Teología de la Liberación, que cuestiona el obispo de Ciudad del Este?
-Si existe una Teología de la Liberación, es porque alguna vez hubo una Teología de la Opresión. Es una construcción teológica que surge a raíz de una experiencia no sólo de teólogos, obispos y sacerdotes, sino del pueblo latinoamericano, ante un momento histórico de dictadura, persecución, violación de derechos humanos. Es un intento de la Iglesia de responder a esa realidad.
Creo que la Iglesia en Paraguay intenta responder a la voluntad de Dios, pero no creo que sea una Iglesia que responda a la teología de la liberación. Existen obispos que son referentes, pero no son la totalidad. Hay algunos sacerdotes más progresistas que otros. Estamos adheridos a una teología que responda a las necesidades del hombre. Si eso es la Teología de la Liberación, sí, estoy adherido a ella.
-Usted es sacerdote y funcionario del Gobierno de Fernando Lugo, lo cual desagrada al obispo de la Diócesis. ¿Ha recibido algún tipo de amonestación?
-No pude hablar con el obispo cuando me nombraron, porque estaba de viaje. Hablé con el padre Miguel Ángel Collar, vicario general, y él me dijo que él no tenía problemas en que ocupe el cargo, pero que tenía que hablar con el obispo. El vicario luego me comentó que el obispo no está de acuerdo.
-¿Cuál es la razón por la que usted asume un cargo político, siendo religioso?
-Cuando llegué al Paraguay, mi primera experiencia fuerte fue presenciar la muerte de una niña de un año, en el Hospital Regional de Ciudad del Este, por desnutrición. En ese momento yo me dije: Este va a ser mi pueblo, esta será mi gente. Asumí el compromiso que Dios me puso, trabajé desde el Hogar Santa Teresa, me opuse al poder de turno, acompañando a los niños en situación de calle.
Ahora se da una situación extraordinaria en el país, en la que hay posibilidad de trabajar desde el Estado. Desde hace diez años trabajo en este tema con Liz Torres, actual ministra de la Niñez y la Adolescencia, y cuando ella me propuso estar al frente de la Secretaría en Alto Paraná, se me planteó un desafío demasiado grande, como para decir que no.
-¿Usted está de acuerdo con que un obispo de lance a la arena política?
-El Paraguay vive un momento extraordinario. Fueron 60 años de pobreza y sufrimiento, que necesitaban respuesta. Fernando Lugo es la consecuencia. Yo pregunto: ¿dónde estuvo la Iglesia, durante estos 60 años de sufrimiento del pueblo paraguayo, que no formó laicos capaces de enfrentar las situaciones? Un obispo tuvo que dejar de ser obispo, para dar una luz de esperanza a la gente. Quiere decir que la Iglesia no cumplió su papel de preparar laicos para el compromiso político, con esa maldita frase de que “la Iglesia no se mete en política”. Al decir eso ya está asumiendo una posición política, porque está pidiendo que no se haga nada por cambiar lo injusto, para que siga todo igual.
Lugo es el fruto de una situación extraordinaria como país. En lo personal, yo me saco el sombrero ante la valentía de Fernando Lugo, por haber renunciado a toda una vida para asumir este desafío por la gente, y por ocupar la presidencia, enfrentando todo lo que está sufriendo ahora.
-¿Qué pasaría si monseñor Livieres le establece algún tipo de sanción por ocupar un cargo político?
-No quiero generar conflictos ni polémica por este tema. En caso de que haya alguna sanción, no voy a discutir nada de lo que disponga el obispo, pero no voy a dejar este cargo. Mi congregación me apoya y me da libertad. Pero esta es una opción personal, y yo no voy a comprometer a mi congregación.
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