La pandemia de Covid-19 está sacando lo mejor y lo peor de nosotros. La situación pone a prueba no solo los sistemas de salud pública, sino también la cordura de los líderes mundiales y de cada ciudadano que debe tomar decisiones diarias sobre convertirse o no en un foco de contagio de la enfermedad.
Las respuestas van desde políticos que se aprovechan de la preocupación global para estrechar lazos con ciertos países (al no cerrarles sus fronteras) y justificar el rechazo a los que siempre estuvieron en su lista negra, hasta sociedades que intensifican la concienciación sobre reforzar la higiene y buscan información correcta sobre los síntomas para acudir al médico.
Cuando llegué a Berlín, a fines de febrero pasado, el coronavirus ya era un dolor de cabeza y Alemania figuraba entre los países más afectados, pero la vida transcurría normalmente en esta ciudad cada vez más diversa y vibrante. Señales de preocupación de la población, como la escasez de desinfectante y tapabocas, eran tomadas como anécdotas graciosas y eventos como el Festival de Cine Berlinale se desarrollaban con su convocatoria regular.
Con el paso de los días y la confirmación de más casos, el panorama empezaba a cambiar: Se cancelaban encuentros internacionales y hoy las medidas de prevención se están extendiendo a la suspensión de clases en algunos estados, mientras en los buses no se permite el ingreso por la puerta delantera, a fin de proteger a los conductores.
La población alemana está consciente de que el virus se seguirá propagando y proceden a munirse de alimentos no perecederos para los días en que no podrán salir de sus casas: El haber tenido contacto con una persona infectada ya es motivo suficientemente para aislarse, no es necesaria la confirmación de que se padece coronavirus.
Este tipo de actitudes estaban presentes desde antes que la canciller Angela Merkel reconociera públicamente que el Covid-19 infectaría hasta al 70% de la población de Alemania, pero ni siquiera tras estas declaraciones la sociedad local estalló en pánico: El ambiente es más de una ocupación para la prevención antes que de una preocupación que resulte en desesperación.
La respuesta es muy sencilla: El nivel de confianza en el sistema de salud y seguridad social. En Alemania, las personas saben que recibirán atención médica de calidad y la organización de la población radica en protegerse para no enfermar todos al mismo tiempo, y evitar así saturar los hospitales. Además, si tienen síntomas, se quedan tranquilos a reposar en casa, porque están seguros de que seguirán percibiendo sus ingresos.
En Paraguay y nuestra región, lastimosamente, vivimos otra realidad…