Cuatro personas, entre ellos un piloto y un copiloto, sobrevivieron al ataque con misiles ocurrido el 24 de febrero de 1996, pero cuatro pilotos de la brigada humanitaria perdieron la vida a consecuencia del derribo de dos de los tres Cessna Skymaster.
“El ruido del silencio era ensordecedor, yo saqué un rosario de dedo de la cartera agarré la mano de Andrés y me puse a rezar. Me despedí en silencio de mis hijos dentro de esa motoneta (motocicleta) aérea”, expresó hoy a Efe Sylvia Iriondo.
“Son aviones chiquitos, desarmados, indefensos, en los que apenas cabíamos en los asientos”, expresó la exiliada cubana, presidenta de Madres y Mujeres contra la Represión (MAR).
Ese sábado, en un lapso de siete minutos, fueron fulminadas las dos avionetas en el espacio aéreo internacional por misiles aire-aire disparados por cazabombarderos MiG de la Fuerza Aérea de Cuba, que argumentó que hubo violación de su espacio aéreo.
“Presentí que algo horrible había pasado, pero no queríamos admitir que fuera de tal magnitud”, recordó Iriondo.
La exiliada cubana, su esposo Andrés, el copiloto Arnaldo Iglesias y el piloto José Basulto, fundador de la organización de rescate de balseros cubanos, se salvaron “por suerte” de morir ese día.
Pero el ataque sorprendió a los pilotos Mario Manuel de la Peña, de 24 años, Carlos Acosta (29), Armando Alejandre (45) y Pablo Morales (29), “cuatro muchachos excepcionales” miembros de “Hermanos al rescate”, brigada que llegó a tener una decena de aviones.
Fue un “crimen horrendo” que enlutó al exilio cubano en Miami (Florida), que pide desde entonces “justicia” para las familias de los pilotos, manifestó Iriondo.
Basulto recuerda que ellos vivieron por lo menos una hora de persecución por parte de dos aviones MiG en un día bastante despejado.
“Duró una eternidad, Sylvia y Andrés estuvieron a la altura; era una situación para propiciar el terror, pero hubo mucha tranquilidad”, manifestó Basulto a Efe.
Todo empezó, narró Basulto, cuando los cuatro divisaron un MiG que les pasó por delante, luego vino la pérdida de las comunicaciones entre las avionetas y vimos humo de una “bengala” a la izquierda nuestra, “eso nos metió miedo en los huesos”.
“Sabíamos que había pasado algo catastrófico, y simplemente no podíamos creerlo”, explicó a Efe Iglesias, quien estaba consciente de que ellos eran los próximos.
Hasta entonces ninguno de los cuatro sobrevivientes sabía que la bengala había sido realmente la explosión de la avioneta de Carlos Acosta.
Iglesias recordó que Acosta les alcanzó a avisar por radio del MiG en el aire. “Fueron las últimas palabras de Carlitos, porque ya estaba en captura y en los próximos segundos lo pulverizaron en el aire”, lamentó el copiloto de “Hermanos al rescate”.
“Fuimos abandonados a nuestras suerte”, dijo Basulto, quien desde entonces ha cuestionado al Gobierno estadounidense por no enviarles apoyo aéreo y emprendido una lucha por llevar a juicio a Fidel y Raúl Castro, expresidente y presidente de Cuba, respectivamente .
“Lo único que queremos ahora es que no haya impunidad para los familiares, ellos no pueden descansar hasta que la muerte de sus seres queridos encuentre justicia”, expresó por su parte Iriondo.
“Después de veinte años, la situación para nosotros no ha mejorado en términos de la justicia sino ha empeorado, porque parece que la política de Estados Unidos de acercarse a los dictadores en Cuba sigue en pie”, manifestó hoy a Efe Mario de la Peña, padre del fallecido piloto Mario Manuel de la Peña.
Cada año los familiares de las víctimas y grupos del exilio recuerdan a los cuatro pilotos “asesinados” con misas y otros actos solemnes, entre ellos uno en el aeropuerto de Opa-locka, en el norte de Miami, de donde partieron el día de su muerte.
De igual forma, “Hermanos al recate” realiza vuelos sobre el estrecho de la Florida en los que arrojan flores y suelen quemar cuatro cartuchos de humo para honrar a los pilotos fallecidos, pero este año no podrán hacerlo por falta de aeronaves, según Basulto.
El piloto, de 75 años, señaló que por lo menos 4.200 balseros fueron ubicados por los pilotos de la organización entre 1991 y 1996, a los que tiraban agua y un radio de comunicaciones para ver si tenían alguna emergencia, para luego ser reportados a la Guardia Costera de Estados Unidos, que los rescataba.
Ivonne Malaver