Italia propone más de 300 playas, pueblos medievales, vestigios prehistóricos y sobrecogedores paisajes esperan en este paraíso del Mediterráneo. Llegar por mar a Cerdeña entraña algo mágico. La costa rocosa del norte de la isla se recorta en el horizonte auspiciando el montón de sorpresas deliciosas que depara este viaje por la gran isla de paisajes y ambiente mediterráneo y fuerte personalidad, según la publicación de viajes.nationalgeographic.com.es
Cala Luna y las playas oradadas. La zona del golfo de Orosei está moteada de pequeñas calas de aguas cristalinas resguardadas por altos acantilados, muchas de ellas solo accesibles a pie o por mar. Cala Gonone es una de las más bellas, junto con la de Poetto, situada justo al lado de la Laguna de Molentargius, una zona de marismas frecuentada por flamencos y otras aves migratorias y, por supuesto, Cala Luna, con sus singulares cuevas.
Foto: Shutterstock.
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La Dolce Vita Meditarránea. En el extremo sur de Cerdeña se halla la capital, cuyo centro histórico fue restaurado en los últimos años y está presidido por el magnífico Castillo de San Michelle, del siglo XIV. Es un placer vagar por las calles de Cagliari, perderse por el Mercado de San Benedetto y detenerse en la Plaza Viceregio.
Foto: Roman Babakin.
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Capo Testa y la magia de la erosión. La región norte de Gallura tiene en la localidad de Santa Teresa su base de operaciones. Situada en un puerto abrigado, encajada entre muros de roca, desde aquí se puede acceder a Capo Testa a través de un paisaje mágico de rocas ciclópeas de granito erosionas por el paso del tiempo.
Foto: Ralf Geithe/Getty Images/iStockphoto
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Alghero al atardecer. La amurallada villa de Alguer (Alghero) tiene un centro histórico espectacular que gira en torno a la Piazza Civica o del Poul Vel, donde se encuentran los edificios de estilo gótico catalán que durante siglos representaron a las instituciones locales: el Palacio Ferrara, la Casa de la Ciutat y el Palacio de la Duana Reial. Al caer la tarde, el viajero descubrirá el placer de andar por el Bastioni Marco Polo, el paseo marítimo que une la torre del Esperò Reial con la de la Polveriera; estos baluartes forman parte de la media docena de torres que antaño defendían la ciudad.
Foto: Shutterstock.
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Cala Luna y las playas oradadas. La zona del golfo de Orosei está moteada de pequeñas calas de aguas cristalinas resguardadas por altos acantilados, muchas de ellas solo accesibles a pie o por mar. Cala Gonone es una de las más bellas, junto con la de Poetto, situada justo al lado de la Laguna de Molentargius, una zona de marismas frecuentada por flamencos y otras aves migratorias y, por supuesto, Cala Luna, con sus singulares cuevas.
Foto: Marcin Krzyzak.
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Oristano y la herencia fenicia. Las playas más salvajes y menos concurridas se suceden al sur de Alguer, algo más allá del pueblo de Oristano y las ruinas fenicias de Tharros. Es la denominada Costa Verde en la que destacan las playas de San Nicolao y la de Piscinas, entre otras muchas calas y arenales de belleza impresionante. Pero esto ya lo descubrieron los fenicios allá por el siglo VIII a.C.
Foto: AlKane.
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Gruta de Neptuno: 656 escaleras para un viaje al centro de la tierra. El extremo norte de Cerdeña se adentra en el Mediterráneo con el Cabo Caccia. Allí, una red de senderos recorre un territorio agreste y salvaje con algunas sorpresas como la Gruta de Neptuno, cuyo interior está decorado con una profusión de estalactitas y estalagmitas de gran belleza.
Foto: Marco Ciannarel / Getty Images / iStockphoto.
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Castelsardo y sus infinitos colores. Castelsardo es un pequeño pueblo medieval situado en el golfo de Asinara y presidido por un imponente castillo. Desde el promontorio de roca volcánica que se asoma al golfo, las vistas son espectaculares. Toda la costa norte está jalonada de playas de arena blanca y aguas turquesas, como la de Badesi.