01 may. 2025

Madre mía

Arnaldo Insfrán

Madre hay una sola y, como todos los hijos lo experimentamos en carne propia, logra patente de sabia irrefutable al adquirir la característica de tal. “Porque soy tu madre”, es la sentencia que hace imposible cualquier diálogo posterior y da un portazo a la lógica o a cualquier conato de impertinente independencia.

La raíz de la palabra madre es tan antigua como el idioma mismo. En la mayoría de los idiomas existe la partícula lingüística ma y es tan atávica como el mismo hecho de tener el instinto para el amamantamiento, ni bien se viene al mundo. Se estima que incluso está en la protolengua indoeuropea. En castellano, los primeros registros de madre datan de 1074.

Proviene del latín mather (matriz) y, en principio, indica la persona o animal que ha parido un hijo. Con el tiempo se dio una definición más lógica, pues pasó a referirse a las que crían un vástago, sea o no suyo. Incluso en los organismos asexuados, como son los organismos unicelulares, que generan descendencia al dividirse a sí mismo, la célula que genera la división es denominada madre.

Sobre el origen del término mamá hay dos versiones. Una habla de que proviene de la expresión coloquial francesa mamam. La otra, que viene del latín mamma, que hace referencia a las mamas. La mejor es la última.

De la palabra madre deriva maternal, matriarcado, madrina, matrimonio, comadre y madrastra. También lo hacen otros términos menos esperados, como ser: comadreja, matrícula, materia, madriguera y madera.

Asimismo, la expresión latina alma mater (madre nutricia) es deudora de ella. Alma mater era utilizada en la Antigua Roma para referirse a la diosa madre, adjetivo luego asimilado por la Virgen María. En el plano educativo, así se denomina a la institución de enseñanza de la que uno egresó. Proviene ello del término alma mater sturiarum (madre nutricia de los estudios), utilizada en la universidad más antigua de Occidente: la Universidad de Bolonia, creada en 1088.

El concepto de madre siempre estuvo ligado al de la fertilidad. La naturaleza, por ejemplo, es madre por su dureza y su capacidad de enseñarnos. Las culturas ancestrales estaban llenas de divinidades femeninas, las que fueron desalojadas de los altares o adoptadas secretamente por el cristianismo y su posterior misoginia.

Aunque, en su calidad de mujeres, las castigamos con la violencia, salarios bajos en relación con el hombre y otros sometimientos culturales, no hay algo más grande que la madre. Felicidades a todas.