Con la cuenta atrás activada, el presidente Mauricio Macri no se rinde, a pesar de que su imagen está en horas bajas por la recesión y después de que Alberto Fernández, su principal adversario, le aventajara en 16 puntos (47,7% de los votos frente al 31,7%) en las primarias del 11 de agosto pasado, consideradas un gran sondeo electoral y un espejo de lo que podrá ocurrir en las generales del 27 de octubre.
Analistas, periodistas e incluso versos sueltos del propio oficialismo no tienen duda: La diferencia es insalvable y el próximo presidente será, sin necesidad de una segunda vuelta, el peronista Fernández, antiguo jefe de Gabinete de los Gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015).
Pero ya sea por una real convicción de que puede dar la vuelta al resultado o porque no le queda otra opción que no darse por vencido, Macri recorre estos días el país encabezando marchas populares en su apoyo al ritmo del “sí se puede”, un eslogan que inunda las redes y está en boca de sus esperanzados seguidores, y anunciando a diario una catarata de promesas electorales.
“Todo lo que hemos podido lograr en estos tres años y medio nos tiene que llenar de esperanza, de certeza, de fuerza para ir por otro se puede; los necesito movilizados”, dijo esta semana Macri en una de esas caravanas electorales que se parecen más a las tradicionales arengas peronistas que al estilo habitual del macrismo, más dado a recintos cerrados y con aforos reducidos.
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El mandatario llama a sus fieles a convencer al resto de que, a pesar de la crisis económica, su Gobierno ha tenido grandes aciertos en recuperar calidad democrática y luchar contra el narcotráfico, la mafia y la impunidad que asegura campaban a sus anchas durante los mandatos kirchneristas.
“Las esperanzas no las ha perdido, pero solo desde el punto de vista matemático es difícil que pueda llegar a una segunda vuelta”, cuenta a EFE el analista político Martín D’Alessandro.
A su juicio, la estrategia del oficialismo debería ser tratar de salir del Gobierno con la mayor cantidad de votos posible, también para reforzar su peso en el Parlamento -en las elecciones también se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores- y mantener la mayor unidad para actuar como oposición fuerte.
“Es una campaña sin demasiada expectativa, porque el resultado de la primaria es casi definitivo. Por lo tanto, lo que hay es una especie de transición virtual más que una campaña clásica”, considera el analista.
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También las más recientes encuestas muestran una ventaja cada vez mayor de Fernández sobre Macri.
Mientras este último y sus asesores buscan la fórmula para llegar a la segunda vuelta -en caso de que en la primera ningún candidato logre más del 45% de votos o al menos el 40% y una diferencia mayor de 10 puntos respecto del que le sigue- Fernández, quien hace solo cinco meses no entraba en las quinielas electorales, ya se ve como presidente electo.
“El 10 de diciembre, si es que ustedes nos acompañan en octubre, vamos a empezar a salir del pozo. Estoy seguro que vamos a poder, no va a ser fácil”, afirmó el político peronista en un acto con militantes en la provincia de Buenos Aires.
Con prudencia, pero con aires de quien se siente vencedor, Alberto Fernández también realiza su particular gira por el país, apoyado en la figura de los poderosos gobernadores provinciales peronistas y buscando que pase el tiempo hasta el día 27, sin estridencias y sin dar pie a perder un solo voto.
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Entre tanto, omnipresente es la figura de la ex presidenta, Cristina Fernández, su mentora, quien a finales de mayo pasado le presentó como su candidato a la jefatura de Estado, con ella compitiendo por la vicepresidencia.
A pesar de que cumple un bajo perfil -no hace actos de campaña y viaja de forma constante a ver a su hija a Cuba, donde recibe tratamiento médico-, no son pocos los que aseguran que es ella la que llevará la voz cantante de un eventual Gobierno peronista, algo que el propio Alberto niega repetidamente.
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A este engranaje político se suma la siempre poderosa esfera sindical: tras 30 años de ruptura, la Confederación General del Trabajo, la más importante central gremial del país, históricamente ligada al peronismo, y la Central de los Trabajadores Argentinos -segunda más relevante- aprobaron el jueves, con el aval de Alberto Fernández, iniciar su proceso de reunificación.
Un símbolo más del probable retorno del peronismo a las altas esferas del poder.