Félix Pérez Cardozo - fallecido el 9 de junio de 1952, en Buenos Aires- , por su arte y su don de gente, creó en la Argentina fraternidades que no hubiera podido entretejer si no hubiese sido un gran músico y un gran creador. Una de ellas fue la del cuyano Hilario Cuadros, músico, letrista y compositor nacido en la Media Luna de Guaymallén (de la provincia de Mendoza, de la región de Cuyo), el 23 de diciembre de 1902, y fallecido en Buenos Aires, el 8 de diciembre de 1956, apenas cuatro años después de la partida de su coautor.
La cueca Los 60 granaderos es un clásico del cancionero popular argentino. La letra de Hilario Cuadros - que se hizo famoso al frente de su conjunto Los Trovadores de Cuyo- recuerda a un arriero que reza por los 60 soldados de su tierra que cruzan con un San Martín muy enfermo los Andes, en enero de 1817, para liberar a Chile de los españoles.
No hay datos acerca de la forma en que se originó la amistad entre el argentino y Félix Pérez Cardozo, nacido en Y’aty (que hoy lleva su nombre), departamento del Guairá. Atendiendo al mundo en el que se movían ambos, no es difícil, sin embargo, imaginar que tuvo que haber sido entre sones de guitarra, canciones y una alegría que solo acababan con el retorno del sol, al día siguiente.
Un artículo de Federico Riera - poeta y músico, autor de Asunción y Virgencita de Caacupé- publicado por la Revista Fa-Re-Mi, de Bernardo Garcete Saldívar, y afortunadamente reproducido por su página web (www.musicaparaguaya. org), en su sección “Paraguay profundo”, nos permite encontrar una pista acerca del lugar en el que cobró alas la celebérrima cueca.
Contando que un día, expresamente, enfiló sus pasos al lugar donde la obra comenzó a ser creada, el que también era periodista escribía que Los 60 granaderos nació en el bar “El Pensador”, ubicado en las calles Hipólito Yrigoyen y Luis Sáenz Peña, de Buenos Aires.
“Nos encaminamos hacia allá..., pero no para satisfacer nuestro apetito”, aclara, y continúa: “Otra misión nos guía. La de evocar el sitio y el rincón donde Pérez Cardozo compuso Los 60 granaderos, con su íntimo amigo Hilario Cuadros, una noche de caras evocaciones, donde, entre conversación, un asado criollo y un vino de Mendoza, nacieron las primeras estrofas y los ocho primeros compases de esa canción, que hoy es un himno y se canta en las escuelas, en todos los barrios de Buenos Aires, hasta los rincones más apartados del país, donde late un corazón argentino”.
En un relato emocionado, Riera menciona que se le caían las lágrimas al viejo mozo que le mostró la mesita en la que ambos artistas estuvieron sentados. A estar por la emoción del guía, este tuvo que haber sido testigo de aquel encuentro memorable.
“Un estremecimiento hizo vibrar todo nuestro cuerpo. Pareciera que una ráfaga helada corriera por nuestras venas al evocar aquel instante en que estos dos hombres escribieron una página inmortal en el pergamino del tiempo y la historia”, testimonia Federico.
Aquel encuentro tuvo que haberse escenificado en la década de 1940, en la época de esplendor de Félix Pérez Cardozo.
De acuerdo a lo que Riera dice, en aquel rincón porteño brotaron solo “las primeras estrofas y los ocho primeros compases”.
Es lógico que así hubiese sido. El proceso de creación habrá continuado después, acaso cada uno por su cuenta, quizás en el mismo sitio, en otras celebraciones de la amistad que los unía. Con la melodía y el ritmo hallados, el resto vendría como el agua que corre por un cauce.
En un bar de Buenos Aires, Félix Pérez Cardozo e Hilario Cuadros hacen los primeros versos y compa- ses de un clásico del cancionero popular argentino.
Memoria viva
Mario Rubén Álvarez
Poeta y periodista
alva@uhora.com.py
Los 60 granaderos
Ante el Cristo Redentor
se arrodillaba un arriero
y rogaba por las almas
de los bravos granaderos.
Eran sesenta paisanos
los sesenta granaderos,
eran valientes cuyanos
de corazones de acero.
Quiero elevar mi canto
como un lamento de tradición
para los granaderos
que defendieron nuestra nación.
Pido para esas almas
que las bendiga nuestro Señor.
Nuestra Señora de Cuyo contempló
la cruzada de los Andes y bendijo
al general San Martín,
el más grande entre los grandes.
Cuna de eternos laureles
con que se adorna mi patria
es Mendoza, la guardiana,
por ser la tierra más gaucha.
Letra: Hilario Cuadros Música: Félix Pérez Cardozo