Contra todo pronóstico e indiferencia inicial, la población ha seguido con entusiasmo el evento, presente en los sitios donde se realizan las competencias y a través de los medios de comunicación.
El entusiasmo en las calles se percibe como no ocurría hace tiempo. El éxtasis es alimentado por las medallas conseguidas en las diferentes disciplinas deportivas por los atletas nacionales. La euforia hace pensar en un futuro promisorio y más apoyo para otras disciplinas fuera del fútbol. Angá.
Hay quienes ya se aventuran, incluso en la posibilidad real de alcanzar otra medalla en los Juegos de París 2024.
En síntesis, son días de jolgorio deportivo. Las cámaras apuntan a los diversos eventos y queda fuera de foco una ciudad capital casi en ruinas, mal remendada a los apurones para el evento.
Odesur 2022 también ha servido para olvidar por un momento la carrera de obstáculos diarios. Estos aparecen en forma de baches, crisis económica, incertidumbre de cuándo vendrá el próximo disparate politiquero. También se suman la subida por litros de los combustibles que luego bajan a cuentagotas.
En pocos días, la gesta deportiva culminará. Los atletas extranjeros volverán a sus tierras, los nuestros al Gólgota de prepararse y buscar apoyo para seguir compitiendo.
El resto de la población volverá de nuevo a los obstáculos diarios de baches, crisis económica, el próximo disparate politiquero, el descenso a cuentagotas del combustible, El Conejo y tantos más...
Pero, dentro de dos meses, en diciembre se desatará otra competencia tradicional en el país. Feroz, titánica, despiadada. Se trata de los Hurrerur 2022.
En ese evento que se organiza motu proprio y que tiene como sedes principales las instituciones públicas, participarán otros seres que no se destacan por su ser atlético, sino más bien la circunferencia abdominal.
La (in)justa, nada de deportiva, convocará en diciembre a aquellos que desde hace cuatro años o más ostentan un alto cargo por el bajo mérito de lamer suela.
Expertos en perseguir el oro... ajeno, los participantes de Hurrerur 2022 mostraron una sorprendente habilidad de nadar desde la nada, a la abundancia en milésimas de instantes, batiendo récords.
Ninguna individualidad ni delegación podrá abstraerse de la cita decembrina. De ello depende otro lustro de bonanza económica con poco esfuerzo, mucha panza y la mano siempre en la lata.
Aunque la amplia mayoría de los participantes pertenecen a un solo color, no es el único. Una prueba palpable de ello pudimos verlo los meses posteriores al golpe parlamentario del 2012.
Todo el mundo te quiere Tiríka, resuena en Odesur 2022, de manera implícita. Su carisma y aceptación sirvieron de fuero para que los politiqueros desistieran de su intención de apropiarse del peluchesco personaje.
Hurrerur, por su parte, cuenta con su propia mascota por antonomasia: el manguruyú. Su imagen no despierta ternura alguna. Pero sí trae unas fauces listas para sostener el zoquete, coimas y negociados.
Los premios de estos juegos que extinguen la esperanza no se entregan en un podio ni desde una organización. Salen directamente del bolsillo de la población.
La misma que ha hecho del bicicleteo un ejercicio de su paupérrima sobrevivencia diaria.
Sin embargo, es posible cambiar la clasificación de estos juegos, donde el futuro queda en último lugar.
Todo dependerá de como la sociedad decida organizarse, lo cual va más allá de depositar un voto.
Trabajar como equipo unido en la cancha cívica, contribuirá a poder decirle al árbitro del destino: “Hooora réfereee”, pidiéndole el pitazo final de estos Juegos del Hambre.
