No incluimos el resultado de las negociaciones por los recursos de Itaipú, ya que, más allá de las objeciones en las redes y alguna iniciativa de sectores que siempre siguen el tema, la ciudadanía parece estar más ajena a esta pepita de oro que constituye el ingreso de divisas genuinas mediante la explotación de energía eléctrica y sus posibilidades de desarrollo, gracias a la hidroeléctrica, de la que se consiguen importantísimas cantidades de recursos monetarios.
En la mayoría de las decisiones estatales, se margina olímpicamente a los sectores afectados y no se contempla un debate más abierto, por la vía de audiencias públicas e información acabada, con el fin de que se pueda visualizar mejor el fenómeno y las intenciones de transformación. Directamente, hay tres o cuatro sabiondos que bajan línea y presentan el paquete ya casi terminado, para que a nivel parlamentario se aprueben las medidas o se emitan los decretos, y la maquinaria discurra oronda, como si fuese la panacea anhelada.
Lo cierto es que existen intereses oscuros detrás de casi todas las decisiones del Gobierno, y que solo benefician a sectores ya privilegiados, anclados de una u otra manera al juego perverso de administrar jugosos fondos, con el fin de mantener la camarilla de correligionarios y amigos varios en sus puestos, o bien en el acceso a espacios de poder e influencias, todo siempre bajo la mesa y sin posibilidad de participación en los debates para los referentes o líderes ajenos al oficialismo, que pudieran aportar desde su visión.
El sector previsional, los servicios públicos en general (piénsese en IPS, Copaco y otros entes deficitarios y a punto de colapsar), el sistema de transporte obsoleto y sin tren de cercanías, Metrobús o como quiera llamarse a algún adelanto que en otros países ya están vigentes, pero que en Paraguay resultan ciclópeas quimeras; se unen a la incapacidad de la administración (central o municipal) de mantener vías de tránsito medianamente dignas, sin baches, sin peligros al conductor, con señalizaciones que eviten muertes insólitas cuando arrecian los raudales, y un largo etcétera.
Frente a todos los dramas, el principal referente del Gobierno busca desmarcarse habitualmente y no faltan las escapadas al exterior, con lo que el primer mandatario se pasa más en vuelo rumbo a nubes de algodón, de las que ni se sabe si el país logra algo concreto, en vez de enfrentar las disyuntivas propias de su gestión en el ámbito local, y brindar señales claras de que se tiene intención de mejorar y cambiar.
Quedan así los representantes oficiales de segunda línea a participar del tire y afloje con la indignación ciudadana, mientras la olla se sigue calentando y más gente acusa recibo de la inflación galopante, no sabe dónde encontrar mejores horizontes y ve desfilar a la clase acomodada de altos funcionarios y su telaraña de socios y parientes lejos de los dramas cotidianos.
La válvula de la bronca verdadera tiende a abrirse continuamente, y más sectores pueden unirse a los que ya están en ebullición. Ante los reclamos es preciso apuntar más fino, y las autoridades deben ejercer el rol para el que fueron electas. No es posible seguir financiando al turismo oficial mientras la casa se resquebraja, los fondos no alcanzan y el enojo mayoritario gana espacio, mientras el poder mira hacia otro lado.