Coincidentemente, en Asunción esto tiene lugar en momentos en que las primeras inundaciones obligan a familias ribereñas a dejar sus casas precarias y ocupar las plazas del microcentro.
Ambos hechos: uno, el de los cientos de aspirantes a concejal y a intendente que se presentan ofreciendo mejorar la situación de estos y otros ciudadanos y, dos, las familias afectadas por la riada, ambos conforman un doloroso déjà vu. Aunque aquí se trata de escenas reales que se repiten cíclica y penosamente.
Esas personas que viven en condiciones de pobreza en la orilla del río son el resultado concreto de que el ejercicio de la política desde el Gobierno local —Municipalidad de Asunción— ha sido incapaz de dar una solución de fondo a este problema social que es solo uno de los tantos en la capital del país.
Sin embargo, aparecen nuevos y antiguos personajes, muchos aupados por padrinos de fuste; otros aprovechando su popularidad farandulera, como si esta fuera una cualidad de peso a la hora de llevar adelante una gestión de gobierno.

Están los alevines de políticos que ya han demostrado no tener vocación y también los que arrastran una pésima foja manchada de corrupción. Pero nada de esto parece importar para alcanzar el poder por el poder, como históricamente lo buscan los partidos tradicionales y replican los movimientos políticos más jóvenes.
La calidad de la representación va de mal en peor. Gente sin ninguna trayectoria, sin una hoja de vida que revele algún interés por los demás o de servicio a la sociedad. Que no se ha jugado por nada ni nadie y sin formación política integran las ofertas electorales y certifican con ello, una y otra vez, la visión de botín que se tiene de la política.
En esta ola de candidaturas se pierden como en la hojarasca las personas interesantes que se postulan y podrían marcar la diferencia y arrasan aquellos que tienen la bendición de los dueños de los partidos aun con huecas campañas.
Se reanuda la ristra de promesas para mejorar la situación de la derruida y sucia ciudad y aumentar la calidad de vida de sus habitantes. Así estamos de nuevo hoy, comenzando el desgastante camino hacia unas elecciones municipales fijadas para octubre próximo, pero que en junio demanda que se realicen las internas simultáneas.
Todo el año estaremos con este tema, lo que no sería tan malo, de no ser por la forma en que se encara, el pobre nivel general de los candidatos y la falta de ideas y proyectos viables entre sus propuestas.
Volveremos a ver postulantes recorriendo los barrios, seguramente ya no repartiendo latas de vaca’i, sino frascos de alcohol y tapabocas. Los escucharemos de nuevo comprometerse con los vecinos para arreglar las calles, limpiar los terrenos baldíos, construir un nuevo muro de contención, retomar las obras de alcantarillado, hermosear las plazas, ordenar y agilizar el tránsito, etc., etc.; es decir, el discurso. En cada municipio harán lo mismo. También inundarán las redes sociales con rimbombantes planes, en su mayoría irrealizables, para resolver los históricos y urgentes problemas de la ciudad.
Pero en la trastienda, la única preocupación que tienen es asegurar los fondos para los operadores políticos y para abrirse paso billete en mano, junto a la infalible y tremendamente perjudicial fórmula de “algún puestito en la muni”, más atractiva que nunca, en una época de alto desempleo. ¿Cambio?, ¿Qué cambio?