La situación del Palacio de la Alvorada, residencia oficial de la Presidencia, había sido denunciada por la esposa de Lula, Rosãngela Janja da Silva, a inicios de este mes, cuando mostró en una entrevista un alto grado de deterioro en el mobiliario y hasta la estructura del edificio.
Ayer, durante un encuentro con movimientos sociales, Lula se quejó de ese abandono y hasta protestó, medio en serio medio en broma, de que está viviendo en un hotel desde mediados de diciembre, cuando se instaló en Brasilia para asumir el poder el 1 de enero. “Hace 45 días que estoy con Janja en un hotel, con nuestras dos perras, porque el ciudadano que vivía allá”, en referencia a Bolsonaro, “parece que no tenía ninguna disposición para cuidar la residencia de la Presidencia brasileña”, declaró Lula.
“Ni una cama encontramos en la habitación presidencial”, afirmó Lula, quien se consideró un sintecho y pidió públicamente que los responsables de las obras en la residencia oficial concluyan su trabajo a la mayor brevedad.
Lula comparó la situación de la residencia, que tenía goteras, cristales rotos y pisos y muebles deteriorados, con el estado en que quedó el Palacio presidencial de Planalto tras el grave ataque a las instituciones democráticas promovido el 8 de enero por una turba de activistas de ultraderecha fieles a Bolsonaro.
“En la Presidencia no tenemos cortinas, tenemos maderas en las ventanas en vez de cristales, porque lo que nadie podría creer que podía pasar ocurrió”, dijo sobre ese violento ataque, dirigido al mismo tiempo contra las sedes de los 3 poderes de la nación. EFE