26 dic. 2024

Marito manos de tijera

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A los criminales nazis de la Segunda Guerra Mundial se atribuye la célebre frase “¡cada vez que escucho la palabra cultura, saco mi revólver!”, extraída de una obra teatral alemana de 1933 en homenaje a Hitler.

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En el Paraguay, la frase también se atribuyó varias veces a los dirigentes del Partido Colorado, en especial durante la dictadura del general Alfredo Stroessner, cuando se censuraban libros y películas críticas, se prohibían obras teatrales como “San Fernando” de Alcibiades González Delvalle, se perseguía y se exiliaba a escritores como Augusto Roa Bastos, a poetas como Elvio Romero y a músicos como José Asunción Flores.

En esta actual época de ñembo democracia, las autoridades del Gobierno colorado de Mario Abdo Benítez y sus burócratas del Ministerio de Hacienda han transformado y modernizado la expresión nazi. Ahora podrían exclamar perfectamente: “¡Cada vez que escucho la palabra cultura, saco mis tijeras para recortarle el presupuesto!”.

En el proyecto del Presupuesto de Gastos de la Nación (PGN) 2022, los técnicos economistas del Poder Ejecutivo han decidido recortar más de 3.800 millones de guaraníes a los presupuestos de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) y del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (FONDEC), además de mantener un 60% de disminución que viene sufriendo la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL) desde hace años.

No es la primera vez que lo hacen. En el 2019, una gran movilización de organizaciones y trabajadores de la cultura ya había denunciado también severos recortes a las mismas instituciones, que afectaron gravemente a diversos proyectos de promoción de la literatura, el teatro, la música, la danza, el cine, las artes plásticas, la producción de libros y la organización de eventos culturales comunitarios.

Este año, cual grotescas versiones de Eduardo Manos de Tijeras, aquel personaje del cineasta Tim Burton que tenía podadoras como extremidades, los burócratas de Hacienda vuelven a arremeter con todo en contra del sector cultural.

Se dirá que tras la crisis de la pandemia hay que recortar gastos. Está bien, ¿pero por qué justamente ya otra vez en el sector de la cultura, que históricamente arrastra un presupuesto bastante pobre, marginal y reducido? ¿Por qué no meter tijeras en los privilegios de los legisladores y de los políticos que tienen a toda su interminable parentela, incluyendo a amigos y a amantes, colgados de la administración pública y de las binacionales?

Dicen que hay que ahorrar dinero desde el Estado. ¿Cómo se explica entonces que se dilapiden millones desde Obras Públicas en un mamotreto carísimo e innecesario, como la tristemente célebre “pasarela de oro”, sobre la autopista Ñu Guasu, adjudicada a una empresa amiga del poder? ¿O es esa la idea que este Gobierno tiene de la “cultura”, por estar supuestamente inspirada en el ñandutí?

Un país sin cultura es un país condenado al atraso y al subdesarrollo. Ñande tavy a ñande tavy areta, péichante jaharamo (somos ignorantes y lo seguiremos siendo, si continuamos de este modo), sentenciaría en guaraní mi vecino don Carlos, laborioso campesino. Y agregaría con su popular sapiencia: Menos mal la tavy na ñande jukai, pero ñande reko asy (al menos la ignorancia no nos mata, pero nos hace sufrir mucho).

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