Los que están en la franja de pobreza son personas que, según el INE, están desocupadas o mal empleadas, no tienen acceso a una jubilación o pensión, cuentan con escolarización atrasada o simplemente son analfabetas, trabajan en plena adolescencia (entre los 10 a 17 años), habitan en una casa inadecuada, no acceden a agua potable y usan carbón o leña para cocinar, son personas accidentadas o enfermas excluidas, entre otros dilemas que entraña la privación de lo mínimo para lograr una vida digna.
No faltan aquellos que con cierta ligereza, o por mera ignorancia, se les escape un “es pobre porque quiere”. Quizás sea fácil decirlo, pero duro de asimilarlo y entenderlo.
Si fuera fácil abandonar la pobreza, no habría tantos, y ni se lucharía contra este flagelo y todos viviríamos felices. Pero ese no es el cuento que nos cuentan. Mientras algunos gozan de cuantiosos privilegios capeando con holgura la pobreza, otros desafían meritoriamente en renunciar a ello. Finalmente, otra franja queda atrapada en la indigencia, casi como en un callejón sin salida.
Según la activista y creadora de contenidos, la mexicana Carolina Hernández, el privilegio es un modo en el que unos llegan más lejos que otros en la carrera de la vida, cuando se cuentan con oportunidades y ventajas que otros no gozan.
Para ilustrar el concepto de “privilegio” de una manera sencilla, se vale del ejemplo de una carrera o maratón de 40 kilómetros. Algunos, empiezan en el kilómetro cero y otros inician en el veinte.
“No significa que uno no se esforzó, porque de hecho sí lo hizo. Hay gente que se esfuerza igual que uno, pero está veinte kilómetros atrás. El privilegio radica en ver en dónde uno empieza esta carrera de la vida. No es lo mismo comenzar en una comunidad marginada, que empezar con un papá que puede ayudarte a crecer y emprender en la vida”, señala Hernández.
Añade que los que lograron vencer la carrera partiendo del kilómetro cero son extraordinarios, y por eso, se les dedica una película. “El sistema no está diseñado para que ganen (los pobres o aquellos en condiciones de desigualdad), e igualmente lo ganan. Y la pregunta es: ¿cómo lo hicieron?”, dice la periodista mexicana.
La colega también explica que no siempre se aplica el famoso refrán “si yo lo hice, todos lo pueden hacer”, ya que bien podría compararse al “es pobre porque quiere”.
Cientos de paraguayos la reman cada día, sin pensar en el mañana, y su única meta es subsistir, comer o llegar vivos al final del día. Para otras cuestiones ya ni llegan. Para la mayoría no hay futuro, solo el aquí y el ahora. Si sobra tiempo, voluntad y ganas, ya habrá mejor salud, más dinero, una nutrición de calidad, más capacitación y estudios, un trabajo digno, posibilidades de emprender o viajar, entre otros “sueños”.
Miles de compatriotas quieren vivir una suerte de “sueño americano”, dejar el anonimato y alcanzar la fama y el éxito pisando EEUU, en esa llamada tierra de oportunidades. Pocos lo logran. Algo similar ocurre aquí. Sin sonar desdeñoso, algunos quieren cumplir su “sueño a lo paraguayo”, pisar Asunción o Central, y acariciar el triunfo tras dejar sus casas en el interior del país.
Lamentablemente, sin sonar pesimista, muchos se estrellan duramente ante una sociedad que les margina, no les brinda oportunidades laborales dignas ni educativas. Quedan otras vías, como las drogas, la delincuencia o la prostitución.
En esta senda de la vida, muchos anhelan hallar una luz, una esperanza, algo o alguien que los libre de su condición de pobreza. Liberarnos del cruel destino es quizás muy duro o una tarea espinosa. Es así que la meta es llegar ¿a dónde? Y nosotros ¿ya llegamos? ¿o ni empezamos?