Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrecolman
¿Qué tiene la música de Maneco Galeano, que convoca y conmueve por igual a distintas generaciones, que está por encima de las modas y los efectos del marketing discográfico, que constituye casi siempre un hecho cultural renovado?
Al cumplirse 35 años de su temprano fallecimiento, el 9 de diciembre de 1980, a los 35 años de edad, a consecuencia de un cáncer de pulmón, varios expertos en el arte musical coinciden en ubicarlo como uno de los compositores más importantes que han surgido en el contexto de la música paraguaya, en la segunda mitad del Siglo XX.
Nacido en la legendaria localidad ribereña de Puerto Pinasco, Alto Paraguay, el 13 de mayo de 1945, Félix Roberto Galeano Mieres pasará a llamarse siempre Maneco, desde el momento en que sus canciones empiezan a escucharse en los festivales universitarios de la década del 70.
Hijo de un político colorado, Antonio Galeano, ex combatiente de la Guerra Civil del 47, Maneco vivió en carne propia el final de la “era de oro del quebracho”, cuando las “once chimeneas que destilaban tanino robándole sangre al Chaco”, callaron para siempre.
En Pinasco, una de sus canciones más emblemáticas, retrata con vibrante poesía la agonía de su pueblo natal:
El aire olor a aserrín
el hombre aire y quebracho
Pinasco, macate y agua
y barranca montaraz
era tan linda su estampa
de karanda’y y lapacho
le robaron la madera
la fragancia y los setiembres
tan solo le queda el lodo.
En los inicios de 1948 su familia se muda a Asunción, donde Maneco cursa sus estudios en el Colegio San José y luego en el Carlos Antonio López, realiza su servicio militar en el Liceo Acosta Ñu, para finalmente concluir el secundario en el Colegio Lasalle, en Buenos Aires, cuando su padre se traslada en misión diplomática a la Argentina.
De regreso, intenta seguir una carrera universitaria, pero la deja a medio camino. Ya la bohemia de la vida artística lo había atrapado, y decide aceptar una oferta de su amigo y maestro Fernando Cazenave para dedicarse al periodismo, ingresando en 1967 al plantel del recién fundado diario ABC Color. Luego se sumaría a las redacciones de los diarios La Tribuna y Hoy.
Esa experiencia de cronista de la realidad cotidiana le aporta una visión crítica sobre la sociedad, que luego impregnará en la mayoría de sus poemas y canciones.
Es entre 1960 cuando empieza a escribir sus primeras canciones, al principio como un divertimento, como banda sonora para comparsas de carnaval del Club Centenario, las que él mismo dirigía.
Pero la mirada burlona del periodista y del músico estaba allí, y empiezan a surgir sus primeras canciones satíricas, como la pionera “Los problemas que acarrea un televisor en la casa de un hombre como yo”, en el que describe a personajes de la época entre las series televisivas de moda, a las que seguirán otras de igual estilo como “Tomás te canasta”, “El ejecutivo” y quizás una de sus obras más populares, “La chuchi”.
Empieza a relacionarse con otros artistas de su época, que lo acercan hacia la canción social o de protesta.
A principio de los años 70 participa activamente de las peñas folklóricas y veladas bohemias en el local nocturno La Guarida del Matrero, regenteado por Santi Medina, donde se cruza con otros músicos, poetas y cantautores.
Junto a Carlos Noguera, Mito Sequera, Juan Manuel Marcos y su hermano José Antonio Galeano, forman la Joven Alianza, una cooperativa de creadores y artistas, que pronto tuvo que ser disuelta debido a persecuciones políticas, pero que constituyó la raíz de lo que luego se conocería como el Movimiento del Nuevo Cancionero Popular Paraguayo.
Entre 1974 y 1978, Maneco fue profesor de música en el San José, su antiguo y querido colegio. Se perfeccionó en estudios de música de Luis Cañete y Carlos Dos Santos, entre 1976 y 77, y formó un trío vocal junto a Álvaro Ayala y Miguel Angel Bernardes.
Hasta que en 1973 integra el Quinteto Vocal de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, donde obtiene el Primer Premio en Festival Universitario de la Canción con su tema “San si Juan no que sí".
