LA GOTA QUE COLMÓ EL VASO
La prensa británica destapó el pasado 29 de junio que el jefe de disciplina del grupo parlamentario conservador, Chris Pincher, “manoseó” a dos colegas en un club privado conservador, un caso que propició que el parlamentario dimitiera y que el partido decretara su suspensión.
A los pocos días surgieron nuevas acusaciones de conducta sexual indebida –algunas que se remontaban hasta a hace una década– contra Pincher, que revelaron que Boris Johnson tenía constancia de su existencia cuando lo designó el pasado febrero responsable de disciplina de la formación, pese a haberlo negado inicialmente.
Sus mentiras y su gestión del escándalo le costaron la confianza de Rishi Sunak y Sajid Javid, ahora ex ministros de Economía y Sanidad, respectivamente, que dimitieron el martes y desencadenaron una oleada de renuncias.
El “PARTYGATE”
Las numerosas fiestas y encuentros sociales que miembros del Gobierno, incluido el propio Johnson, protagonizaron en Downing Street –sede del Ejecutivo– durante los meses de confinamientos en la pandemia indignaron a los ciudadanos, que acataban entonces durísimas restricciones sociales anti-Covid.
Ese escándalo, el más sonado de su mandato, erosionó su credibilidad y le puso en el ojo de mira de una investigación policial de Scotland Yard, que lo multó junto con su esposa, Carrie.
También fue objeto de una pesquisa a cargo de la alta funcionaria Sue Gray, que publicó un durísimo informe en el que documentó casos de “excesos etílicos, desprecio a subordinados y desdén por las normas” por parte del círculo cercano al “premier” en los peores momentos de la pandemia.
Además, una comisión parlamentaria tiene pendiente investigar si Johnson mintió de manera deliberada al Parlamento cuando tuvo que comparecer en numerosas ocasiones y negó haber tenido constancia de muchos de esos encuentros sociales durante la pandemia.
UN FALLIDO INTENTO DE CAMBIAR LAS REGLAS
En octubre de 2021, la comisión de estándares parlamentarios halló culpable al diputado conservador Owen Paterson de haber quebrado el código de conducta y recomendó su suspensión, al haber empleado su posición para beneficiar a dos empresas para las que trabajaba como asesor.
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El Ejecutivo trató de reformar el actual sistema regulatorio para bloquear esa suspensión, aunque finalmente tuvo que echarse atrás ante el rechazo dentro de sus propias filas parlamentarias y de los partidos de oposición.
El 4 de noviembre de 2021, el conservador Owen Paterson anunció su dimisión como diputado, pero las dudas sobre la honorabilidad del Ejecutivo ya estaban sembradas.
LA SOMBRA DEL SUPERASESOR
El controvertido ex asesor de Johnson, Dominic Cummings, cerebro en la sombra de la campaña del Brexit y mano derecha del premier al comienzo de su mandato, fue también su pesadilla.
Primero, al descubrirse que viajó con su familia a casa de sus padres en el norte de Inglaterra en medio de las restricciones más duras de la pandemia, y posteriormente a través de sus revelaciones y críticas.
Ante dos comisiones parlamentarias, atacó la gestión del líder tory en su manejo de la pandemia, reprochando sus “malas decisiones” que, según él, costaron la muerte “innecesaria” de muchos ciudadanos. Entre sus críticas, aseguró que Johnson prefería “dejar que se apilaran los cadáveres” a un tercer confinamiento.
UNA COSTOSA REDECORACIÓN
La comisión electoral del Reino Unido, organismo independiente encargado de supervisar la financiación de los partidos, abrió en abril de 2021 una investigación para esclarecer de dónde procedían los fondos empleados por Johnson y su esposa para redecorar su residencia de Downing Street.
Más de 65.000 euros canalizados a través del Partido Conservador fueron empleados para financiar la suntuosa reforma, ejecutada por la decoradora Lulu Lyttle, en otro turbio escándalo que recibió el nombre de “Wallpapergate”, en referencia al empapelado de las paredes.