Esta es la principal conclusión de un estudio internacional, dirigido por el investigador Icrea de la española Universidad de Barcelona (UB) João Zilhão, y la participación de las universidades francesas de Rennes, Burdeos y Toulouse.
El trabajo se basa en los resultados de la excavación de la cueva de Figueira Brava, en Portugal, que fue ocupada por poblaciones neandertales hace entre 86.000 y 106.000 años, y que revela que la pesca y el marisqueo fueron piezas básicas para la subsistencia de los habitantes de esta zona mediterránea.
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El hallazgo sorprende porque hasta ahora apenas había indicios de que estas prácticas fuesen habituales entre los neandertales.
De hecho, uno de los modelos de evolución humana más establecido entre los científicos plantea que los ancestros del Homo sapiens actual, que vivieron en África y fueron contemporáneos de los neandertales, lograron mejorar sus capacidades cognitivas gracias al consumo habitual de recursos acuáticos, ricos en omega 3 y otros ácidos grasos que favorecen el desarrollo de los tejidos cerebrales.
Pero los resultados de la excavación de Figueira Brava establecen que “si ese consumo habitual de recursos marinos jugó un papel importante en el desarrollo de las capacidades cognitivas, lo hizo a escala de la humanidad en su conjunto, incluyendo a los neandertales, no únicamente a escala de la población africana que después se expandió", advierte Zilhão.
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Para el investigador, este trabajo es una nueva prueba de que los neandertales “tenían una cultura material simbólica”, una posibilidad cada vez más sólida.
Y es que, en 2018, el propio Zilhão publicó sendos trabajos en Science que demostraban que los neandertales fueron los autores de las pinturas rupestres más antiguas del mundo, las cuevas de Ardales (Málaga, sur de España), Maltravieso (Cáceres, oeste de España) y La Pasiega (Cantabria, norte de España), con más de 65.000 años de antigüedad, y de otros estudios científicos que han demostrado que hace más de 115.000 años los neandertales usaban conchas perforadas como colgantes y ornamentos.
El hallazgo de la cueva de Figueira Brava, unido a estos estudios previos, “refuerza una visión de la evolución humana en la que las variantes fósiles conocidas, como las de los neandertales de Europa y sus contemporáneos africanos de anatomía ya más parecida a la nuestra, han de interpretarse, todas ellas, como restos de nuestros antepasados, no como de especies distintas, una superior y las otras inferiores”, explica Zilhão.
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El estudio concluye que hasta un 50% de la dieta de los habitantes de Figueira Brava estaba formada por recursos del litoral como moluscos, crustáceos, peces, aves y mamíferos (delfín, foca gris), que se complementaban con la caza de ciervos, cabras, caballos, uros y también de pequeñas presas como la tortuga terrestre.
Entre los restos de plantas carbonizadas se han podido determinar el olivo, la vid, la higuera y otras especies típicas de un clima mediterráneo, entre las que era más abundante el pino piñonero, que sería como combustible (madera) y alimento (piñones).
De la investigación también se desprenden otras consecuencias, como que la caracterización de los neandertales como pueblos del frío y de la tundra, especializados en la caza de mamuts, rinocerontes, bisontes y renos, es sesgada.
“La gran mayoría de los neandertales habría habitado en las regiones del sur, especialmente en Italia y, sobre todo, en la península ibérica, y su modo de vida habría sido muy parecido al de las gentes de Figueira Brava”, apunta Zilhão.
Para el arqueólogo portugués, la familiaridad de los humanos con el mar y sus recursos podría ser algo mucho más antiguo y extendido de lo que hasta ahora se ha pensado, lo que posiblemente ayude a explicar “cómo fue posible que, hace entre 45 000 y 50 000 años, los humanos pudiéramos cruzar el estrecho de Timor para colonizar Australia y Nueva Guinea y, a partir de ahí, hace unos 30.000 años, las islas más cercanas del Pacífico occidental”, concluye.