La música que enfrentó a una dictadura
En muy poco tiempo, canciones como “Despertar”, “Soy de la Chacarita”, “La Chuchi”, “Dos trocitos de madera”, adquirieron rápidamente una gran popularidad y se convirtieron en los referentes de un creciente movimiento musical.
Para comprender mejor su significación, hay que entender el contexto sociocultural y político en el que irrumpe la labor creativa de Maneco Galeano.
A partir de los años 70 se podría decir que el folclore paraguayo estaba prácticamente estancado. Muchos de los grandes creadores que le habían dado brillo universal, como José Asunción Flores, Félix Pérez Cardozo, Teodoro S. Mongelós, Herminio Giménez, Emiliano R. Fernández, entre otros, habían fallecido o se encontraban en la última etapa de sus carreras; algunos, perseguidos y exiliados, censurados y escarnecidos.
Las grandes polcas y guaranias seguían siendo las mismas desde hacía tiempo. El folclore paraguayo vivía de su propia gloria pasada.
En este panorama, agravado por la opresiva situación de la dictadura stronista, las canciones de Maneco Galeano aparecieron como un fresco viento renovador, con letras que contenían propuestas a veces satíricas e irreverentes, a veces profundamente críticas y contestatarias, a veces románticas y muy nostálgicas, pero siempre ligadas a los sentimientos de la gente. Con un lenguaje generalmente sencillo, pero trabajadamente poético.
Desde entonces hasta hoy, el fenómeno ha sido el mismo: identificación. Las canciones de Maneco Galeano se han convertido en símbolos de identidad.
Resulta difícil escuchar “Soy de la Chacarita” sin pensar en la dura y triste realidad que viven los pobladores suburbanos de las zonas inundables, los habitantes del cinturón de pobreza que rodea a Asunción.
Lo valioso es que el artista lo consigue sin haber tenido que recurrir a la denuncia panfletaria de la llamada “canción de protesta”.
“Soy de la Chacarita” habla de la trágica situación con una gran belleza poética y un fuerte acento de esperanza. Quizás por eso la dictadura nunca la pudo prohibir, aunque ganas no le faltaron.
¿Quiere escuchar mi historia, señor?
Soy de la Chacarita.
Con permiso del camalotal,
con adobe alcé mi casita.
No hay paisaje más bello, señor
que el de nuestra bahía.
Ni el pincel del más noble pintor
pintó cosa más linda.
Algo parecido sucede con “Despertar” quizás la canción más internacional de Maneco, que ha sido grabada por grandes intérpretes internacionales como la recordada Mercedes Sosa o el Grupo Opus 4 de Argentina.
Así como ocurría en los combativos ambientes de la lucha antidictatorial, hasta ahora es muy difícil que los festivales estudiantiles y de grupos sociales puedan concluir sin que se cante “Despertar”, con todos los artistas en el escenario, con el público de pie coreando cada estrofa con un fervor que ya quisieran los autores de nuestro Himno Nacional.
La luz, la alborada, arrastran los sueños
y surgen banderas que no tienen dueños
América es una, morena y alegre
es voz y esperanza de los valles verdes
Es un rito que trasciende el hecho puramente artístico y convoca a los sueños del cambio social, de un país diferente y de una América liberada.
En los mismos términos, se podría decir que la Navidad paraguaya tiene sones inconfundibles de “Dos trocitos de madera” y “Cigarra, tonta cigarra”. Que la visión de la alta sociedad paraguaya siempre será satírica e irrespetuosa, desde que existen “La chuchi” o “El ejecutivo”.
O que no se pueda pensar en una tradicional fiesta de San Juan sin escuchar “San si Juan que no sí" con los sones de la banda koyguá de Alejandro Cubilla, donde la poesía de Maneco alcanza dimensiones casi metafísicas al decir “mi patria simple como una flor, estalla y se hace luz,” o que “la vida cruza sobre el tizón, sin quemarse los pies”.
Así lo describe el maestro Luis Szarán: “El estilo de Maneco Galeano en el aspecto musical se caracteriza por la sencillez de sus melodías y sus originales giros armónicos... La mayor concentración de elementos expresivos se encuentra en los textos de su autoría; de aguda visión, ironía y desenfado en el tratamiento de sus personajes, gran parte extraídos de sectores de la burguesía nacional y de los políticos, a quienes ridiculizó, y por otro, un extraordinario compromiso con las causas populares y el espíritu de hermandad latinoamericana”.