La historiografía paraguaya es una de las que más han callado sobre hechos y personas de cuyo protagonismo e importancia no nos hemos enterado. Ahora que se acercan las fiestas patrias, se anuncia una muestra en la Casa de la Independencia y en el Archivo Nacional, que se titula: Los invisibles: pardos, negros y esclavos del Paraguay, con el objetivo de visibilizar a este particular grupo de paraguayos que jugaron un papel clave en nuestra historia, pero que muy poco han sido estudiados.
Desde aquel trabajo pionero de Josefina Plá, otros han profundizado en el tema de los afroparaguayos, lo que ha engrosado la lista de publicaciones que han hecho un esfuerzo por sumar datos, imágenes y voces distintas a nuestra historiografía nacional siempre propensa a ensalzar un solo aspecto de nuestro pasado. Pero bien mirado, trabajos como los mencionados han venido apareciendo casi paralelamente a los “clásicos” publicados por los historiadores reconocidos y, aunque pocos en comparación a estos, ya acumulan un listado ostensible que dignifica el esfuerzo de muchos investigadores por mostrar las múltiples caras de nuestra sociedad a lo largo del tiempo.
Es cierto que en su proceder metódico y epistemológico el historiador debe recortar y elegir; esta selectividad viene dada por algo mucho más amplio, el paradigma, que determina el método y la episteme. Esto, justifica de algún modo, la mirada sesgada de nuestros historiadores pioneros. Nuestro problema, más que nada, se encuentra en nuestro atraso, pues mientras en países de la región la historia social y cultural marcan tendencia, acá seguimos con el mismo inconmovible paradigma, el cual deja poco espacio a otras formas de hacer historia. Tal atraso es menos culpa de los historiadores, más bien que por razones políticas que afectan las políticas públicas académicas y de investigación.
También es cierto que lo doctrinario, lo ideológico e intereses creados siempre han metido mano en la labor de los historiadores (y es el caso también en otras ciencias sociales y humanas), en nuestro país esto ha sido muy acentuado y recién ahora vemos a una generación de historiadores más conscientes en su esfuerzo por escribir desde una necesaria y posible neutralidad. Esta generación es la que con su trabajo innovador logra despertar el interés de nuestras autoridades hacia temas como la muestra sobre la esclavitud y los afroparaguayos organizada por entidades del Estado.
En resumen, nuestra historiografía fue una gran invisibilizadora. No solo los afrodescendientes han sido marginados del relato histórico, sino también mujeres, indígenas, obreros, niños y otros que no han merecido la atención de los historiadores. Lo mismo que ocurre con franjas etarias, clases sociales y colectividades étnicas, también se ha dado con hechos que no son tales porque no fueron considerados como dignos por el canon establecido de lo que debe ser investigado y contado. Pero así como hay una historia oficial, también hay aquella alimentada por historiadores que han tenido la valentía de hurgar en lo prohibido, en lo marginal, para de ese modo dar voz a los sinvoces. Este trabajo finalmente permea los estratos gubernamentales para darnos esta loable exposición que podremos disfrutar desde la próxima semana.
Este evento es un síntoma de que las novísimas investigaciones están despertando conciencias. No debe pasar mucho tiempo para que actividades similares vayan apareciendo, ya sea en el ámbito del Gobierno nacional, municipal o en espacios no gubernamentales. Cuando una sociedad empieza a reconocerse como otra, es decir, a comprender que no ha sido siempre como se lo han contado, sino que siempre fue mucho más rica, plural y diversa, entonces empieza a crecer de adentro para afuera, poniendo en cuestión lo identitario pero para bien, para ver con otros ojos la realidad, a los demás y a la vida.
Hay que ir a ver esta muestra sobre los invisibles del Paraguay, despertará nuestra conciencia y nos dirá cosas sobre nosotros mismos que no sabíamos hasta hoy.