“No hay libertad sin lucha. A las generaciones jóvenes las hemos criado de tal manera que están convencidas de que tienen derecho a todo. Y no es verdad. El ser humano está sometido a una reválida permanente, a un proceso constante en el que se comprueba si tenemos derecho a la libertad. La libertad de la que disfrutamos... todo eso puede desaparecer, yo lo he visto desaparecer de un día para otro en Yugoslavia. Debemos vivir en paz, pero estar preparados para luchar por nuestra libertad”.
En una entrevista con el diario español El Mundo, el escritor Arturo Pérez-Reverte presentó su último libro Los perros duros no bailan y aprovechó para hablar de la libertad y, sin decirlo, de su hija más preciada: la democracia. Pintó el abúlico conformismo que se extiende en el tejido social y que puede poner en entredicho algunas conquistas sociopolíticas. Y sin quererlo puso el dedo sobre una realidad paraguaya, la feroz incomprensión existente respecto al verdadero valor de la democracia y de la libertad obtenidas a fuego y sangre.
En el país existen corrientes autoritarias atávicas y muy resistentes que, en el momento menos esperado, saltan para reivindicar un seudopasado maravilloso bajo la nefasta sombra del stronismo.
Estos sectores se aprovechan de las propias falencias de la democracia para difamarla, y la ignorancia hace el resto dando certidumbre a las mentiras que propalan.
El actual frío clima electoral, la persistente sensación de hastío respecto a la calidad de nuestros representantes políticos y la idea de que todo se arregla con dinero y que es fácil comprar conciencias y sentencias hacen que la democracia naufrague en medio de una tormenta de descreimiento y pasmosa pasividad.
Ante esto hay que poner en alerta a los sectores democráticos que –quizás ganados por el desgano y el fastidio social– se encuentran desmovilizados. Y flaco favor hace a la situación la notoria falta de líderes carismáticos.
Por eso, más que nunca hoy no hay que perder la práctica del ejercicio más noble de la democracia: la participación en una elección transparente, justa y libre . El 22 de abril no es una mera cita de compromiso. Es la brillante oportunidad de expresar nuestro deseo en libertad, independientemente de la calidad de los contendientes.
No nos debemos dejar ganar por el cansancio. La política es un asunto muy importante para dejarlo solo en mano de los políticos. Los autoritarios acechan agazapados para, beneficiados por las libertades que ellos niegan, destruir a la democracia.