Las protestas contra los cortes en educación anunciados por el Gobierno brasileño le han abierto un nuevo frente al presidente Jair Bolsonaro, quien encara un ambiente cada vez más crispado en el terreno político, económico y social.
Bolsonaro se ganó el descontento de la comunidad educativa, después de congelar el 30% de los gastos de las universidades. Consiguió además, inflamar todavía más los ánimos, tras acusar a los estudiantes de ser “idiotas útiles” e “imbéciles”, al servicio de una minoría de aprovechados que componen el núcleo de las universidades públicas.
El mandatario reforzó así el discurso de polarización empleado a lo largo de la campaña electoral y sumó una nueva polémica a la lista de desencuentros, protagonizados en sus primeros 5 meses y medio al frente del Ejecutivo.
Decenas de miles de personas salieron a las calles en todas las capitales brasileñas para protestar contra el bloqueo en el presupuesto y mandaron el primer recado a Bolsonaro desde que asumió el poder el 1 de enero.
Un día después de las masivas protestas, el vicepresidente de Brasil, general Hamilton Mourao, evaluó que las manifestaciones fueron puntuales, a diferencia de las protagonizadas en 2013, y opinó que no desestabilizan al Gobierno. El Ejecutivo quiso quitar hierro al asunto, pero los gremios estudiantiles ya convocaron nuevas concentraciones para el 30 de mayo, las cuales podrían poner más presión sobre el Gobierno.
Bolsonaro, de 68 años, se vio cercado por diversos conatos de crisis, algunos de los cuales fueron alimentados por él y sus hijos, a través de las redes sociales, su herramienta favorita de comunicación.
Twitter fue precisamente el escenario de un embate, protagonizado en las últimas semanas por el polémico profesor de filosofía y astrólogo Olavo de Carvalho, el principal gurú de Bolsonaro, y el ala militar del Gobierno.
El cruce de acusaciones entre Carvalho, uno de los pilares ideológicos del mandatario, y algunos de sus ministros pusieron de manifiesto las divergencias internas entre los diferentes sectores de un Ejecutivo con diversos intereses. Los problemas del presidente también se trasladaron a su esfera personal, ya que uno de sus hijos, el senador Flavio Bolsonaro, se vio envuelto por sospechas de blanqueo de capital. Según publicó la revista Veja, el mayor del clan Bolsonaro, cuyo sigilo bancario fue levantado, habría invertido 9 millones de reales (2,2 millones de dólares) en transacciones inmobiliarias sospechosas, cuando era diputado por el estado de Río de Janeiro.