En los minutos inmediatos y días sucesivos a la victoria de Mario Abdo Benítez en las internas coloradas del pasado domingo, aparecieron afirmaciones de algunos analistas, periodistas y afines que atribuían el resultado a la recuperación de la conciencia y la dignidad del colorado. Que fue una reacción al cansancio contra el cartismo y que habían dado una lección de conciencia y destruido el mito de que la plata podía comprar todo. Este discurso, que se reprodujo en plataformas, redes y medios, también había sido articulado por la propia dirigencia del movimiento ganador, Colorado Añetete.
Sobre el perdidoso Santiago Peña, y su mentor y jefe de campaña el presidente de la República, Horacio Cartes, se cebaron aquellas expresiones, ubicando el asunto en el clásico y binario maniqueísmo: los buenos y los malos. Tal ficción, que en el imaginario buscó dar una dimensión épica a esa coyuntura, principalmente utilizando la esencialidad clásica de mitos como el de David contra Goliat (del universo cristiano), colocaba a Abdo como el que derrotó con una honda a la casi inexpugnable fortaleza cartista y sus negocios.
Sin embargo, cuando uno analiza, observa la movida de ese día, escudriña la operativa desplegada en ambos bandos y escruta más allá de las apariencias, ve que hubo aparato en casi similar proporción y que en realidad ni el “débil”, era tal, ni el “fuerte”, colosal.
En la campaña y en el día D en ambos grupos hubo desmesurados recursos en plata y material, provenientes de financistas que se pierden en la nebulosa. El colorado, ese 51% de votantes de la victoria, no cambió de actitud, ni asumió conciencia o dignidad especial. Obró como siempre. Votó a su conveniencia y a quien le permitirá obtener ventaja, posibilidad de seguir medrando con lo público y la influencia; y mantener sus privilegios y canonjías dentro y fuera del Estado. Votó en contra de los dudosos colorados, mbatara de origen o sospechosos para sus cálculos.
Los resultados finales que van aclarándose a medida que se asientan las actas electorales, dan otro panorama. Fuera de la figura de candidato a presidente, el cartismo con Honor Colorado se lleva 11 gobernaciones y en la lista del Senado gana encabezando la nómina Cartes, proyectándose a ocupar la mitad de las bancas, mientras el resto se repartirá entre tres movimientos. La plata sigue comprando...
En todos los bandos colorados continúan los mismos corrompidos, averiados y escombros, mezclados con caras nuevas para maquillar la escena. Por lo demás, todo fue, es y será más de lo mismo.