Giuliana cumplió dos años en abril. No hace mucho empezó a hablar y una vez que lo hizo, no paró. Todas las palabras se descargan como el contenido de un camión volquete. Ya identifica los colores, su nombre y el de los demás integrantes de su familia. Sabe diferenciar el tamaño de los objetos, dimensiona cantidades (mucho, poco) y presenta buena coordinación de motricidad fina.
Vive en el seno de una familia humilde en el barrio San Miguel de San Lorenzo y recibe desde el año pasado instrucciones de una maestra mochilera; una modalidad de educación no formal, implementada por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) desde hace casi una década.
Bajo la atenta mirada de Ezequiel, su hermanito de seis meses, sigue las consignas de la profe: Nombra las figuras y colores contenidos en un pequeño libro –hecho con telas y botones– para la estimulación sensorial. Luego, recibe con gusto la oferta de volcar granos de arroz en boles de distintos tamaños y trasladarlos con las manos de un recipiente a otro.
“Lo que hacemos es trabajar en el desarrollo cognitivo, experiencias lógicas matemáticas. También, la parte de crianza positiva como pautas de higiene y alimentación”, explica Dahiana Navarro, licenciada en Educación Inicial y experta en Primera Infancia.
Así como Giuli, alrededor de 4.000 niños y niñas reciben este servicio de estimulación temprana en sus hogares o en instituciones educativas, en el marco del Programa de Atención Integral a la Primera Infancia que –desde 2014 hasta este año– se sostiene con recursos del Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación (FEEI).
“Está comprobado científicamente que cada niño y niña puede potenciar sus diferentes habilidades y no se necesitan tantos recursos para poder estimularles. En los primeros tres años de vida es cuando hay mayor plasticidad cerebral; entonces, ahí son como una esponja, van absorbiendo todos los contenidos que se les presentan”, refiere la maestra.
Franja priorizada
Al principio, se priorizaba la llegada a niños y niñas no escolarizados. Desde el año pasado se empezó a implementar en las escuelas.
“Se prioriza el abordaje a niños no escolarizados –de 0 a 3 años– y en situación de vulnerabilidad; ya sea que sea de escasos recursos, situación familiar o por discapacidad. Cada maestra mochilera llega a unos 20 chicos, dependiendo del lugar y otros planes que se tienen en cuenta en la planificación inicial”, comenta.
Dahiana es una de las 300 maestras mochileras abocadas a esta dinámica de trabajo, a nivel país. Parten de una escuela determinada y van a pie recorriendo los domicilios, donde destinan una hora por niño o niña.
Brindan –dice– una atención personalizada con un desarrollo holístico y enfoque de derechos.
“No solo nos regimos en lo que es educación del niño, sino que también enfocamos a los padres en la importancia de una nutrición adecuada y cumplir con el esquema de vacunas, por ejemplo. También promocionamos lo que es la crianza respetuosa, aspectos que a nivel país antes no existían. Brindamos pautas de crianza positiva, ya que hoy observamos a muchos chicos que son violentados. Trabajamos con los familiares para que sepan cómo manejar situaciones de ira ante cada etapa que van atravesando los chicos”, resalta.
Detección precoz
La ventaja de este abordaje oportuno a la niñez, a su vez, se sustancia en la posibilidad de detectar a tiempo dificultades en el desarrollo del lenguaje, por citar. En estos casos, derivan al niño a la institución competente para el tratamiento respectivo. Es así que las maestras mochileras trabajan en coordinación con la Unidad de Salud Familiar (USF) zonal, recurriendo a sicólogos o siquiatras comunitarios para que puedan acceder las familias beneficiarias.
“En caso de que veamos niños que presenten signos de alerta o síntomas que no sean acordes a la edad y de acuerdo con su desarrollo, lo que hacemos es derivar al área especializada. Por eso hacemos un mapeo institucional para que la mamá pueda saber en qué área puede buscar una ayuda complementaria para el chico. Se trabaja de manera articulada”, apunta.
Y cuenta el caso de Mateo, vecino de Giuli y alumno de Dahiana. Tenía tres años cumplidos y no hablaba. Lo derivaron a la Unidad de Fonoaudiología de la Senadis. Hoy, con años, ya empezó a pronunciar y a hilar palabras.
Aparte de la atención personalizada, hacen abordajes grupales en alguna institución educativa o en la parroquia de la comunidad.
“Primero se hace un mapeo del contexto donde está la mayor cantidad de niños en situación de vulnerabilidad; ya sea porque estén faltando a la escuela o que no están escolarizados, por estar en situación de riesgo, tienen alguna discapacidad o están en un contexto familiar conflictivo”, menciona.
El campo de acción de las maestras mochileras, con la irrupción de la pandemia del Covid-19, se extendió a niños y niñas mayores de cuatro años, quienes –al estar con clases a distancia– fueron incluidos dentro del programa bajo la dinámica de grupos. “A partir de la pandemia se amplió a todos los niños que están en la familia y esto incluye a los de cuatro años y más. Lo básico que obliga en el contrato es de 10 niños; pero, cuando se llega a las familias se atiende a todos los niños que están en el hogar y que tengan 8 a 9 años. Y, como no iban a la escuela y no siempre la familia tiene las condiciones de darle el apoyo escolar, las maestras mochileras –además de atenderles a los más pequeños– en 2021 se abocaron al apoyo también de los niños escolarizados”, señala Alcira Sosa, viceministra de Educación.
