26 abr. 2025

Más paraguayo que un extranjero

Rodrigo Houdin – @rodrigohoudin

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Paraguay es un país único, con maravillas naturales por doquier, con bosques de características sinigual. Su cultura es nutrida, su historia es digna de contarla a todo el mundo, su gente es amable y siempre sabe arreglárselas para ser feliz.

Estas expresiones podrían describir, desde la mirada de un extranjero, lo que somos en esta tierra guaraní y es probable que se nos infle el pecho. Pero nosotros, ¿qué tanto amamos y conocemos lo que tenemos en nuestros país?

Los nacidos en Paraguay no somos más paraguayos que un extranjero y hasta a veces pareciera que cuando otro es quien habla bien de nuestro país, nos sentimos más patriotas.

Muchas veces, necesitamos que sea Leonardo DiCaprio quien nos cuente sobre la importancia de la laguna Cerro, o que Laura Buzzo (Señorita Laura) nos enseñe que el Estado debe proteger la vida y no materializara, como sucedió con Bianca.

Cada vez que un artista extranjero lanza un “rohayhu Paraguay” nos acordamos de que existe el guaraní, o cuando el papa Francisco nos dice que la mujer paraguaya es la “más gloriosa de toda América”, nos enteramos sobre las valientes residentas.

Todos los que decíamos ser paraguayos, deberíamos preguntarnos si qué tanto lo somos. ¿Sabemos por qué son importantes las Misiones Jesuíticas? ¿Qué significó el ferrocarril? ¿Por qué esa calle se llama Josefina Plá?, o ¿por qué el estadio se llama Defensores del Chaco?

No deberíamos esperar a que Metálica ovacione a los integrantes de la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura para apoyar iniciativas como estas, que pueden transformar la vida de nuestros compatriotas.

Nuestro amor por el Paraguay no puede limitarse a decir que la chipa es nuestra y que no existe la choclotorta. Defender al país no solo se basa en retrucar a quienes debaten si el jugador albirrojo Óscar Romero es un jugador violento, o si Chilavert fue el mejor golero de la historia.

Sin duda, un extranjero tiene una visión muy distinta a la que nosotros mismos tenemos de nuestro país y eso se evidencia cuando al visitar nuestra tierra lo primero que hacen es recorrer los edificios históricos de Asunción, cuando quieren saber sobre nuestros nativos o preguntan acerca del ñandutí.

Algunos dicen ser más paraguayos que la mandioca, pero critican cuando quienes nos proveen de ellas, piden un pedazo de tierra y se movilizan en Asunción. Gritamos que somos de raza guaraní, pero nos cambiamos de acera cuando nos cruzamos con un nativo en las calles.

Las redes sociales nos abren los ojos hacia muchos sitios hermosos y se ha incrementado el turismo interno. Sin embargo, cuando toca ir hasta el arroyito de Paraguarí, el cerro de Caazapá o las playas del Sur, pasamos al modo irracional de destruir la naturaleza y diseminar nuestra basura, mientras ideamos cómo podremos burlar los controles de alcotest.

Cuando el obispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela, dijo en su carta al pueblo que necesitamos de líderes patriotas, se le olvidó señalar que también necesitamos ciudadanos que amen a su país y que sean paraguayos todo el tiempo.

Necesitamos paraguayos que entiendan que las avivadas para pagar menos impuestos, las maniobras para acceder a algún beneficio destinado a los más vulnerables o el uso de contactos para conseguir un cargo público también forman parte de la corrupción.

En fin, como sociedad aún nos falta mucho patriotismo y autoridad moral para exigir más a aquellos que nos gobiernan. Aunque habrá excepciones, los paraguayos nos hemos convertido en patriotas de ocasión.

Somos un pueblo sufrido, nuestras autoridades son corruptas y sabemos que existen naciones de primer mundo. Pero los verdaderos cambios que permiten que un país salga adelante no vienen desde la clase política. Estos se construyen desde el patriotismo y siempre estarán condicionados a lo que somos como sociedad. Ojalá, algún día, podamos ser más paraguayos que los extranjeros.