Cada vez que el calendario electoral nos pone en el momento de elegir intendentes, varios temas saltan al tapete. En el caso de Asunción, uno de estos es el microcentro y la manera de volverlo a hacer atractivo para que la ciudadanía vuelva a caminar por sus calles.
Saltan entonces los paralelismos, entre la revitalización del microcentro y lo de “Lázaro, levántate y anda”. Pero una vez terminada la campaña, definidos los ganadores, generalmente no pasa nada. Las promesas quedan olvidadas.
Pero la esperanza de revitalización se enciende de vez en cuando, y entonces muchos reviven sus días de juventud recorriendo Palma, viendo sus vidrieras, mezclándose en ese mar de júbilo juvenil, la sinfonía de una eterna primavera. Un tiempo que por más que se quiera, no volverá. Ya fue. El sueño húmedo ha sido reemplazado por las horas que pasa la generación actual frente a la pantalla o al celular esperando ser el próximo youtuber. Muy diferente a aquellos años en que si un sábado de mañana no estabas en Palma, tenías para ver Así es Argentina en un canal local.
La realidad actual del microcentro, fuera de los trabajos que puntualmente se están realizando, es otra en comparación incluso con la última parte del siglo XX. En varias partes, literalmente, se percibe olor a caca y basura podrida. Casas hermosas que se caen a pedazos y zonas, como la ex cervecería, están abandonadas. Una ciudad rota, indigencia a causa de la desidia estatal, abandono de años.
Por eso, ante esta desoladora realidad, siempre llama la atención cuando la mayoría de los candidatos al sillón de la intendencia enfatizan sus propuestas de resucitar al centro en la seguridad. Esto quiere decir poner más policías en la calle. Como si el problema de diferentes aristas que arrastra el microcentro se resolviera con eso. Lo peor es que muchas veces la ciudadanía compra ese buzón y termina encandilándose por cualquier vendehúmos.
La situación del microcentro no es consecuencia de contar con más o menos policías. Es un problema que tiene como madre la desidia de las autoridades que vieron cómo iba arruinándose y no hicieron nada para evitarlo. La ciudad fue creciendo y trasladándose a otras partes en su ritmo frenético, mientras dejaron que el corazón de la Madre de Ciudades muriera lentamente.
Es así como hoy vemos una zona que presenta tanto para los capitalinos, los que vienen del interior y también exterior, una ruinosa postal posapocalíptica deprimente. Un reflejo que no se condice para nada con una de las más importantes ciudades de Latinoamérica que en poco más de una década estará cumpliendo sus cinco siglos de vida. Es básicamente la carta de presentación de lo que deja la corrupción.
Cada cierto tiempo se llevan adelante iniciativas que apuntan a darle vida al microcentro. Sin embargo, aunque resulten alentadoras siguen siendo insuficientes. Fuera de ese entorno donde se lleva a cabo la actividad, la persona que asiste a ella luego tiene que vérselas para volver a su hogar. Entonces está la falta de transporte público, la calle oscura y desolada, la incertidumbre de saber qué pasara en la larga espera.
Actualmente se lleva a cabo un plan multisectorial que apunta a revivir el centro. Para ello están involucradas varias instituciones. Este plan además de revitalizar y cambiar el entorno debería tener el compromiso de otras instituciones y estamentos públicos y privados. Debería de garantizarse el sistema de transporte público a toda hora, retomarse la bicisenda y las calles peatonales. Contar con un circuito permanente para apreciar la belleza de casas y edificios históricos, entre otras medidas que apoyen esta labor que ojalá se perpetúe en el tiempo.
Con esas medidas llevadas adelante, las familias, parejas o seres solitarios podrán recorrer a gusto esas calles nuevamente, apropiarse de ellas, sentirlas suyas. Se podrá apreciar y entender que la ciudad es de cada uno. En una calle llena de gente y con pocos policías, quien quiera cometer un delito lo pensará varias veces.