Un estudio que publica este miércoles Nature demuestra que las diminutas partículas de hierro en aerosol presentes en el humo y las cenizas, que fueron transportadas por el viento hacia el este, fertilizaron el agua al caer en ella.
Esta circunstancia proporcionó nutrientes para alimentar floraciones a “una escala sin precedentes en esa región”, señala la Universidad de Duke (Estados Unidos), de las firmantes de la investigación.
El auge del fitoplancton secuestrador de carbono plantea nuevos interrogantes sobre la captación de ese elemento químico y la productividad oceánica.
Esta investigación es la primera que vincula de forma concluyente una respuesta a gran escala en la vida marina a la fertilización por los aerosoles de hierro pirogénicos -ocasionados por el fuego- procedentes de un incendio forestal.
“Los incendios forestales pueden fertilizar los océanos, provocando potencialmente un aumento significativo de la captación de carbono por parte del fitoplancton”, señala uno de los firmantes, Nicolas Cassar, de la Universidad de Duke.
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El descubrimiento plantea nuevos interrogantes sobre el papel que pueden desempeñar los fuegos forestales en el fomento del crecimiento de las algas marinas microscópicas conocidas como fitoplancton.
Estas algas absorben, mediante la fotosíntesis, grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera terrestre que calientan el clima y son la base de la red alimentaria oceánica.
Las floraciones de algas provocadas por los fuegos forestales australianos fueron tan intensas y extensas que “el posterior aumento de la fotosíntesis puede haber compensado temporalmente una fracción sustancial de las emisiones de CO2 de los incendios”.
Sin embargo, no está claro qué parte del carbono absorbido por ese evento, o por las floraciones de algas provocadas por otros incendios forestales, permanece almacenada de forma segura en el océano y qué parte se libera de nuevo a la atmósfera, lo que para Cassar es el siguiente reto a determinar.
Se prevé que los grandes incendios forestales, como los de Australia, se produzcan cada vez con más frecuencia con el cambio climático.
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Estos incendios representan “un impacto inesperado y hasta ahora poco documentado del cambio climático en el medioambiente marino, con una potencial retroalimentación en nuestro clima global”, según Weiyi Tang, también de la Universidad de Duke.
Los aerosoles pirogénicos se producen cuando se queman árboles, matorrales y otras formas de biomasa. Las partículas de aerosol son lo suficientemente ligeras como para ser transportadas por el humo y las cenizas de un incendio durante meses, a menudo a grandes distancias.
El estudio se centró en el impacto en el océano Antártico, pero otras regiones, como el Pacífico Norte y las zonas cercanas al ecuador, donde las aguas más profundas y frías suben a la superficie, “también deberían ser sensibles a las adiciones de hierro procedentes de los aerosoles de los incendios forestales”, según Joan Llort, del Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) de España, que participa en la investigación.
Los científicos utilizaron observaciones por satélite, flotadores oceánicos robóticos, modelos de transporte atmosférico y mediciones de la química atmosférica para rastrear la propagación de los aerosoles de hierro pirogénicos procedentes de los incendios forestales australianos y medir su impacto en la productividad marina.