Continuidad en duda
Resulta paradójico que, en este tiempo pandémico donde se agudizaron las necesidades de la niñez, se ponga en duda –o se interrumpa la continuidad del servicio– que dan las maestras mochileras. Es que, a partir del 2023, los rubros de las 300 educadoras itinerantes pasarán del FEEI a depender del Presupuesto General de la Nación (PGN). Por lo que, mientras no esté promulgado el plan presupuestario del MEC, más de 1.000 familias beneficiarias dejarían de recibir esta orientación clave para el desarrollo de sus hijos.
Es por eso que, hace unas semanas, junto a otros profesionales –sicólogos y maestras auxiliares– se manifestaron en las calles del centro de Asunción para exigir la prosecución del programa.
El próximo año, Giuli ya debería estar reconociendo su nombre en letras. Del garabateo a las figuras circulares, lineales y curvas que realiza hoy, pasará a aprender a trazar las letras de su nombre. Ese es, al menos, el plan que tiene su maestra mochilera en caso de continuar.
Primera Infancia, otro rehén de la recaudación del Estado
Como solo hasta este año se usarán recursos del FEEI para el programa de Primera Infancia, las ofertas educativas no formales del MEC pasarán a depender del Tesoro Nacional. Es decir, estará a expensas de la siempre limitada recaudación del Fisco.
Por lo que su continuidad no está garantizada, a diferencia de la modalidad formal; la que se imparte dentro de las entidades educativas.
“Hemos solicitado en el anteproyecto de presupuesto. Pero las ofertas seguirán en funcionamiento en todas las escuelas que se han abierto, eso está garantizado”, comenta la viceministra de Educación, Alcira Sosa, en relación a los servicios que dan en escuelas.
En cuanto a las 300 maestras mochileras, refiere que está prevista la continuidad del programa. “Pero, todavía no tenemos los números porque va a depender de cuánto se apruebe en el anteproyecto del presupuesto. Pero las ofertas formales están garantizadas”.
El pasado 30 de junio elevaron la solicitud al Ministerio de Hacienda para los rubros de la modalidad no formal que del FEEI pasa a depender del presupuesto del MEC.
“Hoy te puedo garantizar lo que ya disponemos en el presupuesto; lo otro, mientras no se promulgue la ley de presupuesto o se tenga el primer informe de Hacienda, no podemos comprometer, pero está previsto la inclusión en el programa”, insiste.
También han requerido la inclusión de 500 cargos de sicólogos tanto para ofertas formales como no formales.
La viceministra señala que el programa de Atención Integral a Primera Infancia, desde 2014 se mantiene como política educativa de Estado, aunque con sin depender directamente del Tesoro.
Para Sosa, se debe dar el salto y tomar una decisión como país. “En caso de no continuar, las alternativas tenemos que definir ya como sociedad no solo como Ministerio de Educación. Por eso la necesidad de una transformación educativa que nos permita atender más integralmente y con mayor cobertura a la Primera Infancia. En las ofertas a los jóvenes y adultos aumentó gradual y sostenidamente aunque se tiene la deuda de la calidad”, analiza.
Menciona el Plan Nacional de Transformación Educativa que, justamente, apunta a consolidar las ofertas no formales. “Podemos seguir desarrollando otras ofertas alternativas; pero, hoy, mirando una década atrás tenemos una variedad de ofertas formales y no formales que han sido desarrolladas”, dice al añadir que entre las líneas estratégicas de la transformación educativa del MEC, el resultado esperado es la consolidación y expansión de las ofertas de Primera Infancia.
En total, todo el paquete para este sector alcanza casi USD 10 millones. Esto abarca profesores de aula, titulares y auxiliares, maestras mochileras y sicólogos entre la modalidad formal y no formal.
“La educación que queremos para las próximas generaciones y eso tiene un costo”, argumenta y remata que para Primera Infancia se cuenta con un grupo de más de 267 docentes titulares permanentes de la modalidad formal.
“El concurso se hará este año, de modo a que ya puedan contar con sus rubros y no esperar a febrero cuando está por iniciar las clases”, indica.
Blindar fondos y no truncar procesos
“Dentro de la visión economicista, se puede decir que invertir en estimulación temprana es invertir menos en el tiempo en otros problemas. O sea, una inversión oportuna hace que a la larga se tenga menos complicaciones”, postula la investigadora educativa Gabriela Walder, quien tuvo a su cargo la ponencia sobre Por qué invertir en Primera Infancia hace la diferencia, durante un encuentro por los diez años del FEEI que tuvo lugar el pasado viernes en el Banco Central.
“En alguna medida, una intervención tardía es sinónimo de desventaja para toda la vida. Esa inacción lleva a costos para el país”, recalca Walder, quien es asesora del Plan Nacional de Transformación Educativa y parte del equipo de evaluación del programa de Primera Infancia del MEC.
Aboga por sostener la inversión en Primera Infancia por un tiempo mayor, generando condiciones para que todo lo que asume FEEI sea asumido por otras instancias. “Hay que construir ese proceso para asegurar la sostenibilidad de los programas, independientemente del fondo del cual provenga ese financiamiento”, señala al admitir que “es probable que haya familias que dejen de recibir el servicio” de las maestras mochileras.
“Esa es la mayor preocupación, dejar trunco un proceso tan importante y significativo para el presente y el futuro de los niños y niñas. Realmente es un alerta que tenemos que considerar y a la cual hay que dar respuestas”, enfatiza.
Por lo que, a su criterio, hay que tomar medidas a corto plazo. “Buscar la forma para que los fondos del FEEI u otros fondos sean considerados para direccionar a este tipo de programas. Claramente eso hay que hacer, así como en otros momentos se logró blindar los fondos para algunas cuestiones, hay que asumir el compromiso ciudadano de exigir que estas ofertas educativas permanezcan por un tiempo más y haya un esfuerzo por vincular la permanencia de estos servicios con el correr del tiempo”, expone