En las últimas semanas, como un efecto colateral de la crisis política que divide a la sociedad paraguaya en torno al plan de Horacio Cartes, Fernando Lugo y Blas Llano, de imponer forzadamente la enmienda de la Constitución para lograr la reelección presidencial, se han producido lamentables casos de ataques y agresiones entre personas que se identifican con posturas a favor o en contra de esta campaña, como contra periodistas que expresan sus opiniones o porque trabajan para medios del Grupo Cartes, o porque se los identifica con grupos políticos.
Tras las movilizaciones que siguieron al atraco del Congreso para hacer aprobar el proyecto de enmienda en una sesión a puertas cerradas, por parte de 25 senadores del bloque oficialista y aliados, y que derivaron en lamentables hechos de violencia, como la criminal represión policial y la reacción de los manifestantes al incendiar el local del Congreso, el propio presidente de la República, Horacio Cartes, culpó de lo sucedido a “un grupo de paraguayos empotrados en la política y en medios masivos de comunicación” que pretenden “destruir la democracia”.
En esa misma línea, los presidentes de seccionales coloradas de Central acusaron como instigadores de la violencia a los periodistas Óscar Acosta, Menchi Barriocanal y Santiago González, del canal Telefuturo, quienes en sus programas sostienen posturas críticas contra la enmienda. De este modo, los dirigentes colorados estimularon irresponsablemente a que los partidarios del oficialismo y del luguismo profieran ataques y amenazas contra los comunicadores.
En el sentido contrario, personas que se identifican como opositoras a la enmienda protagonizaron actos de repudio contra periodistas de medios del Grupo Cartes, durante sus coberturas en lugares de hechos noticiosos, y a través de los redes sociales incluso amenazaron con ir a incendiar el edificio donde funciona una de las empresas periodísticas.
Hay que parar la mano con las agresiones y con las actitudes violentas. Debemos buscar superar entre todos este deteriorado clima que lleva a la estéril pelea entre amigos, compañeros, vecinos y parientes. Sin renunciar a las convicciones de cada uno, hay que reivindicar el derecho de manifestarse y movilizarse en forma libre y civilizada, con todas las garantías constitucionales, sin caer en provocaciones que solo causan mayor división y enfrentamientos.
Y por sobre todo, no hay que olvidar que los principales responsables de haber generado este clima hostil son las autoridades y los políticos que insisten con mantenerse en el poder, atropellando la institucionalidad democrática. Son los primeros que deben reflexionar y corregir sus acciones para devolver la tranquilidad a la población.