31 mar. 2025

Loquitos

Ya pasó lo de la imaginación al poder, la gran patria latinoamericana, la democracia es el poder del pueblo, hasta la victoria siempre y el fin de la historia. Ahora los loquitos están de moda, y que Dios nos encuentro confesados porque se reproducen como hongos. Sin pecar de exagerado, uno se pregunta ante estas circunstancia si este camino sinuoso es parte de un proceso de renacimiento de la política honesta y útil o el inicio de una hecatombe sin un final claro.

En este nuevo milenio de cambalache 2.0 las ideas ya no son lo que eran antes. Ahora son cajas vacías, mera retórica, remedos de verdad, ilusiones de solución. La izquierda y la derecha lograron igualarse en corrupción, mediocridad e ineficiencia.

La democracia camina confusa sin referentes discursivos. No hay debates, ni posturas apasionadas en busca de la verdad, ni soluciones honestas y prácticas para alcanzar el bien común.

Ante tanto desosiego solamente queda el recurso del grito, del show político vacuo, de los extremos peligrosos. Los enemigos de la democracia se están aprovechando de ella para destruirla y los demócratas no se dan por enterado. Es más, algunos acompañan felices preparándose para el triste espectáculo de la decadencia.

Comenzó con Donald Trump. Todos se reían de él, hasta que logró ser presidente de los EEUU. Jair Bolsonaro llegó después. Todos se reían de él y hoy puede ser presidente del mayor país de la región. Como en Paraguay se copia rápido y mal, estamos pariendo un nuevo engendro: Payo Cubas. Ahora todos se ríen de él. Y esperemos que no pase de ser un mal chiste.

A falta de referentes éticos, a falta de claridad, a falta de propuestas, a falta de inteligencia, la población está votando con rabia, con desprecio a un sistema que siente los traicionó.

Ahora no se vota por algo se vota contra algo. Hay un enorme sentimiento de desprecio por la casta política bruta y venal empotrada en la estructura democrática. Pero la rabia que motiva al votante no quiere el cambio, no busca alternativas sanas, se solaza en la destrucción. Por eso aplauden a los supuestos antisistema que pregonan con ínfulas mesiánicas el juicio final contra todo y todos.

Martín Caparrós lo resumió así: “Vivimos tiempos sin mañana: casi nadie se imagina un futuro realmente mejor en términos políticos o sociales. El último gran cambio es que se perdió la expectativa de un gran cambio... Nada será posible sin crear una idea de futuro que les pelee a estos monstruos democráticos la posibilidad de la esperanza”.