18 oct. 2024

Más que humano

Sergio Cáceres Mercado – sergio209@lycos.com

Muchas teorías se han desarrollado para explicar el comportamiento que tiene el ser humano con sus congéneres. Luego de la sabiduría expuesta en concisos pensamientos por los chinos y otras culturas antiguas, fue Aristóteles el primero que ideó un corpus que concluía el primer esfuerzo expuesto por Sócrates y su maestro Platón. Desde ese momento se sucederán los esbozos por explicar eso que llamamos ética, y que no es más que la idea de cómo debería ser la convivencia entre todos. Hasta hoy, las controversias filosóficas sobre el asunto son encendidas y las respuestas a viejas preguntas siguen sin satisfacer a todos.

También la literatura entró en dicha discusión, con su particular modo de presentar las situaciones, a veces con una originalidad que la filosofía más aguda envidiaba.

Así se sucedieron obras como Frankestein, Crimen y castigo y La naranja mecánica, por citar solo algunos. Hoy quiero recordar un título que en 1953 se metió en dicha discusión con fuerza arrolladora: Más que humano, de Theodore Sturgeon.

Esta novela, considerada ya un clásico de la ciencia ficción, reflexionaba profundamente sobre el papel de la ética para la supervivencia de la humanidad. Presentaba a unos personajes que indicaban un paso más en la evolución, pero no en el sentido físico, sino síquico: lo llamó el Homo Gestalt. No era la primera vez que en tal género se imaginaban criaturas superiores al Homo sapiens o nuevos tipos de vida, pero esta vez se trataba de un estadio compuesto por seres en apariencia humanos, pero con poderes mentales, como telekinesis, teletransportación o telepatía.

Estos personajes tienen en común una vida durísima, de marginación e incomprensión, hasta que se van conociendo y haciéndose uno. Eso es básicamente el desarrollo de los dos primeros capítulos titulados El idiota fabuloso y El bebé tiene tres años. Pero el tercero y último, titulado Moral, es lo que nos interesa acá. Este ser gestáltico, es único en su especie y esto le impide construir una ética, ya que no tiene equivalentes con los cuales convivir y, por lo tanto, es autorreferencial en su actuar.

Sturgeon presenta el dilema que conocimos con el Robinson Crusoe de Dafoe. ¿Qué ética puede valer cuando un ser humano está solo y todas sus acciones no afectan a nadie más que a él mismo? Esta vez se trata de un ser evolucionado síquicamente y que puede hacer lo que se le plazca con el Homo sapiens, un ente sin moral alguna porque no tiene par.

Cuando Sturgeon escribió su libro, la amenaza de guerra atómica era inminente y la esperanza de la redención humana casi nula luego de los recientes atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. El autor se anota así entre los muchos filósofos y novelistas que quieren encontrar un sentido a lo que se viene para la humanidad, luego de haber mostrado su rostro más monstruoso.

Hace dos días, los seguidores de la ciencia ficción recordaron a Theodore Sturgeon en su centenario. En vida había escrito varias novelas y muchos cuentos, así como guiones de series como Star Trek y Viaje al fondo del mar. Todos reconocieron la gran influencia que tuvo en otros renombrados autores y admiraron una vez su prosa de gran belleza. Su novela más premiada y célebre es Más que humano, una alegoría sobre lo que nos hace diferentes sobre los otros seres y, especialmente, un canto de esperanza para la humanidad que en ese momento se debatía por salir de lo más bajo de su ensañamiento contra sí misma. Sturgeon no quiso caer en el pesimismo de algunos pensadores, y elaboró una salida en la cual se veía una luz al final del lúgubre túnel. Con tantas matanzas que se siguen sucediendo, creaciones como está al menos nos dicen que nada está perdido y que el ser humano puede aspirar aún a un estadio evolutivo más pacífico y conciliador con todas los demás seres.

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