Por qué protesta la gente.
Luego, no es solo la merienda de los escueleros ni el arancel universitario. Es la heladera vacía, la luz que se corta, el agua que no llega o viene asquerosa, es el micro chatarra que te hace sufrir y las reguladas que deben ser negociadas con un tal Ruiz Díaz. Es la violencia callejera que mata gente, son los 750 mil hambrientos, los baches y el caos en el tránsito, son las escuelas sin techos ni baños, es la deserción escolar del 40%, son los 450 mil niños y adolescentes fuera de la escuela después de la pandemia, son los escasos 9 años de escolaridad promedio que apenas sube un año cada una década, faltando 30 años para tener el mínimo de 12 y comenzar a pensar en el desarrollo.
Es la desnutrición infantil que mata 30 mil cerebros en forma anual. Además, no hay remedios oncológicos, hay filas en el IPS y la salud pública es deprimente. No hay trabajo con salario mínimo y seguridad social. Al mismo tiempo, la volatilidad del PIB dependiente del clima nos impide planificar, se deterioran los términos de intercambio: suben los combustibles y el smartphone, ya no alcanzan los ingresos para pagarlos, bajan los precios de los commodities y los fleteros de la soja están enojados porque los intermediarios y lavadores hacen viajes al costo con camiones nuevos. Siguen las denuncias de corrupción escandalosa, los nepobabies que no renuncian irritan a los comunes, el narcotráfico maneja la política, la injusticia se vende desde la Fiscalía, los dos senadores más famosos del Chaco siguen en sus cargos y se vanaglorian de la desvergüenza. Mientras, las violaciones institucionales destituyen a la senadora K y los liberales cartistas cometen desmanes a cara descubierta. Por último –no menos importante–, el presidente reina, pero no gobierna, y el quincho tiene más poder que Mburuvicha Róga. ¿Dónde está el piloto?
La política es la transformación del todo. Y la protesta es el hartazgo en armas. La libertad en democracia es la vida pública que busca trastornar los patrones. La política no es monopolio de los políticos ni es un tema puramente electoral. Los empresarios hacen vida política para defender sus intereses. Los trabajadores también. Quisieron acusar a los estudiantes de que tenían reivindicaciones políticas. Como si la expresión de la disconformidad en la vida pública, buscando la suficiencia presupuestaria en el uso del dinero público con otras reivindicaciones sociales fueran un delito. Como si el ejercicio de la petición al que tiene el mandato temporario fuera algo criminal. Como si publicar la desconfianza en los políticos fuera execrable. Ojo con esto. Estamos delante de, probablemente, la mayor protesta estudiantil del periodo democrático del Paraguay.
La epidemia. La mayoría de nosotros cree que la historia es lineal o cíclica. Pero, en realidad, ella puede ser aleatoria, cuando la historia se acelera y debes tomar decisiones en forma apresurada. Eso puede pasar. Malcolm Gladwell dice, en su libro The Tipping Point, que el punto de ebullición es un momento de masa crítica no gradual que tiene las características de una epidemia. Las protestas universitarias en Asunción, Ciudad del Este, San Lorenzo, Villarrica, Encarnación, Caaguazú, Canindeyú, etcétera, tienen esas características. Fueron emociones contagiosas que crecieron en progresión geométrica.
Los paraguayos somos conservadores y gradualistas en esencia. Pero algo raro está pasando gracias a los estudiantes. La capacidad de exponer sus ideas y la firmeza de sus convicciones nos han despertado. Superaron ampliamente a los parlamentarios en el talento para transmitir pensamientos críticos, bien articulados. De lejos. Estamos en un momento donde lo inesperado se hace esperado y donde cambios radicales pueden ser más que una posibilidad.
Los gerentes de la pobreza, economistas muchos de ellos, que componen este gobierno continuidad de los anteriores, deben entender que el país se está llenando de agentes infecciosos que están desencadenando una epidemia virtuosa. La economía es pura expectativa y tiene efecto contagio. La política también. Las tres reglas de Gladwell están dadas: Los mensajeros electos, el factor de fijación y el poder del contexto.
En primer lugar, los electos están actuando, tienen el mensaje, son comunicadores eficaces, jóvenes atractivos, que circulan en todos los estratos de la sociedad, de sectores económicos, de familias y espacios geográficos. Los estudiantes universitarios tienen padres, amigos, redes sociales, novias, novios, compañeros de deportes, que multiplican rápidamente cualquier cuestión. Cuidado con esto. Los estudiantes tienen la simpatía de la sociedad, de entrada. Además de ser electos, comunicadores con un mensaje legítimo, son expertos. Manejan cifras, están acostumbrados a estudiar, a exponer, a rendir examen, a debatir, a perseverar. Cosas que los políticos no tienen como hábitos.
En segundo lugar, el factor de fijación de Gladwell está presente. Esto quiere decir que existe ahora algo fácil de aprender. El factor de fijación fue regalo del Gobierno con sus voceros trogloditas. El Hambre Cero mentiroso fue el factor de ignición para los jóvenes rebeldes. Al despreciárselos como minoría insignificante, burros, akãne, que no entienden la macroeconomía y parecen estudiantes de la UNA, etcétera, todo fue más fácil para los manifestantes. Tomaron las etiquetas del Gobierno y en modo jiu jitsu usaron la fuerza adversaria en favor del mensaje. Se multiplicaron por millares tomando las universidades, las calles, las redes, los medios propios y ganados. La prensa se puso a favor de la juventud.
En tercer lugar, el poder del contexto hizo la diferencia. Los nepobabies, las metidas de pata del Gobierno, las recientes anomalías institucionales en el Legislativo, idas y venidas con los desafueros, son temas que hicieron el escenario. Además, se nota demasiado, no hay plata, se recauda poco, se roba mucho y se gasta mal.
Conclusión. Los jóvenes que protestan están podridos de la política paraguaya. No confían en nada. Están esperando a un nuevo liderazgo totalmente diferente que hable el lenguaje de los modernos shoppings de Asunción y del mercado Fintech que les provee las billeteras digitales. Están aguardando a alguien que les prometa la economía del conocimiento, el manejo del inglés, un departamento confortable y alimentos nutritivos para toda la población. Exigen hospitales públicos de calidad, remedios para la abuela, escuela bilingüe a tiempo completo, inversión de unicornios que les empleen, con buenos salarios y viajes internacionales. Todas estas expectativas los políticos tradicionales ni saben qué significan. Estos hablan una lengua en desaparición, gutural, inentendible para los jóvenes.
En cualquier momento van a aparecer nuevas figuras que, en vez de arreglos electorales, digan a los jóvenes con integridad y relevancia: “Si me eligen, y dentro de un año y medio el correlí sigue robando, los nepos continúan asaltando, no hay remedios oncológicos, si aun viajan en un ómnibus chatarra y la heladera sigue vacía… les autorizo a que me pidan la renuncia y me saquen a patadas del Palacio de Gobierno”. Ahí quiero ver qué pasa. Saludos cordiales.