Nombró dos cardenales, hizo beata a una villarriqueña, visitó el país por varios días y llenó de elogios a la mujer paraguaya, a la que consideró “la más gloriosa de América porque salvó a su tierra, su fe y su lengua”. Reconoció que una de ellas –su jefa en su juventud en Buenos Aires: Esther Ballestrino– le “enseñó a pensar”. Vaya manera generosa de mirarnos de parte de ese hijo de la migración piamontesa (italiana) a la Argentina de su época. Fue un Papa atípico que puso la periferia en el centro.
Se va un pastor de la cotidianeidad.
Disputó ese territorio donde el nihilismo ocupa todos los espacios y en donde los valores que daban sentido a nuestra civilización dejaron de pesar. Recuperó el diálogo de las cosas simples, entre los distingos, el de los mensajes directos llenos de una cortesía generosa incluso en temas ríspidos y complicados. Fue un reformador de una Iglesia carcomida por la corrupción y contra la que no pudo su antecesor que tuvo que renunciar ante el peso que superaba sus fuerzas porque había sido un gestor cercano de varios de sus males. Francisco fue también un jesuita atípico, el primero de su congregación en llegar al papado y con una actitud que habrá hecho fruncir el ceño a varios de los hijos de San Ignacio de Loyola.
Fue modesto, cosa muy extraña para un argentino y jesuita que incluso cuando le preguntaron por sobre quién era el mejor jugador de fútbol entre Pelé, Maradona o Messi no tuvo problemas en decantarse por el brasileño quizás por su pasado y comportamiento dentro y fuera de la cancha.
Cuando vino al Paraguay estuve muy cerca de él en el León Condou y me fijé en el rostro impertérrito de Cartes cuando dijo que debería privilegiarse el país antes que los negocios y lo de qué mentiroso que sos. A los jóvenes les habló de aquellos jubilados a su edad incapaces de emprender, gritar o zapatear un cambio. Se asombró que siendo este uno de los países de más jóvenes en el mundo sea tan extrañamente conservador, aburrido y apocado.
Intentó sacudir las conciencias de la gente, pero incluso cuando llamó la atención fue aplaudido como cuando los nuestros mueven la cabeza afirmativamente sobre algo equivocado para luego continuar concentrado en el error. Entienden la crítica, pero son incapaces de internalizarla y de cambiar.
Procuró que las mujeres tuvieran un rol más protagónico en la Iglesia (comunidad), pero solo le alcanzó con algunas frases y un par de nombramientos administrativos. Desmasculinizar y renovar fueron parte de su clamor. Limpió la pederastia pidiendo perdón y descabezando por completo la Conferencia Episcopal Chilena cómplice por acción u omisión de varios casos. Envió algunos mensajes a la jerarquía local que aplicó el cultural ñembotavy a varios casos. Finalmente, somos la única Iglesia en el mundo que desde que murió y resucitó Cristo elegimos un obispo de presidente por voto popular. Ciertamente,”nuestras costumbres no se parecen en nada a otra nación” como dice ese tema musical tan cantado por nosotros.
Ita hûre ohachea (contra la piedra basáltica descarga su hacha) decimos en guaraní cuando el objetivo no se quiebra y solo hace daño al instrumento que arremete contra él. Recibió varias veces a Cartes, familia y amigos en Vaticano hasta que vino la sanción de significativamente corrupto de EEUU y no pudo más salir del país el ex presidente que presumía de su cercanía. Hoy fallecido y enterrado, nadie del Gobierno fue a prestar su respetuosa despedida. Peña eligió a los judíos de EEUU en vez de presentar sus honras al único Papa que elogió al Paraguay. El país de la periferia al que él puso en el centro y al que sacó de su cárcel de ignominia. Ni para ser gratos servimos. Somos nomás luego malagradecidos... Preso kue.